martes, 16 de junio de 2015

Maldeojos. Emilio Lledó



Emilio Lledó
(Artículo publicado el domingo, 14 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Titular una columna cuyos contenidos giran en torno a la televisión con el nombre de un tipo del mundo del pensamiento como Emilio Lledó es tan extravagante como ver sentado al propio don Emilio junto a El Gran Wyoming para ser entrevistado en El intermedio. Primero fue la sorpresa, luego la satisfacción, el placer, el suspiro de alivio, el intenso disfrute de haber estado ahí para ser testigo del momento. Y luego la certeza de que la tele es lo que es, pero podría ser de otra manera, o sea, que nos dan gato por liebre. La presencia en El intermedio de Emilio Lledó, jovencísimo y coqueto  premio Princesa de Asturias de Humanidades –no, le dijo a Wyoming en su presentación, no tengo 88, aún tengo 87 años- me supo a poco, me supo a esos postres que dosificas con cucharitas de juguete para alargar el placer de degustarlos. Emilio Lledó demostró que al espectáculo y al entretenimiento, tal como se entienden en la televisión actual, o sea,  mezcla fatua de banalidad y carroña, infantilismo y dirigismo consumista, grosería y audaz erección de modelos sociales –está calculado el término-, se le puede dar la vuelta para que la reflexión y la lucidez, el amparo de la cordura, el estímulo para fomentar la actitud crítica del espectador ocupen el lugar que merece. Ya se ha hecho conocida la frase del académico cuando días antes de la elecciones del 24M decía que “ojalá regrese la cordura”. Hace un año el filósofo pasó por El objetivo, también en La Sexta, donde dijo, en el escaso y encorsetado ritmo al que está sometido el tiempo en el programa de Ana Pastor, que somos lo que hemos sido. La misma frase la repitió en El intermedio. La misma sensación de rapidez, de coito acelerado, de visto y no visto tuve escuchando al sabio zarandeado por los tiempos de la tele, que nada tienen que ver con el tempo del espectador. ¿Cómo justificar el corte grosero a don Emilio para irse a publicidad?
Emilio Lledó a su paso por El intermedio


Cállate, puto chino

      Eso demuestra que la propia televisión, como los escorpiones, es incapaz de dejar de ser televisión ni por un segundo. Cuando una cabeza como Emilio Lledó visita un programa informativo como El intermedio no se le dice al invitado que detenga su pensamiento y siga su reflexión después de la publicidad. Eso se le dice a Leticia Sabater cuando va a Sálvame de Luxe a hablar de su nuevo himen, de su ensanchada vagina, de su nuevo coño. A la Leticia esta se le puede cortar mil veces porque el flujo de su pensamiento es como el de Felipe Juan Froilán Marichalar y Borbón, adolescente bravucón, necio y absurdo, de sangre ignorante, que se cabrea en la fila del parque de atracciones para subirse a un artefacto y llama puto chino a un joven chino que le dijo que no se colara, a lo que el heredero a la Corona, –en cuarto lugar, pero heredero- contestó que no sabía “con quién estás hablando”. A estos mendas se les puede, y se les debe cortar. De raíz. Pues eso, que cortar a don Emilio es una bofetada, una provocación, un sacrilegio, como el polvo que echaron sobre el altar de la capilla de la cárcel privada Cruz del Sur la rubia protagonista Maggie Civantos y el moreno Roberto Henríquez… Pues se hizo. Por el pinganillo le dijeron a Wyoming que había que cortar, y justo cuando el invitado iba a hablar de la perversión del lenguaje por parte de los políticos, que lo adaptan a sus marrullerías, a su indecencia, y por eso nos enteramos de que Mariano Rajoy no tiene un problema de corrupción cuando quiere cambiar a Soraya Saéz por Alfonso Alonso sino un problema de comunicación para saber vender sus motos. Qué arte tiene mi niño. También lo dijo don Emilio, y muy clarito, la educación es la solución a todo lo que estamos viviendo.
Maggie Civantos, la rubia Macarena de Vis a vis, en Antena 3, y Berta Vázquez, La Rizos, en la cárcel de la serie, una producción que cada semana parece mejorar. Es un ejemplo -otro- del cambio en la ficción española.


Televisión de chichinabo

      Así es, salta desde La 1 Ernesto Sáez de Buruaga, convertido en las redes sociales en un Burundanga sin respeto ganado a pulso. Hubo quien pensó que Así de claro, la parodia de debate político en TVE, no se atrevería a tanto nivel de manipulación, a tan alto grado de sordidez tendenciosa, pero yo lo tengo escrito aquí. Van a por todas. El programa pertenecía –se lo han limpiado esta semana- al Grupo Secuoya, uno de cuyos altos ejecutivos es Jorge Sánchez Salazar, antiguo director de TVE en los tiempos de Aznar, el mismo grupo que está gestionando la autonómica de Murcia –el martes, 9, presentaron su programación, me temo que paleta, mortecina, y ensalzando unos valores caducos de una cretina e interesada identidad murciana o, mejor, murcianica-. Hay sitios a donde aún no sólo no llegó la cordura sino que se adhiere como una garrapata ver al espectador como gilipollas. Recuerdo las payasadas que tenía que hacer Aramís Fuster para mantenerse unos días más en algún plató. Ni sus propias videncias anunciaron su caída en desgracia. Claro que no hay que ser muy brujo para saber que si no pagas el alquiler, al cabo de unos meses te desahucian. Otro del submundo del espectáculo, Paco Porras, dijo lo que yo mismo sabía, que Aramís es una bruja de pacotilla. Siempre advertí en ella un lado turbio, soez y cínico, el mismo que advierto en algunos políticos, en algunos programadores, en algunas cadenas, en algunos que están ahí para trincar, en algunos a los que les importa una mierda la televisión de calidad, la que fomente la cultura como reflexión, no como payasada, no como burda exhibición de huertanos disfrazados –en el caso murciano-, una televisión de chichinabo, esa que hace de la salida y entrada de Isabel Pantoja un espectáculo indecente porque pone en valor justo lo que Lledó condena y detesta, una televisión que gangrena las neuronas hasta hacerlas útiles a quienes mueven el hilo desde despachos donde jamás ven sus propias cagadas. Ojalá el nuevo tiempo nos traiga la cordura necesaria para barrer sin miramiento a los que, sobre todo desde las públicas, hacen una televisión para ignorantes. Igual que Leticia, la ruda vedete de carretera, se ha puesto un coño nuevo, habrá que ir pensando en el cambio. Y que sea normal ver a los Emilios Lledós en los platós de la tele.

Pobre. Volvió como un Atila y ha salido de la pública, a donde jamás debió volver, como un conejito asustado. La audiencia se lo ha quitado de en medio en tres semanas por manipulador, dependiente del Gobierno, trasnochado, sectario y un sinfín de cosillas que hacían de Así de claro un bebedizo insoportable, dañino y tóxico.

La guinda
Censura
Me importa un truño lo que pase en Sálvame. Hace tiempo que no existe para mí como opción. Me da igual lo que hagan, digan, mientan, discutan o inventen sus trabajadores. Paz Padilla presenta a veces la ordinariez.  Pero resulta que a su novio, un tal Antonio Juan Vidal, lo imputan  por prevaricación –Operación Edu, en Andalucía-. Con otra gente se ha cebado el programa. Con éste callan por petición de la señora. Todo cuadra. 

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