domingo, 9 de febrero de 2014

Maldeojos. El paseíllo



El paseíllo
(Artículo publicado el sábado, 8 de febrero, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)

      Qué putada. En el coche apenas se ve el tono del vestido, la finura del tacón, en fin, que no es lo mismo ver a la infanta bajar despacio para no escoñarse viva en la rampita, que hacerlo movilizada. Uno se había acostumbrado a ver la monarquía subida a la pasarela, que si la pasarela del barco, que si la pasarela de Marivent con la chiquillería avispada mamando desde chicos cómo se hacen los queridos sin dar un palo al agua, que si la pasarela de la inauguración del museo del pueblo, que si la pasarela del cuché porque la infanta, los retoños, o el propio patriarca de la saga cumple años. El populacho, dígase con el magistral asco que lo dice doña Francisca -María Bouzas, El secreto de Puente Viejo-, no esperaba algo así del santo monarca. Ni de sus educados retoños.

      Claro que nadie contaba con que un tipo se empalmara al saberse duque. Estábamos acostumbrados a pasarelas fosforescentes que nos enseñaban a Cristina de Borbón en programas sin trascendencia, ya con niños, ya con su hermana Elena, tan atrevida en moda, tan la noche y el día, tan guapa una y tan mala leche, dicen, la otra, y con tanto alpiste para los programas de corazón, que para eso están las infantas, reinas, princesas, una con un marido de sueño, sanote, yerno ideal, otra, bueno, con el otro. A lo que el populacho no está acostumbrado es a que esta gente cambie tanto que tenga que bajar por la pasarela del juzgado. Si esto pasa, esa gente se cagó en el cuento, y en nosotros. Ya no son principitos. Nos quitaron la venda. Es una putada. Jamás podíamos pensar que las hadas abrieran telediarios por meter la mano en lo ajeno como quinquis vulgares.

El momento esperado. La señora sale del coche e inicia un paseíllo ante el mundo con los dientes fuera, como Isabel Pantoja -ríe, ríe, que eso les jode, dijo la mamá de Paquirrín en frase antológica-, sonriendo y relajada, muy profesional, como si Elena de Borbón acudiera a la inauguración de algo en el pueblo de al lado. Pero todos sabemos que algo gordo, muy profundo, se ha desgarrado sin remedio....




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