2020
(Artículo publicado el jueves, 2 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Qué raro. 2020
me sonaba, creo que nos sonaba a más de uno, a futuro muy futuro, nos sonaba a
ciencia ficción, a lejanía insondable. Y fíjense, aquí está, aquí estamos.
Hemos dado la trecha al calendario. En apenas unas horas pasamos del cansino
runrún del traje de la Pedroche en
Antena 3 o de la clásica, y ya amojamada estampa del donjuán de La 1 Roberto Leal, presente en todas las
ceremonias como el ajo en las comidas junto a la también tutankamona elegante y
hermosa Anne Igartiburu, hemos
pasado de la música de consumo, digo, de los especiales nada especiales, a la
música y la ironía de Cachitos de hierro
y cromo, que para quienes ya no vamos de discotecas y el cotillón es una
cosa que da sarpullido, resulta ser la mejor opción de la noche en el mundo
tele y casa, un lote que no falla el 31 de diciembre. Y en La 2.
El programa que
presenta Virginia Díaz, aparte del
archivo insondable de TVE, no sería nada sin los guionistas gamberros que rotulan
con acerado y brillante humor las actuaciones. Son Pablo González y Antonio
Vicente, que no dejan de sorprender con su habilidad para mezclar el polvo
–ya clásico- de artistas de hilarante imagen con la actualidad de 2019 que se
fue. En apenas unas horas se pasa de las uvas, del cava, y de Cachitos de hierro y cromo, o sea, de un
año, al siguiente, y en mi caso, como hace ya muchos, al Concierto de Año Nuevo. Un lujo. Esa música
de los Strauss es el sonsonete ideal para espabilarse con energía y esperanza.
La tradición manda que en los bises se escuchen los valses El Danubio azul y la
Marcha Radetzky, del hijo y del padre, ambos Johann Strauss. Excelente manera de empezar 2020. Les deseo lo
mejor. Sean felices.
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