Maldeojos. Adrián Lastra

Adrián Lastra

(Artículo publicado el sábado, 10 de mayo, en diarios de EPI PRESS)

      Tal vez haya gente, quizá mucha gente, que no identifique el nombre con la actividad ni con la cara de su dueño. Despejo la posible incógnita. Adrián Lastra es un actor, y de los que pisan fuerte. Ahora lo podemos ver en Velvet, la serie de los lunes que produce Bambú para Antena 3 y, como es habitual en esta productora, con resultados notables de calidad. Es una gran serie que además tiene el respaldo del público. Sus tramas cuentan no sólo con la que vertebra la historia, es decir, con los amores contrariados entre Ana, Paula Echevarría, y Alberto, Miguel Ángel Silvestre. Esa tensión durará lo que dure la serie. Pero a su alrededor giran, y con fuerza propia a pesar de ser consideradas como secundarias, otras historias de amor y otros personajes. Y aquí irrumpe Adrián Lastra, al que apenas conocía y que cada semana me tiene más embelesado. 

      Me gusta su personaje, su inocente ingenuidad, su simplona incapacidad para entender a las mujeres, su nerviosismo, y sobre todo me gusta su manera de defender su personaje con maneras de gran cómico, de gran actor de comedia cuya mirada desangelada parece tan pura como pícara, nerviosa, como un ave, un actor capaz de no desentonar cuando la escena lo enfrenta al mismísimo José Sacristán –tampoco desentona, y es otra de las gratas sorpresas, el joven Maxi Iglesias, cuando está con Aitana Sánchez Gijón-. La serie está plagada, marca Bambú, de grandes actores, sean protagonistas o de reparto –estupenda Cecilia Freire como Rita, enamoriscada de Pedro-, así que destaco a Lastra, y es merecido, pero de paso hay que alabar el olfato de Sara Bilbatúa, directora de reparto de Bambú. Alabado sea, señora.

Apenas podía ubicar a Adrián Lastra antes de Velvet, cuyo personaje -Pedro- me ha descubierto a un gran actor dotado para la difícil comedia y, llegado el caso, para rozar con sensibilidad personajes más oscuros. Forma parte de un elenco de grandes actores que dignifican el segundo escalón de las historias.