A los 80
(Artículo publicado el domingo, 11 de agosto, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Nada
está perdido, todo está por llegar. Incluso a los 80 años. Es lo que trata,
entre risa y risa, de demostrar Por el
mundo a los 80, nombre descriptivo de programa donde los haya que emite
Antena 3 los jueves por la noche. La cosa va de lo siguiente. Un grupo de
octogenarios quieren si no recuperar el tiempo perdido, falacia que sólo es un
bello pero trágico imposible, sí al menos echar una canica al aire, un soltarse
la melena, un darse el gustillo que quizá hasta ahora no pudieron darse, y para
eso nada menor que irse de viaje para descubrir mundo. O sea, estamos ante un
formato que mezcla varios formatos, el de la convivencia con mayores y el de
viajes. No van solos. Va el tío de las campanillas, el guasón titulado Arturo Valls, cara de la cadena que
encaja muy bien con el espíritu del programa, que huye del drama, aunque a
veces salten chispas en los ojitos de los participantes porque a veces, aunque
todo es un ji ji ja ja, “la procesión va por dentro”, y se echa de menos a
quienes les faltan en su vida.
Está
claro que en sus visitas a países lejanos
-la pasada semana fue a Japón, a Tokio en concreto, donde una de las
señoras emulaba la forma de hablar de las chicas japonesas que le sirvieron el
desayuno haciendo el sonido chi, chi, chi, ay, parecen ratillas cuando hablan,
decía- hay que resaltar la sorpresa, el choque cultural, la comedia de la
situación y la frescura de los comentarios sin filtros de los viajeros. Si
viajan a Japón se destacará el perfil
gigantesco de Tokio, su envolvente tecnología conviviendo con sus milenarias
tradiciones, y si lo hacen a Méjico habrá guacamole y mariachis. Por el mundo a los 80 es lo que es, un
formato agradable que no superará la barrera del verano.
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