lunes, 1 de abril de 2019

Maldeojos. Alberto Garzón


Alberto Garzón
(Artículo publicado el sábado, 30 de marzo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)

     Me estoy aficionando a Los desayunos de La 1, y no sólo porque sin aquel insoportable Sergio Martín, indigesto con una pronunciación parecida a la de otro cantamañanas como Javier Cárdenas, el formato que ahora presenta Xavier Fortes, que pone rigor y frescura a sus entrevistas, ha levantado el vuelo de la credibilidad sino por algo ajeno al programa, a sus contenidos, a sus invitados, a sus tertulianos. Resulta que la tele de tres al cuarto que tengo en la cocina sólo me permite ver dos canales, La 1 y La 2, sin más, y eso que hasta el antenista estuvo en casa, pero me costaba más el collar que el perro. Y como esa tele es de uso exclusivo a la hora del desayuno ni lo pensé. Que se quede así. Es decir, no tengo más remedio que ver Los desayunos a la hora del desayuno. Pasó el viernes Alberto Garzón, líder de Izquierda Unida y cabeza de lista por Málaga.

     De siempre me pareció uno de los políticos más sensatos, con un mensaje firme pero sin levantar la voz, sin sobreactuaciones, pedagógico pero sin resultar arrogante. Total, que uno de los tertulianos, escorado a la derecha mediática –no recuerdo el nombre- le hizo una pregunta de las consideradas incómodas, de esas que o no se responden, se esquivan o dan lugar a disertaciones sobre la oportunidad o no de dicha cuestión. Pablo Iglesias, de Podemos, socio de Izquierda Unida, es maestro en eso de repartir carnés de buen o mal periodista, con rapapolvo o caramelo, según. Ante la pregunta del tertuliano de Los desayunos, y con humor, alguien comentó que podría hacer un Josep Borrel –qué bien estuvo el periodista alemán diciéndole al ministro que él no estaba allí “para hacerle las preguntas que usted quiera”-, pero no, Garzón respondió, como tiene que ser. Buen tipo.


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