Porque lo manda el guión
(Artículo publicado el domingo, 2 de febrero, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Que levante la
mano quien recuerde una sola vez, una, en la que Álex González – el de Un paso
adelante, Los Serrano, Motivos personales, o El Príncipe- haya salido en una serie
sin que a las pocas escenas no se haya descamisado para enseñar lo que hay que
enseñar o, mejor, lo que se puede enseñar. Él, a golpe de botón, se quita la
camisa y se queda en cueros de mitad para arriba. Es una ley que, sobre todo
desde que está en líos con Mediaset, es decir, con Paolo Vasile, se cumple a rajatabla. Ocurría en la aclamada El Príncipe, donde era el poli Javier
Morey. Y ocurre ahora en Vivir sin
permiso, que estrenó hace unas semanas su segunda temporada en Telecinco.
Tengo entendido que la producción de El
Príncipe echó a andar cuando el propio Vasile, revisando los guiones,
apuntó, es decir, obligó a meter carnaza en las escenas, y hacerlo cada diez o
quince minutos, pero así, con el reló en la mano, viniera o no a cuento, que
nunca venía, pero a quién le importa si como recompensa la pantalla se llenaba
con el torso del actor, con su barriguita de mármol, con su cinturilla
esculpida. Que llegaba a casa, zas, camisa fuera. Que se acostaba con una
chica, zas, planos y planos, mogollón de planos, de sus brazos perlados por el
sudor, de sus tetillas, de su ombligo jadeante. De verdad, sin fallo, una cosa
matemática. Vean ahora Vivir sin permiso,
la serie del capo Nemo, que interpreta, como en El Príncipe, José Coronado.
Tampoco falla. Es la ley Vasile. Es la ley de las mamachicho prehistóricas. Sea
lo que sea. ¿O es que no recuerdan la imagen de Paula Vázquez presentando Supervivientes
con sus biquinis floridos y cascabeleros? Después de ella, todas en
biquini, desde Eva González o Lara Álvarez a Raquel Sánchez Silva. Eso sí, el año que, nunca sabré por qué,
presentó el programa de los que defecan detrás de los cocoteros Mario Picazo, el tío salió embutido en
camisas como de fuerza, y eso que el ex presentador del tiempo en Telecinco,
cuando dejó la cadena y se fue a correr mundo con Climas extremos –que estrenó La 2 en 2012 y de vez en cuando vuelve
a emitir- se despelotó, pero se despelotó nivel total, tapándose el pajarito
con las manos, para ducharse en una cabaña de madera en Oymyakon, el pueblo de
Siberia más frío del mundo, se decía en la entrega.
Cristo gay
No es malo ni
bueno ni humillante ni honroso salir en bolas, lo es cuando se hace como cebo,
cuando esa carne se enseña como reclamo, pero tampoco hay que ponerse locos ni
ponerse tiquismiquis. De un buen jamón disfruta la mayoría. Además, chitón, lo
manda el guión, punto pelota. Algo así debieron de pensar mientras trabajaba el
equipo de La primera tentación de Cristo,
una locura brasileña de Netflix en la que Jesús
es homo y después de andar por el desierto y sus privaciones vuelve a casa,
donde lo espera María, su madre, José, su padre, y el mismísimo Dios, su
verdadero padre, con un maromo, con su novio, una especie de Priscilla,
auténtica reina del desierto, aunque sin tanto tacón. El delirio es tan
monumental que en una secuencia llevan José, María, y “el tío Vitorio” a Jesús
a una habitación “porque tenemos que decirte algo muy importante”, Vale, no soy
tu tío Vitorio, soy Dios, le suelta Dios a Jesús. Eres un padre ausente, dice
rabioso José, que quería decírselo él de forma más suave. No es verdad, soy un
padre omnipresente que hasta ve cuándo te la cascas. Ay, por dios, eres muy
vulgar, le dice María a Dios, que tiene pinta de estibador con aires de hipster.
Las escenas en que el novio de Jesús resulta ser Lucifer con poderes malignos,
si eso, véanlas ustedes si quieren. Los actores son Gregorio Duvivier como Jesús, Fabio
Porchat como Orlando, o Lucifer, el novio, Antonio Tabet, como Dios, y
así hasta el director, Rodrigo Van Der
Put. Asociaciones cristianas brasileñas, tan sensibles que se han vuelto
locas poniendo denuncias por hacer bromitas con la fe ajena, deberían de haber
corrido a las asociaciones de cine, a las academias y por ahí para denunciar la
estupidez de la sátira religiosa, un ejercicio de fin curso de niños bien de
colegio de pago. Lo mandará el guión, pero La
primera tentación de Cristo no es siquiera una afrenta religiosa, es una
gilipollez gamberra.
Pin anti Segura
Una que no necesita guionistas porque su
cerebro es su propio guión es Mariló
Montero, que ahora ha puesto su quiosco en Canal Sur, y lo ha hecho con sus
cinco punto ces, es decir, con 5.C El
debate, así de lío mental lleva la señora. ¿Y qué narices, cáspita, coño,
pimiento, qué quiere decir eso de las cinco ces? Ay, ignorante audiencia
andaluza. Sólo una cabeza como la de esta eminente pensadora es capaz de caer
en esas cosas. Ahí va. En apenas cinco conceptos resume la navarrica lo que ha
de ser una buena tertulia, lo que ha de ser el periodismo de calidad –por
cierto, hablando de periodismo de calidad y tal y tal, ¿sabe alguien si su ex
maromo Carlos Herrera se ha marchado
ya a Somalia tras pedir asilo como prometió si llegaban al Gobierno PSOE y Unidas
Podemos?-. A las cinco ces, que me pierdo. La praxis periodística ha de regirse
por conocer, corregir, contar, comprender y contrastar. Las cinco ces. Emocionante.
Seguro que lo hace bien, pero no me tienta. Se llama prejuicios. Mis guionistas
me colocan el pin Mariló y yo, como un corderillo, no la veo, aunque se me
cuela en un vídeo de su paso por Todo es
mentira donde monta la olla frente a Risto
Mejide, que le afea que criticara que Pablo
Iglesias, su obsesión, y Alberto
Garzón, llevaran un pin antifascista el día que tomaron posesión como miembros
del Gobierno. ¿No está bien que sean antifascistas?, preguntó Risto. Al día
siguiente, parte del equipo apareció con su pin antifascista. Y una última
cosita a los/las guionistas de los Premios Forqué. Sus colegas obligan a Álex
González a enseñar carne, vale. ¿Era necesario contar para la gala con el
maleducado y sin gracia Santiago Segura?
Como Mariló, sólo tiene que enseñar su cerebro. Y sin guionistas. Servidor,
ante ellos, siguiendo con la moda del pin que censura y veta, siempre lo lleva.
La chispa
Daniel Grao
No acabó de quitarse
el polvo de los desiertos de Promesas de
arena cuando ya vemos a Daniel Grao metido y apaleado en una cárcel de
Colombia tratando de dar con el cabrón que secuestró a su hija en una playa de
Valencia hace 10 años en Perdida, que
emite los martes Antena 3. Es una creación de Natxo López, y sí, resulta una
serie entretenida, con buen ritmo, bien ambientada, y aunque es un tema
trillado, se ve con gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario