lunes, 7 de julio de 2014

Maldeojos. 10 años de AR



10 años de AR
(Artículo publicado el sábado, 5 de julio, en diarios de EPI PRESS) 


      No me gusta Ana Rosa Quintana. Y no sé por qué. Manías de espectador, esas rarezas que tenemos todos a la hora de ponernos delante de la pantalla por las que, sin razones de peso, te encuentras incómodo cuando tienes delante a éste o a aquélla. No sé si es por su manera de hablar, de peinarse, o por su forma de entender y hacer televisión. Seguro que será por lo último. En rechazos y querencias es difícil saber los porqués. Es verdad que no tolero con mucho agrado la vertiente macabra que tiene El programa de Ana Rosa, la apuesta casi enfermiza por regodearse hasta la repugnancia en los asuntos más turbios, es verdad que me resulta imposible tragar su apuesta por un reporterismo sórdido que ve destellos de audiencia en el semen, la sangre, la violencia, el robo y el dolor ajenos. 

       Y también que otra pata del programa, la que dedica a la crónica rosa y al chisme, cada vez más chabacana porque apuestan por personajes salidos de las cloacas de la cadena, sujetos de una vulgaridad desconcertante, dispuestos a cualquier cosa con tal de formar parte de la cuadrilla de Telecinco, pues eso, que esta parte del sumario no sólo no me interesa sino que me aburre tanto que jamás logro conectar con lo que dicen, quién lo dice, y cómo lo dicen. Aún así, dicho todo lo anterior, hay que reconocer, y lo hago sin excesivo esfuerzo, que alcanzar 10 temporadas en pantalla, y ser líder, no es porque sí. Detrás hay un equipo engrasado que conoce muy bien a su audiencia y le ha ido dando lo que espera cada día, que lo mismo inviten a primera hora al presidente del Gobierno que luego monten una bacanal con una choni de Supervivientes

Te puede gustar o no, a mí no me gusta nada, pero hay que reconocer que llevar 10 años al frente de un equipo de gente y liderar la mañana como hace este señora, es por algo. También uno sabe cuál es ese algo. Muy fácil. Meter unos minutos de contenidos más o menos prestigiosos y luego apostar por el desbarre social, truculento, sensiblero, amarillo, y morboso.


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