domingo, 8 de septiembre de 2013

Maldeojos. Attenborough



Attenborough
(Columna publicada el sábado, 7 de setiembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)

      En mi vida había oído hablar del tamarino león negro. Viendo La 2, y escuchando a David Attenborough, ya saben, el divulgador científico naturalista, aprendo que es un animal diminuto, mamífero, de la familia de los primates platirrinos, y que está que no está, o sea, en peligro de extinción, como la honradez de algunos políticos, o como el sentido de la verdad de Mariano Rajoy, que no es, ni de lejos, un tamarino león negro. En los Grandes Documentales de La 2 se aprende mucho, como todos sabemos y todos vemos, es más, de ver, todo el mundo ve La 2. Pero no hablo de eso. Hablo del espacio que le montan a Attenborough. Se llama El arca de David Attenborough. Con semejante nombre es fácil imaginar de qué va. Así es. De los animales que el científico llevaría en su arca si tuviera que conservar sólo a diez. 

      Junto al colega tamarino, al que le cojo cariño, nos habla del rinoceronte de Sumatra, del que apenas existen unos centenares. Y del solenodontes, un bichejo que vive en la República Dominicana con una nariz picuda, como de mentiroso compulsivo, vamos, como alguna señoría que se pone burra en cuanto le ponen un micrófono delante. Pero tampoco quiero hablar de eso. El siguiente animal es un anfibio llamado proteo, de patas finísimas y cuerpo larguísimo, feo con cojones, pero con una solera biológica que alcanza los 190 millones de años. Mucho más que la solera de la pijobarbietraidora Loli Cospedal. No me hagan caso, de esto tampoco quiero hablar. El arca se completa con otros seis animalejos. Cada bicho vive en una punta del mundo. Attenboroug no sale del Museo de Historia Natural de Londres. Él también está en extinción. 

David Attenborouhg en el documental El arca de David Attenborough ante una de las especies que ya no está con nosotros. En el documental, el naturalista británico propone diez bichejos que salvaría por su delicada situación al borde de la extinción. Es interesantísimo, pero él ya no sale del Museo de Historia Natural de Londres. El trabajo de documentación y seguimiento de los animales lo hacen los jóvenes.

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