Mediocre decadencia de TVE
(Artículo publicado el domingo, 28 de junio, en diarios de EPI PRESS)
El mayor
problema para solucionar un problema es no ver que hay un problema. Si tú
reconoces que bebes más que los personajes de Amar es para siempre, que no paran de echarse al coleto hasta el
agua de los floreros, ya estás encaminado, dispuesto a imponer una estricta ley
seca en tu garganta o a engrosar el grupo de los alcohólicos anónimos. Todo el
mundo sabe que esto es así. Sea el problema que sea y se dé en el campo en que
se dé. En TVE también. Pero la tele y la radio públicas van muy atrasadas. Aún
no han visto el problema, o dicen no verlo. Es decir, les falta mucho para
solucionar el lío. Y lío, hay. Por si faltaran manos para embarullar el
ambiente llegó con su simpleza y vaguería habitual para encarar los asuntos Mariano Rajoy, que despachó el problema
de RTVE apoyando como un cretino ciego a su presidente, José Antonio Sánchez al decir que aunque el presidente de la
corporación vote al PP no afecta a la independencia del medio público. Desde el
propio José Antonio Sánchez al director de informativos de TVE, José Antonio Álvarez Gundín, se partirían
el lomo retorcidos con la ocurrencia del jefe supremo. No hay más que ver el
tratamiento informativo que se le está dando a los primeros días de gobierno de
Manuela Carmena en el ayuntamiento
de Madrid. El día que saltó la noticia del “tuit” de Guillermo Zapata y sus bromitas con la ceniza de 600 judíos se
empezó a disparar a la cabeza de la alcaldesa con balas informativas de más de
10 minutos y con el honor de abrir sumario, lo nunca visto para casos de
pestosa corrupción del PP. Hoy por hoy, el ayuntamiento de Madrid casi se ha
convertido en sección del Telediario.
Todo interesa, por muy nimio que sea si es para poner a caldo a Carmena. Pero
esta es la cara evidente, la que se nota en cuanto pones La 1. Sabes que esa
información está amañada, que no es independiente, que sí tiene que ver lo que
vota el presidente del cortijo con el tufo a olla podrida que sale por la
ventana de la casa.
La tele de Zapatero
Lo menos
evidente, aunque sea su consecuencia, es otro tipo de dolor, es la constatación
de la muerte lenta hasta una irrelevancia notoria, de la tele pública. Sólo hay
que fijarse en los últimos programas puestos en marcha por La 1. Desde su
concepción, apuntaban maneras. Ese tipo de televisión sólo se le ocurre al
enemigo. Lo que ocurre es que quien imaginó que José Luis Moreno podría resucitar la noche del sábado resucitando
la tele de hace décadas no es un enemigo de fuera sino un enemigo interior. Son
los peores, y eso lo sufre el propio PP, que tiene dentro una cosa llamada Esperanza Aguirre. Como era de esperar La alfombra roja Palace –nombre
alambicado, estúpido, trillado, rancio- no aguantó ni cuatro pases de modelos,
aunque sí dio tiempo a sentir el sudor atroz del bochorno al ver al cantante Francisco encabezando una pantomima
folclórica de valencianismo insultante. Otra apuesta que rodó por el
despeñadero de los fracasos, como si alguien esperara otra cosa, es la apenas
cancelada vuelta, cancelada también por baja audiencia, es decir, por
indiferencia ciudadana, de Ernesto Sáez
de Buruaga, que ni siquiera se preocupó por renovar el corte de sus trajes,
de un clásico turbio, igual que su papel como moderador, de un vigilante
vehemente para que nada escapara a su ojo y los testimoniales discrepantes de
plató salieran por peteneras hablando mal del partido. Era todo tan grosero que
Así de claro no lo veía ni la familia
de los que lo hacían. A la calle. Otro fracaso. Esto hay que arreglarlo, decían.
Decían, cuando irrumpieron en la radio y televisión públicas en tromba, que
había que “arreglar el desaguisado de la tele de Zapatero”, la mejor época de la televisión pública jamás vista
nunca en nuestro país, la más independiente y premiada por público, crítica, y
organismos internacionales.
La tele de Rajoy
Ver hoy las
tardes de la televisión pública es un dolor. Ni siquiera trabajos decentes y
dignos como las series de sobremesa Acacias
38 y Seis hermanas resaltan
porque están en un medio, La 1, irrelevante, desmontado a conciencia por quien
dice defenderlo. Sus tardes son un dolor. Mientras Más vale tarde le toma el pulso al país en La Sexta con Mamen Mendizábal y Manu Marlasca, y emiten en directo aquello que es de interés
político y social, nuestra televisión pública orbita espacios muy imaginativos
justo para lo contrario, y eso que su colega se llama España directo, con el simpático y molón Roberto Leal y la risueña Sandra
Daviú, que se columpian hablando del tiempo, de fiestas, de escapadas, y de
recetas. Un desatino. Tratando de levantar la tarde estrenó La 1 Jugamos en casa, el concurso de Los Morancos. Ya lo ha retirado. Otro
fracaso. Esta semana, después de las series, cine. O sea, una tarde mortecina en
la pública, sin chispa, grabada, sin vida. Son tan malos estos gestores que
apenas sirven para servir al amo. En el PP lo saben, y en el Gobierno también.
Les falla la comunicación, dicen. Lo demás, como dios, es decir, la decencia,
la mano dura contra la corrupción, el paro, las ayudas a los que no tienen,
todo eso va como la seda, así que falla la comunicación. Pues se pone al
depredador con piel de cordero y ojitos de conquistador Pablo Casado –tuitero feliz que hizo chistes con las víctimas del
franquismo, pero sigue en su puesto- y se quita al amojamado Floriano, se olvidan de TVE, y a ver si
se cuece de verdad el gran grupo mediático de la derecha que sirva de una puta
vez al Gobierno –Vocento, Cope, 13tv, y Unidad Editorial, publicaba el otro día
El Confidencial- para contrarrestar el efecto de las teles desafectas. Ya se
sabe que “donde hay una buena manipulación informativa no es necesario el
fraude electoral”, decía El Roto en uno de sus certeros latigazos. Así es.
Mientras, asistimos con un dolor no disimulado sino aireado a la mediocre
decadencia de la televisión pública de Rajoy. Qué pena.
La guinda
Gran lección
Te voy a dar un
consejo. Para que realmente sean útiles tus preguntas, hay que esperar a que te
las pueda responder, le decía con su temple proverbial en este tiempo de calambres
Manuela Carmena a una no
impertinente Ana Pastor sino a una
maleducada periodista que desprecia la respuesta de la invitada como si lo que
de verdad importara es su pregunta, un ejercicio perverso y pervertido del
periodismo.
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