lunes, 13 de enero de 2014

Maldeojos. Bailar para olvidar



Bailar para olvidar
(Artículo publicado el domingo, 12 de enero, en diarios de editorial Prenmsa Ibérica)


      Las tres grandes cadenas ya están puliendo sus pistas de baile para echar a sus famosos al coso, o solos o por parejas, o conocidos o aspirantes con ambiciones, o frescos o chungos, y en los tres casos, se llame como se llame el programa –Mira quién baila, en La 1, A bailar, en Antena 3, y Más que baile, en Telecinco-, mirando por el rabillo del ojo a la competencia. Pase lo que pase en otras latitudes, a mí me interesa muchísimo lo que ocurra en la pista de La 1 si se confirma lo que se barrunta. Que la presentadora será la quebradiza y melosa Anne Igartiburu, piojo más difícil de quitarnos de encima que arrebatarle el cinismo a la leona de La Mancha Mariloli Cospedal, hable, calle, o escupa. También se dice, se rumorea, se apuesta, se tienta, que Mariló Montero será jurado, es decir, un escalón más bajo que Anne en la escala de valores de la pantalla. Pero lo que a mí me interesa es el regreso por la puerta de atrás de la gran estrella conservadora, la musa de los tiempos de la tele de Aznar, la intelectual del régimen mariano, la casposa Norma Duval, esa diva. Detrás de semejante promesa de espectáculo, el cerebro de la productora Gestmusic, perversa y maligna hasta la exquisitez. ¿A quién se le habrá ocurrido llamar a Norma, tan alejada de la tele, tan feliz en su matrimonio, tan señora en retiro, tan mona en sus exclusivas al cuché, tan elegante como ama de casa? Mira quién baila será un mira quién habla para no perder bocado. Si lo hace Mariló, la lía seguro. Ya sabemos que la señora es una bomba cuando la dejan en la fría tesitura de hablar sin un guión que le socave el cerebro por el pinganillo. No es prejuicio, sálveme el demonio de semejante atropello. Y si lo hace Norma, habrá que tener al lado un rollo de papel del culo para ir quitándonos la baba y el repelús.

En la época gloriosa de nuestra reciente historia, cuando Aznar era el rey del pueblo porque a él no le dice nadie si tiene que tomarse un vaso de vino o un barreño, reinaba esta dama como una de las más destacadas eminencias intelectuales, era la musa de una derecha tan rancia e hipócrita que olía a una mezcla de sacristía y burdel. Norma Duval estaba a todas horas en la tele pública. Ahora, si se confirma su regreso, volveremos a disfrutar con su necedad.


Vergüenza de Telediarios

      No puedo quitarme de la cabeza su recuerdo en la pantalla con su imagen de señora sin tuétano, aunque con grandes tetas, sin mucho coco, aunque con grandes amigos, y sin nada que decir, aunque con elegantes muletazos lingüísticos apenas disimulados por su burra instrucción, es decir, una borrica enjaezada con mucha pluma y lentejuela. Claro que cuando enseñaba medio chichi en el Follies Bergère parisino, con levantar el muslo la aplaudían sin necesidad de hablar, pero amiga, querida vedete, levantar la piquera de la boca y enseñar el interior del cerebro es más complicado porque se te ve hasta el higadillo. Y el tuyo es lo que es, mucha fachada –ya estamos- pero poca chicha. O sea, que el espectáculo –bochornoso- está asegurado en esa pista a punto de abrirse en La 1. La verdad es que en La 1 hay demasiadas pistas que abochornan. No quiero dejar pasar otra columna más la afrenta de la televisión pública a la audiencia, ejercida con descaro y, tengo la sensación, con impunidad. Hace justo una semana tuve los santos cojones de tragarme el informativo nocturno de La 1, que presentaban con el rictus acostumbrado, es decir, como si lo que dijeran fuera importante, Oriol Nolís y Raquel Martínez. Hay que situar el momento. Era el día de la cabalgata de los Reyes Magos. No digo yo que no haya que hacer una mención a ese teatrillo tradicional, pero lo que hizo la televisión pública fue un atentado contra el periodismo más elemental, un burdo mazazo desde la banalidad más rastrera al siempre escaso tiempo dedicado a la información, y qué quieren que les diga, informar sobre la llegada de esas majestades de guiñol no es una información que debiera abrir un informativo. Mucho más teniendo en cuenta que desde hacía horas, Marta Solano y su equipo –España directo- dieron una tabarra difícil de soportar a pelo con palabras como ilusión, magia, y otros tópicos de enervante facilidad. El pasteleo, de un infantilismo enfermizo y tóxico, alcanzó el Telediario.

 
Estos concejales, disfrazados de esa guisa, entraron en directo en el Telediario de la noche. A este teatrillo dedicaron más de 20 minutos, y dieron voz al discurso estúpido del rey, sin contar que La 1 llevaba media tarde hablando de la llegada de los magos en "la noche de la ilusión y la magia". Ningún medio serio dedica la mitad de su papel, de su tiempo, a semejante disparate. Hacerlo responde a un criterio ideológico, a una estrategia política.


La anécdota como noticia

      Ya lo dijo Marta al despedir la conexión para dar paso al informativo, no os preocupéis, niños, que si los reyes no llegan a tiempo, entraremos en directo para que no os perdáis sus palabras. Dicho y hecho. En TVE tuvieron el indecente descaro de abrir el principal informativo nacional, es decir, el referente del periodismo televisivo, con “la noche de la ilusión y la magia” y, con un par, conectar en directo en el momento en que uno de los concejales travestidos de reyes barbudos iniciaban un discurso más cargado de lugares comunes que el de Juan Carlos I de Borbón. Patético. Conté más de 20 minutos dedicados –insisto, en el informativo de referencia de la tele pública- a semejante patochada, por muy tierno y familiar y entrañable que resulte un día como el mentado, que es así en familia pero inaceptable en un Telediario que gasta la mitad de su oro, incienso y mirra en esa astracanada. ¿Se imaginan que este diario dedicara más de la mitad de sus páginas a esa “información”? Pues es lo mismo. O sea, esa decisión no responde a criterios periodísticos sino espurios, de otra índole. Detrás hay una estrategia, detrás hay política, detrás hay ideología, detrás está el intento de desviar las atenciones, es decir, de desinformar elevando a categoría de noticia lo que sólo es anécdota. Si observamos, el espíritu de la cabalgata invade los telediarios de la pública desde hace dos años, sea el día que sea. Cuanto más farfolla, menos tiempo para invitar a la reflexión. Es el espíritu de Mira quién baila, es decir, déjate de pollas, olvídate de todo, y échate unos chotis, como el que se echa unos tragos para olvidar. Ruego con encarecida diligencia que completen el jurado de esa pista con otra pata fundamental en este régimen de estulticia decretada y asumida, en este país de derrota que ve la tele cuatro horas de media al día, que llamen a Mario Vaquerizo, un ejemplar que representa a este tiempo de anestesia a ojos vista mientras el legislador campa a sus anchas por un dominio cada día más endeble y esquilmado. Ya que no tenemos cojones para despegarnos de la pantalla y gritar hasta aquí hemos llegado, bailemos para olvidar.


Este tipo completaría el pastel que se está cocinando desde hace dos años, así, a fuego lento. Representa como pocos este tiempo de infantil banalidad, de estupidez decretada. Viendo su carita de joven nadie podría haber sospechado que en su afán de convertirse en personaje llegaría a donde ha llegado, a imitar al charlatán de la videncia, Sandro Rey.


La guinda        
Vicente Ferrer
El hecho de intentarlo podría ser en sí algo positivo, pero la tele, el cine, no funcionan con buenas intenciones. Hablamos de Vicente Ferrer, la película biográfica que estrenó La 1 el jueves, con Imanol Arias como Vicente Ferrer, el cooperante español que tanto hizo por los indios más necesitados. Dirigida por Agustín Crespi, Vicente Ferrer no es una producción fallida, pero se nota que se metió en un berenjenal difícil de salir.

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