Yo
también robo
(Artículo publicado el domingo, 7 de mayo, en diarios de EPI PRESS)
El que no roba es tonto, pero
tonto de remate, más tonto que un chiste o un gag o lo que sea que hagan Dani Martínez y Florentino Fernández en Dani&Flo
pretendiendo ser los más graciosos del bloque, porque esa es otra, los ve tan
poca peña que toda cabría en el cerebro de Alba
Carrillo, eso sí, la audiencia de Dani&Flo,
por mucha que fuera, ni se rozaría si la metieran en la barriga de Juan Miguel Martínez, el peluquero
feliz, ex de Karina, ambos, Alba y
Juan Miguel, trabajando en Honduras en una de las pistas de Jorge Javier Vázquez. El que no roba en
este país de pillos es tonto. Hasta la religión de más tirón ve al canalla, al
afanador de lo ajeno, no negándole el saludo y el billete al paraíso sino
dándole una palmadita, castigándole con la terrible condena de rezar unos
cuantos padrenuestros y, para redondear, si el ladrón confeso llena la bolsa
del templo, ni mancha queda. Perdón total. Llevamos unos años, unos meses, unas
semanas, que el paseíllo a los juzgados, a las prisiones, los registros en
casas y empresas, en despachos institucionales, y en cajas fuertes de peces
gordos, es algo tan familiar como la sonrisa encalada de Jordi Hurtado en las siestas españolas con el runrún de Saber y ganar de fondo. De siempre, sin
pasar por el concurso, el clan de don Jordi
Pujol y doña Marta Ferrusola,
dos pajarracos de patrias tomar, han demostrado saber y ganar. Qué puñetas. Los
hijos, lo primero, que la pela es la pela, tú. Hay un chiste que corre en las
redes que retrata muy bien la situación del que fuera considerado como un
hombre de estado de maneras exquisitas, colaborador con las instituciones,
aliado de los gobiernos tanto de unos –socialistas, González- como de otros –conservadores, Aznar-. Se ve al Jordi papá con la cara enfurruñada, cara del tipo,
“¿UDEF, qué coño es la UDEF?, y dice que
va a pedir pruebas de ADN para saber si de verdad el hijo que no está imputado
es o no suyo. Vamos, la oveja negra, la vergüenza de una familia que cada vez
se parece más a una “organización criminal”, según el juez.
Moneda y Timbre
El martes de esta semana, ya
que estamos en la harina del robo, de llevárselo más crudo que un guión de Cámbiame, más repetido que Pelayo y sus amiguitas de programa,
llegó a Antena 3 el esperadísimo estreno de La
casa de papel, que es como hacer un homenaje con reggaeton y todo, con
perreo de chonis y melodías de una pachanga insondable, de un machismo a la
altura de Pablo Motos –su deriva de
machito molón con preguntitas de salido playero a las mujeres que lo visitan
tiene el mismo tufillo atocinado que tiene su colega Norberto Osborne- y de una ordinariez avara, pues eso, que La casa de papel es como hacer un homenaje
al corazón, a la atracción fatal, a la perdición de los Ignacio González, de los Rodrigo
Rato, al papá dinero. Vamos, que los quinquis de la serie, liderados por el
guapo Álvaro Morte, se van a la Casa
de Moneda y Timbre, al corazón del sistema, pero no para dejarla tiritando sino
para, encerrados en esa coraza de alta seguridad, fabricar billetes por valor
de 2. 400 millones de euros –una minucia, es verdad, comparada con la extorsión
rampante a la que nuestros delincuentes de la política someten a las cuentas
públicas, o llevándoselo entre algodones o no pagando los impuestos que sí
apoquinamos el resto, o dándoselo a espuertas a los pobres bancos a fondo
perdido-. Rehenes, policía de élite, impacto mediático, frenesí narrativo,
actores de una grandeza interpretativa sobresaliente –el mentado Morte, Pedro Alonso, Úrsula Corberó, Alba Flores,
Kiti Mánver, Jaime Lorente…-, un tratamiento visual potente y cuidado, una
puesta en escena de un realismo cautivador, es decir, una maquinaria que se
pone a velocidad de cohete desde el minuto uno. Hace poco, unas semanas, parte
del equipo viajó a Burgos para presentar el trabajo dentro de las actividades
del FesTVal en su edición de primavera en la ciudad castellanoleonesa, y sí,
como truhanes, me robaron el corazón. Creo que estamos ante un producto
sobresaliente que también le ha robado el corazón a la audiencia –más de 4 millones
vieron el primera capítulo de La casa de
papel-.
Que me detengan
Creo que en la
mecánica de Supervivientes existe un
castigo por el que se envía a alguien a la llamada Zona Muerta, como zombi. Y
como tal tiene que tratar de afanar lo que pille para sobrevivir. Creo que una
concursante, no sé el nombre, ni me importa, cayó en esa zona y comentó que no
sabía cómo pillar alimentos ajenos. ¿Que es difícil robar?, pues vente a
España, dijo desde el plató Jorge Javier,
que dicen que pierde el oremus por el modelo Eliah Cohen, icono gay o algo así, un robacorazones con pechos
modelados a cincel. Ay, recuerdo cuando Eduardo
Zaplana, el cartagenero moreno, dorado con luz de luna, dorado con luz de
luna, carta-genero moreno, salía y entraba como un donjuán ya de alcalde, ya de
senador, ya de diputado, de portavoz del PP, de ministro de Aznar, de presidente valenciano, oh,
qué tiempos de tibias noches de luna cuando le besaba la brisa el cascabel de
su risa, don Eduardo, y nada, salía de aquí y se metía allí sin apenas roces, como
un caballero, eso sí, con el bolsillo no caliente sino hirviendo, que
Telefónica no se anda con chiquitas y da a sus empleados de postín un potosí,
pero hete aquí que ahora anda en los papeles por mor de Ignacio González, uno
de los batracios más pintureros de doña Espe
Aguirre, imputado en la operación Lezo por la tontería esa de malversar
fondos públicos –desfalcar, defraudar, vamos, lo que viene siendo el robo de
toda la vida-. Don Eduardo no tendrá los pechitos del mentado icono gay, pero
es otro superviviente. Y nada, estoy seguro de que entrará por aquí y saldrá
por allí sin despeinarse ni tanto así ni perder su cascabelera sonrisa cuando
le bese la brisa. Por cierto, yo también robo. En serio. No tengo jarrones para
tanta rosa que pillo en mis caminatas. Que me detengan, que soy un mentiroso,
malvado y peligroso...
La guinda
Por fin
Han mareado el asunto más de la cuenta.
Pero parece que el lunes, 15 de mayo, vuelve la tercera temporada de El ministerio del tiempo, donde sus
personajes van y vienen en unos viajes que evitan que nuestra historia, o la de
Goya, Cervantes, y personajes de primer nivel, sea alterada tal como la
conocemos. Javier Olivares, creador junto a su hermano de la serie, le pone la
guinda irónica y humorística que la caracteriza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario