A porfía, Campeones
(Artículo publicado el martes, 29 de mayo, en diarios del grupo EPI PRESS)
Cuando
chiquillo, tiempo de monaguillos en acción, cantábamos muy arrobados, sin
pensar que aquello podría ser un aprendizaje para dar el salto a Factor X, con flores a María, con flores
a porfía. A porfía. ¿Quién sabía lo que significaba aquello? Se cantaba y
punto. El mes de mayo era, es, el mes de las flores, el mes de María. Hoy María
es mi prima, la vecina, la presentadora de Las
mañanas de La 1. Y la virgen en sus múltiples variaciones nominativas, por
ejemplo la Almudena, la de Madrid. El domingo, como si me dieran un ostión en
el cogote, posé el mando un ratillo en La Sexta y vi que Cristina Pardo sigue sin liarla, ni Pardo ni claro, pero en un
cuadrito abierto en la pantalla vi que un tipo, Florentino Fernández, y unos atildados jóvenes, jugadores del Real
Madrid, uno y otros con pinta de creyentes católicos como yo de figura del
toreo, daban gracias en su catedral a la virgen madrileña por haber ganado otra
Liga de Campeones.
De hecho, la
copa de Kiev fue ofrecida, a porfía, a la Almudena. Más tarde, siguiendo un
estricto protocolo de ofrendas, saludos, sonrisas, agradecimientos y viva la
vida, los obreros del balón, con los jefes, con los ideólogos, con sus
entrenadores, se apiñaron ante el altar revueltos con un puñado de altos
clérigos –sotana negra y fajines morados rodeando sus beatíficas lorzas- para
hacerse la foto de familia. Aluciné, y eso que la religión católica –como las
otras- es como el comodín de la llamada, sirve para todo. Incluso para en su
nombre armar guerras, ejecuciones,
negocios, condenas, mover gobiernos, o adaptar arquitecturas
legislativas a su corpus moral. Religión y fútbol es tan marciano como ejército
y religión. Con balones a María, con balones a porfía.
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