lunes, 9 de septiembre de 2013

Maldeojos. A pañal puesto, pipí hecho



A pañal puesto, pipí hecho
(Columna publicada el domingo, 8 de setiembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)


      Menos mal que trabajo en casa y no tengo al jefe pegado al cogote para ver si voy una o cinco veces a mear. Otro jefe de una empresa con capital coreano que trabaja en Honduras para exportar sus productos a EEUU, ha pasado a la acción y ha elevado la expulsión de aguas menores a la categoría de poema trágico con tintes de ópera bufa. El hijo de su puta madre obliga a sus empleados a ponerse pañales al llegar al tajo para no tener que levantarse en busca del retrete y, por consiguiente, perder unos maravillosos minutos de trabajo. Con los pañales absorbentes no hay problema. Te puedes mear encima las veces que quieras. Creo incluso que si la cosa viene apretada, el apósito soporta como un jabato una descarga de mierda inesperada. Y sin moverte de la mesa, de tu puesto en la cadena de montaje, de tu posición sonriente como cajera, de tu condición de esclavo moderno conseguida con un par de leyes como escopetazos al aire para dar miedo en las madrugadas desveladas por la necesidad y el frigorífico vacío, por Gobiernos que actúan al dictado de los de arriba. Yo no llevo pañales, pero jamás diré jamás. Ante la atroz imagen de una nevera vacía uno no sabe qué puede hacer. No quiero pensar que el regreso este domingo de Cuarto Mileno se deba a problemas con la nevera llena o vacía de sus dueños, los presentadores del festival del humor que se toman más en serio que una cagarruta de cabra en el competitivo mundo del abono. En realidad, de la pareja Íker Jiménez y Carmen Porter, lo que me importa es saber si acuden a buscar fantasmas con el pañal puesto de casa o se lo van poniendo según avanzan los misterios, los casos tenebrosos, las risitas escuchadas del más allá con el descojone general del más acá, anda Íker, hola, o ke ase, ¿llevas pañal, o ke ase? 

Íker Jiménez y Carmen Porter, pareja de cómicos a los que Cuatro les abrió barraca hace ya algunas temporadas. Y goza, la barraca, de excelente salud entre fantasmas, voces, espíritus, y mundos que, salvo ellos, apenas ve nadie. Aún así, Cuarto Milenio es un referente de la televisión bluf, esa que fascina a mucha gente a pesar de decir, hola, Íker, o ke ase, ¿engañas o ke ase?


Caca y mala hostia

      Seguro que algún día nos desvelarán ese misterio. Pero donde apenas lo hay porque vuela de espectador a espectador como certeza, es que los pañales se apilan en la sala de maquillaje de Sálvame como los litros de potingue tapa arrugas con que sus trabajadores se maquean. La cosa del maquillaje es tan llamativa que fuera de ese microambiente son irreconocibles. ¿Han visto hace apenas unas semanas a Karmele Marchante tostándose bajo el sol del campamento? Lo de menos es que tomara el sol con la pechuga al aire. Lo de más es que no llevara maquillaje. A Cristina Tárrega también la han pillado sin el polvo echado y no hay dios que la reconozca.  A estas señoras –lo siento, siempre son señoras- les importa poco que las saquen con las tetas colgando del precipicio de los años, pero que las saquen sin maquillar es una afrenta, del mismo modo que sería tan cómico como improbable que los romeros se dieran hostias por tocar el esqueleto de madera, tipo tonel, de algunas vírgenes en cueros, sin los sayos bordados en plata y oro. Volvamos a los pañales. ¿A que se han preguntado alguna vez cómo aguantan las muñecas de Sálvame tantas horas en directo sin salir de la cuadra, y si salen es para dramatizar algún enfado, para enfatizar, guión en mano, algún rifirrafe, y por supuesto seguidas con una cámara pegada al hombro? Pues claro que sí, porque llevan pañales para mearse encima. Esa cadena de montaje es de alta precisión, y en cuanto alguien la abandona, el resto se resiente, así que nadie la abandona. ¿Jorge Javier Vázquez? El primero. Cuando le enchufen planos generales, fíjense en el culo. Gordo, alicaído, fofo, o sea, el culo de alguien con el dodotis hasta el filo de mierda. En verano ha estado al frente de la factoría Paz Padilla, que sí, que está delgadita la señora, que sí, que no hay maquillaje que arregle lo suyo, y sus compañeras dicen que lo suyo es una mala hostia del carajo, pero que lleva los dodotis a pares para que no le bose la porquería es una convicción a la que no estoy dispuesto a renegar por nada del mundo. 

Me da igual que tenga, eso dicen sus colegas de pocilga, una mala hostia del copón, me da igual que sea tan simpática como se esfuerza en parecer, me da igual todo sobre esta señora, Paz Padilla. Nada tengo contra ella, pero su imagen en la pantalla es de las que me producen urticaria. No la soporto, ni poco ni mucho. Haga lo que haga. Seguro que son manías de espectador resabiado. O yo qué sé. No me preocupa.


Del chichi al ano
El doctor Julio Zarco le dice a las señoras que sean limpitas, que no descuiden su higiene, y que para limpiarse lo hagan como sigue, del chichi para atrás, porque si lo haces al revés, del ano para el chichi, error, error, error, porque con la manita te llevas los gérmenes, los bichos, los mil millones de bacterias que se meterán por la uretra, tan cortita en la mujer, tan expuesta y delicada, y ve tú a saber a dónde llegarán. El doctor Julio Zarco es el nuevo doctor de Las mañanas de La 1, el nuevo doctor de la inefable Mariló Montero. Inefable es lo que no se puede explicar con palabras. Así que vuelvo atrás y me reafirmo. A Mariló habría que explicarla no con palabras sino con otra cosa, que me callo. Pues no que el primer día de programa, a la vuelta de vacaciones, ya le echó una bronca a una espectadora porque “tiene que atender a lo que le estoy diciendo, que ha soltado su discurso, y ahora queremos contestarle”, todo eso poniendo caras de estar harta de bregar con gente necia. Seguro que Mariló lleva también pañales, pero no porque jefe alguno la obligue sino porque su vanidad la empuja a no perderse ni un solo plano. Y ya se sabe, picha o chichi que sale a mear, plano que pierde. Con el pañal bien apretado, lo puede llevar “to palante”, es decir, todas las secciones, que quedarían así, “Mariló es Vivir”, “Mariló Brilla”, “Cocina con Mariló”, “Mariló Meteoróloga”, “Mariló es Moda”, “Mariló Reportera”, “Mariló Policía”. Se pone su pañal mañanero, y hala, quién dice que se está meando encima mientras camina por el kilométrico plató. Qué pena que tan larguísimo programa, cargado hasta el sobaco de sucesos, y con su presentadora emboñigada por la causa, haga tan poca audiencia, dando paso a la “Mariló Cabreada”. Estoy convencido de que la señora aportará mucha madera esta temporada a la chimenea de esta columna. Y para terminar, una pregunta tonta. ¿Julio Somoano, el Urdaci de Rajoy, lleva pañal, o se lo hace todo encima para que nadie se acerque a él a pedirle cuentas por sus fechorías, la última en La 2 Noticias?

Es Julio Zarco, el nuevo doctor de La mañana de La 1, que tuvo una irrupción gloriosa en sus primeras apariciones aconsejando a las damas cómo limpiarse el culillo. Del chichi patrás, nenas, que si lo hacéis del chichi palante os lleváis porquería fecal. Este tío promete, y seguro que Mariló estará en su salsa, qué tía.


La guinda
Toros no
TVE se salta muchas cosas. Pongamos dos ejemplos. Como patrocinio cultural endilga una retahíla de publicidad que cada día va a más. Y ahora, pasándose la ley audiovisual por el estoque, llenan de sangre y violencia el horario de protección infantil emitiendo a las 7 de la tarde -1de setiembre- una corrida de toros. Ganaderos, empresarios, y toreros, con Talavante al frente, han cedido sus derechos. TVE, su vergüenza.

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