viernes, 7 de agosto de 2015

Maldeojos. Chanchullos



Chanchullos
(Artículo publicado el jueves, 6 de agosto, en periódicos de EPI PRESS)

      El poder tiene sus reglas. El dinero y la ambición también, si es que no hablamos de lo mismo. Hace tiempo, cuando alguien decía Juan Luis Cebrián creía decir alguien que puso en marcha el mejor periódico de la democracia, el medio de tirada nacional más solvente y creíble, el referente de la izquierda. Hoy, este señor, que trepó a un sillón de la Academia como un orangután disfruta de las prebendas de su fuerza destrozando lo que le estorba para sentarse en la silla de una terraza frente al mar, es amigo de la mujer más poderosa de España, que aunque parezca una muñequita diabólica, Soraya Sáez de Santamaría tiene su corazoncito y sus aspiraciones. He dicho amigo y me quedo corto, según vemos la deriva de un periódico que antes lo era todo y hoy te encuentras con titulares que podía inventarse el propio Francisco Marhuenda, el mamporrero oficial.

        Al grupo del mentado Cebrián los gobiernos lo han mimado porque su fuerza era un cañón a dos metros de tu estómago. Mucha flema había que tener para negarle algo a semejante huracán. Le dieron hasta una tele. Tele con la que trapichearon, y de un Canal Plus necesario para la libertad y tal y tal, se pasó a una cadena en venta para hacer caja. Ahora el grupo no tiene juguete visual. Y Cebrián, astuto y sin remilgos, quiere volver a tener otro. Está en la lista de las posibles concesiones que baraja el Gobierno para ya, en cuestión de semanas. Si me das tele, te doy apoyo mediático en papel y en la pantalla que me des, chatina. Y ahí está Soraya con su nariz levantisca olisqueando el futuro, donde se dibuja un mañana sin Mariano  -dicen que el repipi Rivera de Ciudadanos lo exige-. Así que dese “prisa”, señora, que el futuro no sabe esperar. 


Íntimos. El ex tótem de la divina izquierda, hoy una pelandusca ambiciosa que ama el dinero por encima de todas las cosas, y personas, y ella, la mosquita muerta -did fly, que uno empieza a saber idiomas-, con la sartén de las futuras teles por el rabo.

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