domingo, 1 de diciembre de 2013

Maldeojos. El juguete



El juguete
(Artículo publicado el sábado, 30 de noviembre, en diarios de Editorial Prensa Ibérica)

      Cuando el lector lea estas líneas es posible que Canal 9 sólo sea una pantalla en negro, un impresionante silencio, un ruido de muertos, el mismo que se oye donde antes se oía Nou Ràdio. El viernes, día en que se pulsaría el botón que llevaría a negro la pantalla, llegó a las instalaciones Paco Signes, que ha subido al altar de la tendencia mundial en Twitter con su apodo, Paco Telefunken, por negarse en el último momento a apretar el garrote a la cadena. El técnico no estaba dispuesto a pasar a la historia de Canal 9 como su verdugo visible, que los otros, los verdaderos matarifes, se fueron de excursión a Ibi, el pueblo alicantino. Cuando por estas tierras se ponen estupendos les sale la vena del disparate que junta como nadie lo cómico y lo trágico. Los trabajadores, a los que les duele la boca de pedir perdón por sus fechorías informativas, invitaron, por primera vez, a Beatriz Garrote en un gesto agónico para hablar del accidente del metro de Valencia.  

      Ese gesto de desagravio resume en Beatriz y su asociación tantos años de manipulación y desprecio por la realidad, diseñada a medida de quienes se sentían, legitimados por los votos una y otra vez, dueños del cortijo. ¿Qué hacían los verdaderos culpables del cierre de la radio y televisión pública valenciana, que alentaron con estrepitosa fanfarronería el insoportable despilfarro de dinero público, dónde estaba Alberto Fabra y sus colegas en ese momento? Reunirse lejos del volcán, en tierras alicantinas. Luego, felices, como niños, se fueron a inaugurar el Museo Valenciano del Juguete de Ibi. ¿Mera casualidad, o fatídico simbolismo? A tele, juguete muerto, juguete puesto. Y tiran porque les toca. 

Imagen, emitida en directo, segundos antes de la muerte programada de Canal 9, una muerte atroz cuyas formas han dado la vuelta al mundo por la mezcla de drama, vodevil, y tragedia. De nuevo, los culpables, siguen en sus puestos, como si no hubieran jugado con ese medio público hasta el desprestigio, la catástrofe económica, y el uso partidista. Nadie, ni del Gobierno de Zaplana, ni de Camps, ni de Fabra, ni siquiera ellos mismos, ha pedido perdón, ha sacado su cartera y ha pagado la ronda. Como siempre, tirados cuando ya no sirven, los trabajadores son los perjudicados. Lo malo, lo peor, es que, tal vez, si hubiera elecciones, el PP volvería a ganar en Valencia. ¿Ciudadanos cómplices? 

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