Espejo bochornoso
(Artículo publicado el martes, 16 de abril, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Asisto con
creciente angustia, mal rollo y asco, a media mañana de ayer en Espejo público, a cuenta del crimen de Marta del Catillo en Sevilla en 2011 a
un espectáculo que me resulta agresivo, bochornoso, triste e insoportable, y
además notando que dicho espectáculo se admite con una normalidad enfermiza en
el sumario de este y parecidos programas. En el rótulo con el que presentan lo
que sucede en el set, además de otros recuadros con imágenes en un bucle sin
fin, llenando la pantalla con fárrago agobiante, se lee que asistimos al careo
entre el “nuevo abogado de El Cuco y El infiltrado”. A ver, El Cuco es un
niñato implicado en aquel crimen que ha cambiado la versión de lo que pasó
según el aire –no me hagan mucho caso, tampoco viene al caso que nos ocupa-. Y
El infiltrado es eso, un tipo que se metió en la familia del nene para pillar
cacho. O así.
El abogado del
menda es Agustín Martínez, que
también defiende al famoso grupo de ¿violadores? conocido como La Manada –estos
casos y estas defensas demuestran que sí, que todo el mundo tiene derecho a
eso, a defensa, y que hay abogados que hacen su trabajo y luego llegan a casa y
comen, aman a su familia, y hasta pueden dormir a pata suelta-. Hay aún un
personaje más. Es Nacho Abad,
experto del programa en la cosa sucia, en la cosa del semen, la sangre, y la
parte oscura de la condición humana. Y ahí quiero llegar. El careo termina
siendo no entre el abogado y el infiltrado, al que, para dar mayor tensión
dramática presentan de espaldas y con capucha, sino entre el abogado y el
experto en sucesos. Tira y afloja, rifirrafe, verbo vehemente, tensión. Detrito
en la pantalla. Pobre Marta del Castillo. Su caso, como otros, es sólo un
relleno televisivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario