Sandra Barneda
(Artículo publicado el sábado, 31 de agosto, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No es que esta
señora, Sandra Barneda, la recuerde
como el paradigma de televisión de
primera, no es eso, pero tampoco la tengo ubicada en mi memoria como neto
personaje de la televisión basura. Ahora no tengo duda. Ha aprendido rápido.
Uno de los rasgos de esta especialidad, la de formar parte con brillo y
magisterio de la televisión basura, es manejar los bodrios, los desechos, la
sin sustancia, el humo y el invento, la nada, como si se tratara de una comida
excelente, un bocado exquisito. Es la técnica de solemnizar el detritus con
despliegue de gestos, silencios dramáticos y miradas teatrales para darle un
empaque de profundidad y valor. Es lo que hacen los grandes maestros del
género, lo que hace el gran Jorge Javier
Vázquez, Carlota Corredera –otra
que aprendió rápido-, el propio Carlos
Sobera, o la mismísima Ana Rosa
Quintana.
La señora
Barneda creo que dio el salto cualitativo en su carrera a la charca de purines
en la que hoy se mueve presentando De buena ley –una impostura que recreaba
juicios reales y polémicos con actores, aunque “este detalle” no se decía, y
sí, se manejaba con la soltura debida-. Luego saltó a La noria –de infausto recuerdo-, y se precipitó por los desagües
más infestos hasta coronarse con las ediciones de los debates de la auténtica
televisión basura en la órbita de los grandes hermanos y mamandurrias
similares. La suya ha sido una carrera lenta, pasito a pasito, sin grandes
codazos, sin ser una estrella del firmamento top, pero tampoco una don nadie
que anda por los platós. Es un poco más que una de segunda fila. Confirmo que
aprende con rapidez admirable. Véanla en Viva
la vida. Su elegancia y hueca solemnidad trasegando mierda es pasmosa.
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