Sin tentaciones no hay paraíso
(Artículo publicado el domingo, 19 de enero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Telecinco, de
nuevo, está en todo. Te pone la tentación -10 tíos, 10 tías que no son tu
pareja-, y te pone el paraíso, que focaliza en Villa Playa y Villa Montaña, dos
lujosas mansiones en República Dominicana donde se alojaron para ver si al ver
al otro, a la otra, que no es el suyo o la suya, la relación salta por los
aires y se encaman con “el otro o la otra”, todo muy Telecinco. Es decir, usted
tiene una relación guay o nefasta con su amor, pero como la vida loca es así,
la vida del espectáculo exige mucho esfuerzo, vas y le dices a tu amor, oyes,
¿y si nos vamos a una isla, dejamos de vernos unas semanas, entras en contacto
con tíos y tías de almanaque, te dejas sobar o no, te dejas camelar o no,
incluso te metes en la cama o no, y a ver qué pasa? Si vences la tentación, lo
nuestro va en serio. Si caes en ella, que te den. Es La isla de las tentaciones, es lo más cercano al gilipollas
integral que juega con fuego. La isla de
las tentaciones es un programa de una perversión magistral. Todo está
diseñado para que salten las costuras de la relación, o al menos para pasar
unos malos ratos del copón, y sin necesidad. Presenta la cosa la cantante Mónica
Naranjo,
que también festonea con sus gritos parte de la banda sonora. Ella, en modo
señora, en vez de hacer de alcahueta, de junta corazones, lo que viene siendo
la Celestina de toda la vida, es una bruja mala que pone las condiciones –casa,
piscinita, tumbonas, césped, arena blanca, cocoteros, bebidas, música,
comentarios, observaciones- para que el amor salte en pedazos y las relaciones
se vayan a la mierda. Telecinco, digo, está en todo. Carlos Sobera recibe con palabritas del niño Jesús y con la ceja
levantada a los comensales de First dates
por ver si además de comer se comen a besos y se hacen pareja. La isla de las tentaciones, en el otro
lado del mundo, en la cara oculta de la luna, trabaja para todo lo contrario,
trabaja para que salten las costuras, para que los celos incendien la relación,
para que nadie crea que las cosas son para toda la vida, vamos, para mandar a
tomar por culo una pareja. Sandra
Barneda, que también tiene vela en este entierro, se encarga de los debates
del programa –qué sería de estos estercoleros si no hubiera debates, encontronazos,
gritos, lloros, insultos-, ella, digo, como en su día Mercedes Milá con su experimento de Gran Hermano, lo que desea es “abrir un debate social sobre el
amor”. Enternecedor. Sobre todo viendo a las lagartas y a los chonis elegidos.
Vamos con ellas y ellos.
Pirotecnia programada
Como suele pasar
en las primeras entregas de estos concursos, es decir, plataformas de
lanzamiento de buscadores de fama, de tocarse el tocomocho de plató en plató,
de ir adquiriendo la categoría de eminentes prescindibles, de conocidos
mediocres, hay un tiempo dedicado a presentar a los participantes. La noche del
estreno, con las parejas a un lado y con “las tentaciones” al otro, tentaciones
que estaban a oscuras para potenciar el efecto sorpresa hasta que se hizo la luz
y un ohh invadió Villa Playa, estuve a punto de echar la pota escuchando las
majaderías de unos y de otras. Una tal Katerina
camina hacia el punto G del foco de cámara para decir, casi entre lametones,
que es modelo rusa y que “mi cara ha salido en todas las revistas del mundo”.
Un tal Julián dice tener 25 años, ser
el empresario más conocido de Valencia, y que a pesar “de tener esta fachada
irresistible, tengo un corazoncito con muchas ganas de enamorarse y convertir
el Caribe en mi paraíso” y, como los toreros o las folclóricas, que viene a ser
lo mismo, guiña un ojo al girarse, sin duda satisfecho por su ocurrencia. Otro
es Joy, que señalando sus trabajados
bíceps, dice ser “el toro de Paraguay”. Pero el que más me mató por lo
trabajado de su presentación es un tal Lewis,
25 años, de Tenerife, sulfero. ¿Alguna se quiere subir en mi tabla? Y mirando
al respetable en un silencio dramático, callose y largose con andares de potro.
Las parejas enmudecieron. Yo, por poco muero con el ataque de risa. Además de Katerina
en el apartado de jacas en exhibición está una tal Andreína, con las tetas a la altura de las amígdalas, que asegura
que su chico ideal es, “por supuesto, uno que me atraiga en lo físico, pero
sobre todo en lo intelectual”. Con un
par. ¿Ha dicho intelectual? Creo que es suficiente. Lo cierto es que con este
material pirotécnico tanto las tentaciones con chichi como las tentaciones con
rabo, todas hervidas a fuego lento bajo parámetros intelectuales, se encargarán
de dinamitar la pareja que, insisto, para qué cojones ha ido a la puta isla. Un
último apunte. Para afinar más en el sentido intelectual que tanto adora
Andreína, la mayoría de participantes, sean parejas o tentaciones, provienen de
ediciones pasadas de Gran Hermano, de
First dates o, por dios no digas más,
de Mujeres y hombres y viceversa.
Supervivienta
Son, para
resumir, profesionales del submundo. Así es que cuando la médium del mal, la
tonta útil del sarao, doña Mónica Naranjo, se pone intensa y asegura que todo
lo que pasa en la isla es de verdad, se me descuelga la carne, y sé que
tentaciones como estos programas basura no me tientan lo más mínimo, ni siquiera
para reírme, única manera de ver a estos sujetos con ansia de cutre fama. En la
entrega de esta semana en Cuatro las costuras de las relaciones ya han saltado
por los aires, tal como estaba previsto en el guión gracias a los montadores
del equipo que seleccionan escenas con que chinchar el corazón de la pareja. La
que me ha decepcionado ha sido la ex presidenta mangui de Madrid, doña Cristina Cifuentes. Mira, Cristina, con
cariño te lo digo, no entiendo tu rechazo a ir a Supervivientes. Si te sientas frente a Jorge Javier y te haces un Sábado
de Luxe, a la mierda el orgullo, húndete en la tentación, tírate del
helicóptero y conviértete en la Pantoja de
la política. Lo dicho, La isla de las
tentaciones, para quien tenga la tentación de creer que los paraísos no
pueden ser artificiales, y lo son, vaya si lo son. A la propia Mónica Naranjo
le pusieron la tentación y cayó en el fango y la niebla.
La chispa
Alberto Chicote
El cocinero con
pinta de morlaco Alberto Chicote, que embiste como un miura al olor de los
fogones más infames, ha vuelto a salir a la calle en su papel de benefactor del
pueblo. Ya lo hizo en ¿Te lo vas a comer?
denunciando los menús de residencias de ancianos y hospitales públicos. Ahora
ayuda a personas con Síndrome de Down y otras discapacidades en Auténticos –miércoles, La Sexta- a
realizar sus aspiraciones.
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