jueves, 21 de junio de 2018

Maldeojos. Las caras de Chicote


Las caras de Chicote
(Artículo publicado el domingo, 17 de junio, en diarios del grupo EPI PRESS)

     El cocinero Alberto Chicote es muy fácil de imitar, para quien sepa imitar, claro. Quizá de fábrica ya saliera poniendo gestos, haciendo aspavientos, abriendo los ojos como las brótolas, enseñoreando sus mejillas gordas como las vacas enseñan las ubres, mirando así, como pone sus ojos espantados Roberto Brasero, el del tiempo de Antena 3, otro que tiene una imitación asegurada como cada pueblo tiene la excusa de su virgen para irse de romería. Que Chicote es imitable no admite dudas, y de hecho Berto Romero, hasta ahora –desconozco si el gran Raúl Pérez ha hecho suyo al cocinero- su único gran imitador, lo ha retratado con sabia fidelidad tirando del personaje como un personaje de chirigota, exagerado, destacando sus camisolas de verbena y payasos, sus espantos, sus caras de muñeca gruñona. Pero también es verdad que si vas a un restaurante asturiano y te das cuenta de que la fabada que sirve, insisto, la fabada, es de bote, es como para, tal como dice el chef, alucinar pepinillos. Hay un momento, que pueden ser varios, que se repite en cada entrega de Pesadilla en la cocina –se emite su sexta temporada-, y es un momento cumbre, estelar, estructural, dogmático, esperado, glorioso. Es cuando, harto de escuchar a la dueña del restaurante culpar a los demás del fracaso del negocio pero la señora se toca la flor a tres manos, Chicote sale por la puerta de atrás de la cocina, que sí, que siempre hay una puerta de atrás, la cámara lo sigue, y así, como un astado joven que sale de los toriles y aprendió a embestir en el campo, cabecea, resopla, casi babea, y trata de explicar el sindiós que hay dentro, que sólo puede ser nauseabundo en la parte higiénica, incomestible en el arte del fogón, e insostenible en las relaciones de los jefes con el personal, que puede ser dócil y manejable o asilvestrado y guerrero. La imagen de Chicote en esa escena crucial de estampida ante la anarquía en la cocina es peculiar porque sale distorsionado al ser una toma en picado, es decir, el cámara es más alto que él, de modo que la imagen de testuz de becerro es marca del programa. Es ahí donde Chicote ha fabricado la diferencia.

Alucino pepinillos
     En el fondo, todos llevamos un Chicote dentro. Unos con más registro de caras, otros con las justas para ir tirando. Mariano Rajoy el fenecido es de los de amplio registro, pero ya no nos vale, y además no hay que importunar a los jubilados que se ganaron su pensión para ver como señores el Mundial, feliz como una perdiz. Aznar es de pocos gestos, sabiendo que el Resucitado con uno solo va sobrado, que los dioses no necesitan de muchos trucos para acojonar, perdonar, redimir, condenar, someter, advertir, enviar el batallón que originará el Apocalipsis si no está él, y por eso sin mover el labio lo mismo te bisbisea un “estoy aquí para salvaros de nuevo” que un “os lo advertí, así que ahora os veis como os veis, derrotados, acobardados y rodeados por los rompedores de Esssspaña”. Huy, qué miedito Aznar, ponga la cara que ponga. O sea, la de siempre. ¿Y nuestro flamante presidente? Pedro Sánchez es otro de restringida expresión. Con una, va que chuta. La de Mister Profindén es la moneda que abre todas las puertas. Indagar en su sonrisa, que es el meollo del potorro del presidente, es concluir que tiene dos matices, con la boca abierta, enseñando sus gongorinos dientes de perlas blancas, y cerrada, con sus, también gongorinos, labios de grana fina. Y ahí está todo resumido. Incluso lo que quede por venir de su gestión. La pena es que no haya un Chicote que asista al Consejo de Gobierno, y de vez en cuando salga por la puerta de atrás seguido por la cámara, se siente en cualquier bordillo, se ponga las manos en la cabeza, resople como un morlaco, se abra la camisa estampada como si a Agatha Ruiz de la Prada se le hubiera ido la pinza con los colores, y nos resuma la situación en dos palabras de peso, alucino pepinillos.

Vis a vis real
     Otro a quien no podemos ver más gesto que el que tiene es a Kiko Matamoros, que ha regresado triunfal a su origen, a Sálvame, como un Aznar borracho de venganza. El gran divo, como las grandes superestrellas, pasó por el quirófano para darse el típico tironcillo, pero como a todas ellas, al final le puso al cirujano el acelerador en la mano y fue un no parar aplanando los campos de Marte de su cara. Y así se quedó, espantando y total, efervescente y alucinado, matamoros y vivalavirgen, dispuesto a dar espectáculo sangriento como, atención, Defensor de la audiencia. Hay que tener un sentido del humor a la altura del despiporre de La fábrica de la tele para meterse esos términos en el cuajo. Claro que no olvidemos que puesto tan descacharrante en programa de tanto esputo ya lo ocupó María Teresa Campos. No digo más. Aun así, a pesar de la dificultad del ganso para poner diversos gestos, consigue a veces dibujar en la planicie estirada de su jeta caras de asco y dolor, de asombro y altivo desprecio. Hasta Belén Esteban, que tiene la totalidad de los gestos de cualquier ordinaria de manual, se vino abajo con un comentario de Matamoros al tiempo que creó otra nueva mueca, impactada por el veneno del colega. Más que registro de gestos, abanico de caras, despliegue de caretas, el señor Mario Vaquerizo es la mueca de la impostura y el fingimiento por excelencia. Pura farsa. Alucino en las brumas de la tiniebla con su vuelta a MTV con el teatrillo irreal de Alaska y Mario, y van cinco temporadas, cinco años de brillantes chuminadas de esta pareja S.A. industrial.  ¿Y cómo es la cara del duque empalmado en la actualidad? La esposa de Iñaki Urdagarín aprendió desde la cuna a no mostrar en público sus sentimientos, de ahí que Cristina de Borbón sale de casa con la foto de su rostro elegida para el día, y es la misma llueve, truene, o haga sol. El duque aprendió hieratismo a su paso por los juzgados, carrera que le llevará a la cárcel en horas. ¿Se imaginan las caras del desfogue matrimonial en su vis a vis real? Ahí todos somos un poco Chicote.

La guinda
Tronistas
Tirando de ironía y de mensajito a Mediaset se despedía en directo el jueves Javier Ruiz del clausurado Las mañanas de Cuatro, programa de actualidad política que ha venido emitiendo la casa durante doce años. Las naciones prosperan o decaen con su prensa, dijo Javier –¿pensando en Vasile?-. Y después, “mañana, a la misma hora, Mujeres y hombres y viceversa”. Frente al periodismo, los tronistas de Emma García.

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