Toma salami
(Artículo publicado el martes, 6 de agosto, en diarios de grupo Prensa Ibérica)
Me
da asco el nombre, o mejor, su intención. Salami es un tipo de salchichón, pero
si a un programa de televisión se le llama Toma
salami la cosa cambia porque mi sucio coco sólo ve guarradas. Y no, si
quiero salami, lo busco, que no quiero porque creo que este embutido lleva
mezcla de vacuno, carne que rechaza mi paladar desde chiquitillo, así que ni el
olor soporto. Como nombre de programa también me alerta. Si algo se llama Toma salami, se emite en verano, y ese
algo está en Telecinco porque hasta las arañas de los equipos de Gran Hermano
o Supervivientes tienen
que descansar, la cosa no pinta bien. Si el embutido salami, primo del
salchichón, mezcla carnes, Toma salami
hace lo propio, así que ya saben, Toma
salami se cocina con material de la cadena recuperando viejas glorias,
momentos inolvidables que deberían de olvidarse, y escenas de series que
marcaron si no una época sí al menos la prehistoria de nuestra ficción.
Es,
para explicarme mejor, como el Viaje al
centro de la tele de La 1, pero echando la caña de pescar en el archivo de
Telecinco, que no, no es TVE. Si Viaje al
centro de la tele cuenta con la voz de Santiago
Segura –a pesar de mi aversión es preferible a ese torpe, inadecuado,
estúpido TVemos, lerda sucesión de
vídeos de Youyube con que la tele pública despacha la parrilla hasta el
programa estrella de la noche-, Toma
salami echa mano de Javier Capitán
como narrador. Hay quien viendo Toma
salami pueda hacer palmas con las orejas viajando al 2000 para ver por
primera vez en Telecinco a Mercedes Milá
manejando la barca de aquel “experimento sociológico” que nacía con Gran Hermano. Pero yo me voy de vareta
sabiendo lo que vino después. Y así todo.
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