Arús
con leche y gasolina
(Artículo publicado el domingo, 9 de setiembre, en diarios del grupo EPI PRESS)
A
ver si a la vejez me va a gustar Alfonso
Arús. Lo digo porque nunca me gustó. Lo repito. Nunca. Y no me pregunten
por qué. Es de esos tipos a los que se les toma ojeriza sin conocerlos de nada,
o sea, como se conoce a la gente de la tele. Como se te atraviese alguien en el
gaznate, malo, ya no hay pizca de pan que te ayude a tragar la bola. No me
pregunten por qué, pero a lo largo de los años, muchos, que llevo comentando
cosas de la televisión, he ido acumulando una lista, aunque no muy gorda, de
gente a la que no trago. Es verlos y me enciendo. Me pasa con Paz Padilla. No puedo con ella. Como
comprenderán, no es cosa personal ya que no conozco a la señora, ni falta que
me hace. Digo que no la trago si asoma su jeta por la pantalla. Da igual lo que
haga. Da igual que presente Sálvame y
suelte sus sandeces o se tire en el colchón de látex junto a Joaquín Prat o aparezca estos días
anunciando el regreso de Mi casa es la tuya,
agarre como si fuera un pollón el zapatazo de Bertín Osborne, y con voz de deseo diga “ay, dios mío, si todo lo
tiene así de grande”. Pues nada, es más, lo que en otros podría hacerme gracia,
cuando lo dice esta potranca me repele. Me pasa con Santiago Segura. Que no, que no hay forma, que no me lo creo, que
siento que es un farsante, que no me creo sus caras, que me aburre su ego al
revés, es decir, tiene un ego que se lo pisa jugando a no tenerlo, es decir,
haciendo como que es consciente de sus carencias, haciendo como que se ríe de ellas,
pero qué va, el tipo es arrogante y no soporta que le desmonten la farsa. Nada,
no lo trago. Me pasa con el abominable señor de Olvido Gara. No soporto a Mario
Vaquerizo. Es tanto el repelús que ni siquiera voy a dar razones. El dios
de la tele y La 1 me vuelven a castigar metiéndolos en la presente edición de Masterchef celebrity que hoy arranca.
Digo que no soportaba a Alfonso Arús, que es a donde quería llegar. No me
gustaba el humor que hacía en los noventa. Ni él. Era otro de los que asomaba
sus dientes encalados por la pantalla, en contraste con su morenazo a lo Trump antes de Trump, y salía cortando.
Ahora, después de siglos de no verlo, aparece en las mañanas de La Sexta -¿hay
que decir madrugadas?- haciendo lo que venía haciendo en una tele catalana. Su
regreso se llama Arusitys. Y sí, se
ríe igual. Y sus dientes me siguen dando tiricia en contraste con su piel
achicharrada de rayos uva, maquillajes y barnices.
Grande María Llapart
Pero
venga, pongo el contador a cero a ver qué pasa. Me pongo a ver Arusitys, que llega a la cadena como
extraordinario telonero de Al rojo vivo,
como telonero de don Antonio García
Ferreras, más periodismo. ¿Puedo
volver un segundo a mis horrores favoritos? Puedo. Que dice Rafael Amargo –el de Granada, el
bailarín, según él bisexual y hetero, entero y redondo, ni maricón ni gay, o
sea, dios y el diablo, el tonto del pueblo y el listo del geriátrico, el que
asegura que dirigirá un ballet de los gordos y se lo venderá a una televisión
privada como si fuese un Gran Hermano-
que si él hablara “habría un golpe de estado, pero nunca lo haré, por eso
repiten conmigo –hasta los presidentes de Gobierno, así que sí, ya ha habido en
España un presidente gay”-. ¿Este tío es tonto, o es una vedete de tercera que
necesita armar lío para que hablen de él y vender lo que en ese momento tenga
en el mercadillo? Desde que lo vi como concursante en Expedición imposible, concurso de viaje, esfuerzo y aventura
presentado por Raquel Sánchez Silva
en Cuatro, por tierras de mi amado Marruecos, se me hizo una bola así de grande
con el enfermo ego de este señor de la escuela de las viejas folclóricas que
confunden lío, pose y larga lengua con espectáculo, trabajo y promoción. Se
acabó. Que llega puntual a su cita Alfonso Arús cargado de colaboradores,
mejor, colaboradoras, y desde el preciso y milagroso instante en que se
enciende la luz roja de la cámara hasta que se despide a las 11 en punto de la
mañana para dar paso a María Llapart
–maravillosa hasta el viernes al frente
de Al rojo vivo- , no para, no deja
de sonreír, bueno, lo que quiera que sea ese gesto entre me aguanto la cagalera
y si yo me divierto, aquí se divierte hasta el que pone el culo. Cree uno, en
su humilde opinión, que terminará con un dolor de quijada tremebundo. A mí me
duele sólo de verlo.
Españoles, Franco ha vuelto
Pero
sí, me gusta el programa. Es ameno, es divertido, tiene una agilidad de liebre,
y se nota que la peña que lo forma lleva tiempo conociéndose. El programa es un
reló suizo, un coche bien engrasado, un espacio cohesionado donde fluye el buen
rollo. Y eso llega a casa. Y tiene a Leonor
Lavado. Para mí, un descubrimiento. Sus libres recreaciones sobre petardas
como Tamara Falcó –el otro día habló
de “mi mami y de Mario Vargas Sosa”-,
Terelu Campos la come porras, la absurda, lela y cortita Isa Pantoja, o la ridícula y chabacana Belén Esteban son un momento de alta
televisión que come televisión, como otra de sus secciones, que se fija en lo
que la noche antes ha hecho Wyoming
en El intermedio, que a su vez ha contratado
al cadáver amojamado de Francisco Franco
como colaborador habitual ya que, así lo sabemos en este país desde hace
unas semanas, “españoles, Franco ha vuelto”. Plagado de decenas de secciones
–sobre la propia tele, sobre actualidad, sobre el tiempo, sobre vídeos a los
que se les saca punta, vieja especialidad de Arús, o sobre deportes- y en un
tono distendido, Arusitys es un
despertador de primera con una oferta distinta a lo que se ve a la misma hora
en el resto de cadenas. Me gusta. También es cierto que Íker Jiménez, incluso ayudado por su medio aguacate Carmen Porter, debería averiguar dos
misterios en Arusitys. Uno, ¿está
Alfonso Arús más enganchado que Lidia
Lozano a la tanorexia, incluso más que Donald
Trump al bronceado caca anaranjada? Y dos, ¿es cierto que ni Alfonso, que
no Alfons, como corregía a los colaboradores su media papaya Angie Cárdenas –sí, la hermana de-, ni
su equipo, toma gasolina con la leche del café para tener la marcha que tienen?
La guinda
Todos
vuelven
En tromba. El
lunes llegan en torrentera. Tanto a las cadenas gordas –Ana Rosa, a la que habrá que vigilar a ver si habla de los líos de
su marido- como a las flaquillas que aspiran a gordas –como Ferreras a La Sexta-. Y también la
banda de humoristas que hacen de #0, la de Movistar, una tele de rechupete. No
es para menos con tipos como Andréu
Buenafuente, David Broncano, o Javier Coronas. Empieza la función.
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