La mamá de Motos
(Artículo publicado el jueves, 13 de diciembre, en diarios del grupo Prensa Ibérica)
No vi el
programa en directo. No vi la noche del martes El hormiguero. Me enteré ayer, al día siguiente de la gesta, de esa
leyenda real que dice que el espectáculo ha de seguir pase lo que pase. Lo
hemos escuchado mil veces a una actriz, a un actor, a un cantante. Da igual lo
que pase en tu vida, da igual lo que le pase a quien quieres. Por la noche, por
la tarde, el telón sube, y tú has de ir a trabajar y poner en práctica la ley
que dice que “aquí se viene llorado”, o
“follado”, como decía deslenguado y por otras cosas el hoy desaparecido de la
pantalla José Manuel Parada. La
gente que siguió en directo el programa de Pablo
Motos no se enteró hasta el final. Todo empezó como siempre, con el baile a
modo de saludo del presentador y su equipo hasta el beso final en la frente del
calvo. Luego Pablo salió a la pista y dijo “ha venido a divertirse al
hormiguero mi amor platónico, Paula
Pausini”, que fue la invitada del día.
La noche del
martes fue un programa más. La cantante italiana conoce el espíritu del formato,
su ritmo, las claves, y dio el juego esperado –más de dos millones y medio de
espectadores, el tercer programa más visto del día-. La magia, el concurso, la
ciencia, en fin, el despliegue acostumbrado en este show nocturno para consumir
sin sobresaltos. Hasta que, apenas en los últimos segundos, Pablo Motos soltó,
“voy a ver si soy capaz de decirlo, hoy le quiero dedicar el programa a mi
mamá, que ha fallecido esta mañana”. Si viendo en directo esa despedida la
audiencia se quedó helada, verlo en diferido, y sabiendo que su madre, Amelia Burgos, se había ido apenas unas
horas antes, te deja sin resuello porque nada en el hijo lo advirtió. En la
despedida sí lloró, y yo también.
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