Estoy harto
(Artículo publicado el sábado, 25 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Ya sabemos cómo
va esto de la tele. Si te dicen que La
voz es un programa de música y y bla bla bla, pues eso, ni de coña. Será un
programa para comprobar cómo los coches envejecen en pantalla como uno más de
la familia y sin embargo, a pesar de los años, tanto Rosarillo como el simplón Bisbal
dicen las mismas tonterías en sus juicios, que si ay, mi vida, ay, mi corazón, ay,
qué lindo, qué arte, pero de música, nada. Pamplinas. Si te anuncian que Masterchef es un programa de cocina, sabes
que con él no aprenderás a cocinar. Será lo que sea, pero de cocina no. Será
una exhibición de regañinas y de aspavientos cuarteleros, de simpáticas
meteduras de pata en la olla del concursante cuya elección tiene ese perfil, el
cómico, el chistoso, pero olvídate de aprender cómo se hace un potaje, sobre
todo si no hay que liofilizarlo o esferificarlo, que es el copón de Bullas.
Si te dicen que La isla de las tentaciones es un
programa sobre el amor, échate a reír, y pega la vuelta. Cuanto más intensa se
pone Mónica Naranjo en la isla y más
seria y más ahueca la voz Sandra Barneda en el plató,
más pisotean al amor, los sentimientos nobles, más destrozan la pureza de los
corazones. El amor les importa una mierda. Esta gente habla de otra cosa, busca
otros resultados. Y en estas irrumpe La 1. Lleva días con la monserga de que el
lunes vuelve el programa de telas, hilos y dedales, Maestros de la costura. Así que olvidémonos. Lo que menos importa
es eso, la costura. En los anuncios vemos la levedad del costurero Alejandro Gómez Palomo y sus posturitas
para epatar, las plumas que sueltan algunos aprendices o las salidas de tono de
la vieja cascarrabias Lorenzo Caprile,
que grita, “estoy harto, estoy harto”. Como yo, y aún no empezó..
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