Todos tarados
(Artículo publicado el sábado, 7 de febrero, en diarios de EPI PRESS)
Ojo
por ojo, pene por pene. Es el nivel de Gym
Tony. Se lo explico. Gym Tony es
una serie diaria que pretende hacernos reír. Perdón, descojonarnos. La cosa
sucede en un gimnasio en el que, viendo lo que se ve, van los tarados de la
ciudad que interpretan los peores actores del país, y eso que son acreditados
cómicos. ¿Dónde los han escogido? ¿Quién les da la pauta de actuación? ¿Quién
está detrás de esa ridícula exhibición de gritos, gestos exagerados de
principiante, voces deformadas, que molestan como un coro de gallinas? Hay que
estar muy seguro de que el público al que te diriges está a la altura del truño
que le has preparado, una estúpida pasarela de arquetipos. El gordo, el salido,
la tonta, la salida, el plumero, el feo, el salido, la zorrilla, la ingenua, el
salido, el embaucador, da igual, todos salidos, todos tarados.
En
el cuadro de artistas, Iván Massegué,
Tony, el dueño del gimnasio, Antonia San
Juan, Berta, la recepcionista y señora de la limpieza, Santi Rodríguez, Velasco, adicto al chismorreo, David Amor, Tito, entrenador guaperas y
lelo, o Usun Yoon, encargada del
yoga y otros orientalismos. Basten estos nombres para demostrar que no son ni
desconocidos ni primerizos. Pues fatal. Abochornan. Da mucha rabia que cuando
los guionistas firman una de humor recurran no al trazo grueso sino al salivazo
tosco, al tortazo verbal. Tienes que pagar un impuesto de sudor, le dice Tony
al cliente seboso del local. ¿Impuesto de sudor?, responde el gordo, pero si yo
aquí sólo como y cago. Qué graciosos son los jodíos. El millón que ve Gym Tony disfrutará como un cochino. Yo
no estoy en la lista.
Así es. Es lo que parece. Todos zumbados. Esas caras, esos gestos, esas poosturas. Y porque no se oyen. Cuando hablan, es decir, cuando chillan, es peor. |
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