miércoles, 22 de enero de 2020

Maldeojos. Tocapelotas


Tocapelotas
(Artículo publicado el martes, 21 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Cada programa, sea magacín de tarde o de mañana, tiene su reportero porculero –no lo busquen en la biblia del español, no existe el término, pero debería, porque es de esas palabras que se entienden a la primera-. El reportero porculero es el reportero follonero –este término sí existe-, y de ellos, la tele está llena. ¿Habrá que recordar que la cumbre que hoy habita Jordi Évole empezó a fraguarse como reportero cachondo, follonero? Son los reporteros y reporteras pesadas que, a veces, hasta en casa incomodan por su capacidad inagotable, por su sentido de la “inoportunidad” al preguntar lo que los políticos no quieren responder sobre todo en lugares desubicados que nada tienen que ver con “estas preguntas” –inauguraciones, conferencias, desayunos informales-.

     La gente profesional de la política tiene una habilidad extraordinaria para mirar en dos milésimas de segundo el logotipo que lleva el micro y así saber a qué atenerse, si la cosa va de coña, si lleva carga envenenada detrás de la sonrisa del reportero o si la pregunta el colmillo retorcido. El programa de Cristina Pardo en La Sexta la tarde del domingo  tiene su reportero tocapelotas, y se llama Luis Troya, y está, como decía, en la línea de lo que antes hicieron Marta Nebot –ahora en Todo es mentira como tertuliana- o Raúl Gómez –ahora como protagonista en #0 de Maraton man-. Que el PP da un desayuno para que la lideresa Isabel Díaz Ayuso exhiba su acreditada fama de pánfila, allá que llega Luis Troya con porras y churros a ver qué pesca, o se va a Teruel para dejar claro que no sólo existe sino que Ortega Smith hace el ridículo ante menos de 100 almas. No es extraño que los reporteros porculeros no sean bien recibidos por ningún partido.




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