domingo, 5 de julio de 2015

Maldeojos. Huevos de oro



Huevos de oro
(Artículo publicado el martes, 30 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Literal. Nazario Conchuza, un salvadoreño de 17 años que vive en Los Ángeles, llevó a la práctica la tradición maya de dorarse con pinturas algunas partes del cuerpo, una especie de ofrenda viva para venerar y agradar a los dioses. El capullo éste seguro que jamás oyó hablar de los mayas, ni de más dioses que sus santos cojones, y lo único que quería era ganarse a pulso el apodo que se había puesto a sí mismo, Pelotas de oro. Este descerebrado formaba parte de la mara Salvatrucha, un grupo organizado de extorsión cuya estética se caracteriza por tatuarse hasta el cielo de la boca –literal-. Nazario quiso de verdad tener los huevos de oro, y se los bañó con ese metal. El imbécil no pensó que sería imposible soportar la leche ardiente y dorada cuando llegara a sus bolas de cretino. La espichó. ¿Es legítimo alegrarse por saber que el mundo tiene a un hijo puta menos?

      La otra mañana, las reinas de la mañana, Susana y Ana Rosa, al mismo tiempo, en una fabulosa sincronía, como si se tratara de un ballet bien coreografiado, podía uno saltar de una cadena a la otra sin perder ripio. Las dos contaban la misma historia. La historia de un disparo, el disparo entre clanes de un barrio de Almería, El Puche, uno de los más duritos para vivir. Una niña de 9 años, que veía la tele tumbada en su sofá a las 3 de la tarde, resultó herida porque la bala entró por la ventana y atravesó la espuma del sofá. Desde el plató alaban el trabajo de la reportera de Espejo público porque está en la casa  atacada y con delectación enseña la entrada y salida del proyectil metiendo el dedo en el orificio dejado por el disparo. La calle se llama, para redondear estas realidades que parecen ficciones, Virginia Woolf. ¿Quién coño es Virginia Woolf, y los mayas?

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