¿Racializadas?
(Artículo publicado el sábado, 18 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Por la mañana
escuché en Espejo público la tertulia
que tenía abierta Susanna Griso, y
de golpe, a punto de arrojar a caños la tostada con el mejor aceite de oliva y
el zumo con naranjas de primera, o sea, lo que más quiero y por lo que a esa
hora sería capaz de matar, escuché el palabro del titular. Ahí va. Racializadas.
Mujeres racializadas. Detuve la tostada, detuve el zumo, detuve mi vida, y
presté la atención debida. Es que resulta que Alba González era nombrada por Irene
Montero, ministra de Igualdad, directora general de Igualdad de Trato y
Diversidad Étnico Racial por la mañana –prometo por mi conciencia y honor que
se llama así, con un par de ovarios- pero por la tarde dimitía la buena señora
porque es blanca, y esa dirección pasaba a manos de la “racializada” Rita Bosaho, negra, ante las protestas
de colectivos como Afroféminas.
Como mi tostada
y mi zumo están por encima de cualquier contingencia racial, local, demencial,
papal, floral, y gutural, seguí a lo mío. Ay, tonto, Edipo huyó creyendo que se
alejaba de la madre, y recordemos lo que pasó. Lo mismo me pasó a mí, quitando
lo sórdido. Unas horas más tarde me tope con la mismísima ministra, que
respondía a Ferreras –último
titular, doce y quince, atención, titular, etcétera-. Y doña Irene habló
también de mujeres racializadas, la ostia puta. Pues mira qué os digo,
racializada es una puta tontería lo diga Montero, el porquero, el que se
inventó la yenka, el que firmó los Conciertos de Brandenburgo o María Jesús con o sin acordeón. No nos
libramos, ni las mujeres estigmatizadas por su origen ni por el color de su
piel, de ser idiotizados y de convertir el lenguaje en un pantanal que en vez
de aclarar, oculta y enmaraña.
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