lunes, 4 de junio de 2018

Maldeojos. Baile de estrellados


Baile de estrellados
(Artículo publicado el domingo, 3 de junio, en diarios del grupo EPI PRESS)

     Perdonen que no me mueva mucho, pero es que tengo el lomo hecho fosfato molido.  Lo de ser famoso, famosillo, popular, conocido, y otros matices de lo mismo conlleva riesgos que el común, el populacho, ese al que entretenemos y en nombre del que casi siempre se hacen las mayores tropelías, no se entera porque sólo ve lo que quiere ver o, lo que es peor, lo que quieren que vea. Que si la última ordinariez de la ordinaria y atroz Carmen Gaona –absurda entre absurdas, chabacana entre chabacanas- en el plató de Supervivientes, que si el populismo exacerbado del presidente cántabro Miguel Ángel Revilla, esclavo de sí mismo y de su fama indeclinable, y por eso no le hace ascos a nada, ni a él mismo, ni a La Sexta Noche con Iñaki López y la política ni a ¡Viva la vida! y Toñi Moreno con, bueno, con lo que haga Toñi Moreno los domingos en la empresa de Emma García, condenada desde hace un porrón de años a coger el pene inalámbrico de Mujeres y hombres y no soltarlo ni para ir a hacer un pis, ay, qué cosita da verla así, envejeciendo sin poder soltar ese duro sexo con el que se gana la vida. La vida del famoso, del famosillo, del conocido, o de una pringada que se hace llamar Soy una pringada, es durísima. Lo de esta chica es alucinante en sí mismo, y en sí misma, un chorreo de orín caído del cielo excretado por cualquier ángel negro. Detrás de ese Soy una pringada está la ciudadana Esty Quesada, que al llamarse pringada y tal y tal sabe que sube puntos porque el calificativo de pringada, que a uno le saldría de forma natural para llamarla, ya está cogido por ella misma. Lista que es la chica, demostrando que los caminos hacia la fama son muy duros. Pues bien, la tal, que no podría formar parte de Bailando con las estrellas –por sus inabarcables arrobas- que es de lo que trata la pieza de hoy, o sí, porque a nadie sano se le hubiera ocurrido contar con Falete para Mira quién salta –a la piscina- y se contó con él revelándose como la morsa ideal para echar unas risas, la tal, digo, no baila con las estrellas en La 1, aunque sí ha subido al cielo de Flooxer, plataforma digital de Atresmesdia, con una historia dirigida por ella, te cagas.

¿Amelia Bono?
     Si Paquita Salas, historia de Javier Ambrosi y Javier Calvo, fue una revelación en esa misma plataforma, un producto de alta concentración de talento mostrado en sus dos temporadas, Looser, lo de Esty Quesada, es una puta mierda. Soy una pringada será una reinona de Youtube, con seguidores hasta en el tanga, pero como directora y creadora de historias, si tu ego te lo permite, te queda mucho que aprender, bonita, y sí, seguirás así, pringada y haciéndote la mártir, pero de transgresora, provocadora, que es tu meta, tu aspiración, lo justito, encanto. Ay, estas “youtuber” de aluvión se creen que la fama es hacer el chota, pintarse labios negros, hacer como que se ríen de su gordura para escupir al mundo su rabia y sus complejos, y salir indemnes, pero no, la fama es otra cosa. Lo dijo a su manera una concursante de Factor X, Carmen, antes de salir a escena, “he estado cagando, vomitando, y orando a dios para que me quite esta fatiga”. Pues eso, he visto el primer capítulo de Looser, la historia de Soy una pringada, con producción nada menos que de Globomedia, y casi le hablo a dios de tú, además de vomitar y cagarme la pata abajo, pero no tengo necesidad de más. Se acabó. Para estrelladas, las de la pista auténtica. Me voy con Roberto Leal y su colega Rocío Muñoz, a la que visten como una pava con plumas negras hasta el filo de las tetas, a ver qué pasa ahí. Pero nada más ver en la web lo que dura la entrega de Bailando con las estrellas me vengo abajo y me falta el aire. ¿Quién puede estar más de dos horas y media ante la pantalla para ver un programa tan antiguo, tan casposo, tan revisto? Ni siquiera el morbillo de ver los mal llevados tocinos de David Bustamante restregándose con Yana Olina, su pareja de baile, justifica el atracón. Tampoco comprobar que sí pasan los años por la divina fea, la asimétrica Rossy de Palma, tomándose en serio el curro o, lo que es peor, mirar al vacío para no soltar la pota, o cagarse viva, mientras escucha con devota indiferencia las reflexiones de hueca solemnidad del jurado. Ya saben, eso de “el esfuerzo tiene su recompensa”, o “si trabajas, tendrás la satisfacción de sentirte útil”. Pues ni siquiera por ver a otro resucitado de entre los zombis del programa como jurado, el bailarín Joaquín Cortés, merece perder la madrugada ante oferta tan tontita. Lo único que parece digno de atención es el olfato de los productores para hacer la lista de aprendices de bailarín. El Hombre de Negro, –ex de El hormiguero-, Pelayo Díaz, Gemma Mengual, Manu Sánchez, Fernando Guillén, Manu Sánchez, o Amelia Bono. Perdón ¿He escrito Amelia Bono? ¿Quién es Amelia Bono?

Rajoy, cadáver
     Es una vergüenza. Esta señora sólo es hija del socialista José Bono y esposa del hijo de Raphael. Qué bochorno. Esta bailarina sí que es para quemar la pista y dar vueltas de campana. Es, como decía un trabajador de TVE ante la insostenible situación de la casa, un ejemplo de que, aunque no sea el caso, manipulación también es corrupción. Estas pequeñas corrupciones se hacen indigestas, nocivas. ¿Amelia Bono? ¿Quién coño es Amelia Bono? Pero para baile y bailongos, el del “Soy español” del inefable españolista José Manuel Soto, que ha encontrado su sitio en el mundo de la patria como negocio. El menda dice en ese vídeo que es don Juan, don Quijote, y hasta torero de pacotilla. Y por si faltara alguien en la orgía, otros españoles y mucho españoles, el torerito Fran Rivera y el cantamañanas Carlos Herrera. El inspiradísimo patriota de postal dedica su cachonda canción a “los pobres desgraciados que odian España”. Cuánto tonto anda suelto en la pista de baile enfangado en la que muchos han convertido a su España. Por cierto, hay que ir dejando sitio en Bailando con las estrellas, que el cadáver Rajoy pide paso. Como presidente fue nefasto, pero como bailarín no tiene precio.

La guinda
La gran dama
La 2 reaccionó el martes como se espera de una tele pública, homenajeando en el día de su último adiós, con los ojales de su vestido llenitos de jazmines, a la gran dama de la canción, a María Dolores Pradera, que deja un rastro del perfume de la elegancia, la fina ironía, un legado de canciones de un clasicismo siempre vivo, moderno. Repitió un programa ya emitido. Da igual. El corazón siempre agradece escuchar su voz.


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