Yo
orbito, tú orbitas
(Artículo publicado el domingo, 31 de marzo, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
Orbitemos. Yo orbito, tú orbitas, él,
ella, orbitan. Y así. Ha vuelto Órbita
Laika, que se calle de una puta vez Íker
Jiménez. Ya sé que no tiene nada que ver la excelencia con la excrecencia
de un entretenimiento televisivo que fomenta la superchería, lo falsario y
lunático de este negocio, pero me gusta de vez en cuando meter bulla y pulla,
aunque ni siquiera roce el pelazo de Jiménez a lo Puma o los dientes magníficos
de la comandanta de la nave del misterio, doña Carmen Porter, que lleva en la órbita del tocomocho de la ciencia
chunga, contándonos milongas de voces raras, sombras alargadas en la noche,
muñecos vivientes, o dibujos fantasmagóricos más tiempo que algún partido
buscando el centro, y sin hallarlo. Ha vuelto Órbita Laika, y en verdad en verdad les digo que es un placer, que
La 2 se ha hecho más luminosa, que los lunes por la noche, después de la
entrega de Ese programa del que usted me
habla, cobran sentido si te dejas recostar en el sofá, apartas lo demás, y
te meces en el mundo maravilloso que propone el equipo del programa. Esta
semana han tratado en profundidad la música, y de hecho, agitando no la bandera
para tapar miserias, carencias, o repartir carnés de español y muy español sino
la bandera del humor, se ha llamado De
Mozart al perreo. Fue magnífico. Se habló de la música como emoción, como
terapia, como conquista humana, se habló de matemáticas, de armónicos y de
ondas, de ruidos y de nuestro cuerpo como máquina sonora, se habló de conexiones
eléctricas dentro de nuestro cerebro, y se habló de cómo esos fantásticos
chispazos activan algo que sólo tenemos usted y yo, la emoción. Y por si
faltara algo en esta temporada han puesto al frente a un larguirucho llamado Eduardo Sáenz que es la alegría de la
huerta de la divulgación. Alguien capaz de decir que “un medio público no puede
dar cabida a negacionistas porque iguala argumentos que no son iguales” merece
todos mis respetos ya que enfrenta ciencia y opinión, y más loco aún, ciencia y
fe.
Venganza
latina
En la órbita del toro, como esto siga
así, no hay dios que pueda comprar carne de torero, carísima y accesible solo a
bolsillos privilegiados porque el mercado es lo que es y los partidos de la
derecha se rifan a estos maestros de la faca sangrienta que da gusto, unos
camino de las filas del PP, otros engrosando el mosquerío arenoso del club del
tío del mulo. Creo que los líderes se han apostado a la puerta de las plazas
con un fajo de ideas añejas para atraer a estos rutilantes saltimbanquis
embutidos en trajes de colorines, y que Albert
Rivera se ha quedado sin torero porque el que tenía se le ha ido. Esto de
los fichajes de toreros es vertiginoso, más rápido que el papa Francisco haciendo la cobra del anillo,
eso de retirar la mano a velocidad diabólica para que nadie le bese la joya, el
anillo del pescador. Pero a mí me da que no hay humildad en el gesto sino
estrategia. ¿El Vaticano dando lugar a vídeos virales cuando su estricto
protocolo podía evitar la escena dando instrucciones precisas de que el anillo
del papa no se besa? Ahí hay gato encerrado. Risto Mejide, raudo como Francisco, habla con el torerito Miguel Abellán tratando de averiguar en
Todo es mentira qué aportará para
mejorar este país desde las filas del PP, y el torero, demudado, contesta
vaguedades sobre la órbita torera a la que “hay que proteger para que no
desaparezca”. Ole y ole. Viendo y escuchando esta sarta de necedades concluyo.
Una hora de Órbita Laika es más
llevadera y gloriosa que dos minutos de matraca vende patrias. Algún día,
aunque repitan tema, los de Órbita Laika
han de arremangarse las lorzas de la sensibilidad y volver a la música, o lo
que quiera que sea eso. Me explico. Como saben, el señor presidente de Méjico
ha enviado carta no sólo al mentado papa del anillo veloz –que lo retira de los
labios besantes por higiene, han dicho los altos curas del gobierno clerical-
sino a Felipe VI reclamando perdón
por los males cometidos en la conquista de América. Sobre la estrambótica carta
de Andrés Manuel López Obrador,
aupado a una repentina fama española de telediario y tertulia, capacitado ya
sin duda para formar parte de Gran
Hermano VIP o Supervivientes,
hasta Vargas Llosa le afeó que tenga
tantos millones de indios pobres, pero lo que me tocó el alma es la siguiente
reflexión que circula por Internet, “España sería lo que fuese en su día, pero
la venganza de Latinoamérica con el reguetón ha sido desproporcionada”. Ya
digo, que Órbita Laika ponga luz.
Derechita
cobarde
Que ponga luz el larguirucho Eduardo
Sáenz en el plató de su programa para explicar si el reguetón es una música o
lo que muchos tememos, una maldición, un castigo, igual que hace Josemari Aznar como macho alfa que es,
retar al de la mula para que, si tiene cojones le diga mirándole a los ojos eso
de la derechita cobarde, poniendo luz y calor paternal en el retoño, un Pablo Casado entre dos hombretones
ardientes que, como es sabido, del odio al amor sólo hay un sí, quiero, y el
del caballo ya le ha dicho a Aznar que sí, que cuando quiera se lo dice mirándole
a los ojos. Enternecedor. Si el encuentro es sin pistolas, ya digo yo que ahí
hay romance. Las órbitas machitas son muy raras. Al menor descuido se la están
midiendo. Por cierto, ¿sabían que Pablo Casado, perdonen la insistencia sin ser
Matías Prats, miente hasta a sus
hijos? El tragaldabas les ha dicho que no va mucho por casa porque participa en
un concurso. Podría ser tierno, pero sólo es cruel. Qué pena de niños cuando
sepan dentro de un mes que terminó el concurso y el padre no ganó. Y me voy
corriendo, que llego tarde a mi curso acelerado por correo de astronomía para
saber cuál es el lugar más lejano del universo, conocido o ignoto, al que poder
acercarme cada vez que hable la señora Inés
Arrimadas, no por lo que dice sino por cómo lo dice, con esa vocecita de
alfileres repipis. El lunes, en Los
desayunos de TVE, la vi un ratito y por poco tiro la tele por la ventana. Y
yo, detrás, orbitando como una perra loca.
La guinda
Matrimonios
infantiles
El reportero Antonio Pampliega firmó el
jueves un estremecedor y doloroso trabajo dedicado a los matrimonios
infantiles. Viajó a Afganistán –Informe
Pampliega, Cuatro- , resultando un documento bello en su forma y duro en su
fondo, además de retratar un país inseguro, sin libertad, difícil. Se agradece
que Pampliega no eche mano del morbo y el sensacionalismo en un asunto que, por
sí solo, ya te deja pegado al sillón.
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