jueves, 22 de octubre de 2015

Maldeojos. Camilo Sesto



Camilo Sesto
Artículo publicado el jueves, 15 de octubre, en periódicos de EPI PRESS)

      Antes, hace unos años, había un cantante muy conocido que se llamaba Camilo Sesto. Ahora hay un cantante que se llama Camilo Sesto y no conoce nadie. Pobre Camilo. Camilo dejó de ser Camilo el día que fue abducido por la atracción fatídica, irreversible y adictiva del bisturí. Pobre. Él, coaligado con cirujanos con alma fría de chacal, acabó convirtiéndose en un monstruo. Eso es lo que yo siento cuando lo veo. Estoy seguro al cien por mil de que no es su opinión. Es más, estoy convencido de que cuando este hombre se mira al espejo no ve lo que yo veo, no ve lo que ve la gente. Camilo Sesto no ve al tipo patético que hoy es. De verse como lo cuento, de saberse deforme, sin expresión, convertido en el muñeco de cera que nadie quisiera ser, no acudiría a la tele. Si lo hace es para exhibirse como la que desea que le alaben sus nuevas tetas.

     La imagen de Camilo Sesto cuando irrumpió en el plató de ¡Qué tiempo tan feliz! fue de las que dejan sin palabras a la más dicharachera. Qué bien te veo, dijo María Teresa Campos, palabras que sonaron a chufla, a ironía refinada de anfitriona un poco lagarta. Mientras, el artista, antes de sentarse, se pavoneó ante el público, se quitó la chaqueta con estudiada desgana, se dejó caer, y dejó que la otra le soplara al oído mentiras sobre su inmarchitable belleza. Cuando el realizador escogió un plano corto del invitado, la audiencia, yo, dio un respingo como el que escucha a Julio Iglesias, atirantado con más tacto, diciendo que lo que diga el ministro de economía, Cristóbal Montoro, le importa tres cojones. Un primer plano de Camilo Sesto es lo peor que se le puede hacer a Camilo Sesto. Lo que dijera o dejara de decir desde ese momento ya no importaba nada. 
No creo que hagan falta comentarios.





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