jueves, 25 de abril de 2013

Fotos sin salir de casa. En su memoria. Jueves, 25 de abril de 2013



En su memoria

      Creo que a la misma hora en que una paloma se posaba en la baranda de ladrillo de mi terraza, moría un niño del pueblo. Me enteré más tarde, rondando las once de la noche. Pero al parecer el accidente tuvo lugar al atardecer. Se dice que fue un golpe seco, de esos que no dejan opciones. El adolescente de 14 años salió disparado volando por encima de su bicicleta, arrastrada por el impacto del coche. No sé quién es. No sé cómo era el muchacho, no lo conozco. Pero las noticias en un pueblo de 2000 habitantes te van tallando una realidad a veces engañosa, otra, exagerada, quizá con datos añadidos, hasta que todo encaja y te haces una idea de cómo fue, de qué pasó, quién hay detrás de ese dolor. No le pongo cara a los padres aunque alguien cercano a ellos vive ahí lado, vecinos a los que saludas a diario. La conmoción ha sido general. Ese tipo de hechos que te paralizan por segundos.

      Hoy, mientras familiares, allegados, amigos, y conocidos esperan la llegada del cadáver al tanatorio, cientos de personas se preparan para pasar el día en el campo, a la vera del río, en las choperas, y atarán entre dos chopos una cuerda para que los niños se mezan, y se habrá preparado las tortillas, la carne con tomates, las ensaladillas, el queso, el lomo, el chorizo y el salchichón. La gente se va de sanmarqueo. Quizá ese chico tenía planes para hoy, para salir con sus amigos, para echar el día en el campo. Pero todo se truncó de golpe en un instante. Ese muchacho ya no está. Creo, o quiero creer, o me gusta creer, que en el momento de su partida una paloma se posó en mi terraza y echó a volar cuando se dio cuenta de que la miraba detrás de la ventana del estudio. Sé que es una tontería, un invento poético, quizá una cursilada. Pero no está mal dulcificar el día y un dolor que te pilla de soslayo pero que hacemos nuestro al instante, con algo que alivia lo que no tiene remedio. 

A punto de partir, la paloma estuvo unos segundos parada en la barandilla

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, Nieves, es un texto escrito desde el corazón, sin corregir, sin pensar. Hay dolores que aunque no sean tuyos los reconoces como propios porque imaginas el desgarro tan definitivo que provocan. Una pena.

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  2. Cipriano, te voy a contar una historia con respecto a ese crío que te demostrara que nada es casual en la vida. Hace un año me llamaron de una casa a sacar un enjambre, eran casi las 21 hs, para ahí salí, fui con mi caja, cuando termine la faena apareció otro casa enjambres buscando su primera oportunidad, era un hombre mayor que toda la vida se había quedado con el gustillo en la boca de ser apicultor como el padre. Una jubilación adelantada por problemas en la rodilla lo decidió a dar el paso, al llegar y ver la tarea terminada, note en él la cara de pena, le pregunte si quería las abejas por que yo no tenia donde ponerlas y asombrado dijo que si, hoy hace un año que somos socios y amigos ¿quienes somos? ¿que tiene que ver esto con el crío? pues somos el argentino y el calvo que te saco el enjambre de esa misma terraza donde hoy vuela la paloma, y la casa donde el enjambre estaba era la casa de ivan, allí lo conocimos, con esa sonrisa de crío, limpia, sin ambages,muerto de risa por el jaleo de las abejas y el miedo de su madre. Hoy su alma paloma eligió la misma terraza de las abejas. Algo tendrá tu terraza, algo tendrás vos, que se yo, nada en la vida es casual.

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    1. Ale, qué emoción. Se me han saltado las lágrimas leyendo esa historia. Es increíble. Hay casualidades maravillosas que no se explican con la cabeza, pero el corazón y los sentimientos son otra cosa. Yo también lo creo. Nada es casual en la vida. Fíjate, no sabía que el niño se llamaba Iván. Ni que el "calvo" era Enrique... porque supongo que te refieres a Enrique, ¿no? En fin, un abrazo, y gracias por esta preciosa historia.

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