Eutanasia, ya
(Artículo publicado el jueves, 11 de abril, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Cuando Ángel Hernández, el marido de María José Carrasco que le prestó sus
manos acercándole el vaso con una solución de pentobarbital sódico para que
ella, impendida por 30 años de esclerosis múltiple que la dejaron no sólo inmóvil
sino dolorida y sin dignidad, pudiera poner fin al sufrimiento bebiendo a
sorbos la ponzoña, un equipo de El
intermedio, elegido por el matrimonio a conciencia, fue testigo de los
momentos que siguieron a esa solución final. La imagen de Ángel, enamorado
hasta el último minuto de su mujer, quebrado por la emoción, consiguió que
miles de espectadores notaran que allí no había nada de lo que algunos
políticos sin alma, que anteponen su moral y su fe a la razón y al amor,
proclaman con arrogante vehemencia asegurando que la eutanasia no puede ser la
solución para poner fin a ese drama personal.
Algún día se le
echará encima al dicharachero Pablo
Casado, que dispara ocurrencias e insultos a un ritmo endiablado, la frase
que soltó el otro día. No voy a impulsar una ley de eutanasia, dijo el
frescales para no ser menos que su hermano de sangre, el del mulo. Ojalá la
muerte de María José sirva para impulsar de una vez una ley necesaria por
humana que impida la crueldad de dejar en manos de familiares lo que debería de
estar en manos de facultativos, que es lo que quiere la sociedad, casi siempre
por delante de la legislación. En este festival de despropósitos y esperanzas
sale a escena otra mujer, Ramona Maneiro,
que ayudó a morir hace 21 años a Ramón
Sampedro, cuya historia dio lugar a la película Mar adentro, de Amenábar.
Ramona lo tiene claro, y lo explica con verbo duro. A la gente que se cree
católica, les dice, vete a tomar por culo, sufre tú.
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