lunes, 15 de julio de 2013

Maldeojos. Juanra lo sabe



Juanra lo sabe

      Van más de 200 emisiones de Lo sabe, no lo sabe. En estas entregas, que emite Cuatro después de las noticias de la noche, han recorrido pueblos y ciudades españolas plantando el chiringuito móvil en calles, plazas, playas, rincones. El concurso es de lo mejor que emite ese ahijado pervertido ya sin remisión por Mediaset, con programas chillones, vulgares, tontos, programas que entienden el entretenimiento como el retrato manipulado de una realidad monstruosa. Lo sabe, no lo sabe no es así. Entretiene sin herir. Es un concurso que aún resulta fresco, vivo. Su mecánica es simple. Se pregunta a los concursantes, pero sepan o no la respuesta, será alguien que pasa por allí quien la tenga que dar, dejando claro que acertar no siempre significa ganar. El equipo, a estas alturas de la emisión diaria, es un zapato que se pone sin dolor. Está ahormado. 

      Y también a estas alturas, aunque vuelvas a verlo de vez en cuando, sigue intacta la sensación que uno tuvo al principio. La clave de este éxito –no es un bombazo, pero sí mantiene una audiencia fiel que está en el promedio de la cadena- es complejo, como todo en televisión, pero está claro que una tajada gorda se la debe a su presentador, a Juanra Bonet. No ha perdido ni un poquito de su impronta, de su naturalidad, de su capacidad para la empatía, de su gracia, de su aplicada ironía que jamás va más allá de las buenas formas. Sabe lo que hace, y lo hace bien. Se nota cómodo, se lo cree, y todo eso llega a casa. Como tiene que ser. No es extraño, por tanto, que cuando le preguntan por su trabajo diga que ni loco lo dejaría. Hace bien la dirección de la casa en darle un poco de aire en verano y dejar que descanse. Es bueno para ellos y para la audiencia. 

Instante callejero de la grabación de una entrega de Lo sabe, no lo sabe. Juanra Bonet conserva una naturalidad muy agradable, y su capacidad para la empatía hace que en casa no moleste su presencia.


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