viernes, 26 de junio de 2015

Maldeojos. Muertes



 
Muertes
(Artículo publicado el jueves, 25 de junio, en diarios de EPI PRESS)

      Si digo que ha muerto James Horner a más de un lector se le quedará la cara como si le digo que a la absurda Rosa Benito no le renuevan el contrato en Sálvame. Sin embargo entre ambos nombres –de antemano pido perdón por llevar tan lejos las relaciones- hay un abismo parecido al que vemos en la pantalla cuando representan un agujero negro. Yo tampoco sabía quién era James Horner, pero sí conozco, y me emociona, parte de su obra. Este hombre murió el otro día en un accidente de avioneta a los 61 años. Pero nos quedan bandas sonoras como la del “Titanic”, incluida la canción “My heart will go on”, la de Celin Dion, ese maravilloso pastelazo que suena mientras Di Caprio abraza en el pico del barco a Kate Winslet con el pelo al aire. Pero también compuso las músicas de “Avatar”, otra de James Cameron, y “Braveheart”, o “Alien, el regreso”.

      En nuestro país se nos murió también a las pocas horas Marujita Díaz. No la recuerdo por ninguna de sus películas, tampoco de sus canciones, y eso que cuando hablan de ella ponen trozos donde la he visto en su papel de tonadillera, pero jamás sentí algo parecido a la emoción. Nunca. Tampoco me hacía gracia, incluso me repugnaba, su habilidad para hacer chiribitas con los ojos moviéndolos en su cuenca. Marujita tenía en mí uno de los peores efectos que puede tener un artista, que no me la creía. Nunca. Por si faltara algo Marujita no envejeció con la dignidad que uno espera para sí mismo. Se entregó al más zafio y chabacano de los espectáculos convirtiéndose ella misma en carne de circo. Pasó por todos los programas basura, es decir, por Telecinco, vendiendo su decadencia de la peor manera posible dejando momentos de gloria con el pelanas Dinio

James Horner
James Horner, autor de la música de películas como Titanic o Avatar.

Marujita Díaz, víctima de sí misma. Tendría que haber una ley que prohibiera a algunas personas, sobre todo del rollo artístico, a atentar contra el recuerdo de la gente atentándose contra sí mismas de forma autodestructiva, como hizo en los últimos años de su vida esta señora. 

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