lunes, 1 de abril de 2013

Maldeojos. Expedición a Marruecos. Domingo, 31 de marzo de 2013




Expedición a Marruecos

      Tiene poca audiencia, apenas un 5%. Lo que se dice cuatro gatos. Unos 800.000. No confundir con los gatos gemelos de Intereconomía y 13tv, que esos se apañan solos, se arañan solos –qué risa hace unos días escuchando a Javier Algarra saludando de nuevo a Cristina Alberdi, la ex ministra de Felipe González, que volvía al sitio del que nunca tuvo que haber salido, es decir, volvía al gato original después de pasar por la casa donde esquirol se escribe con mayúscula, y lo hacía porque, atención, “en esta casa hay sensatez, pluralidad, y rigor”. Les prometo que el tocino de su papada ni se movió-. La audiencia de Expedición imposible en Cuatro es como los Grandes documentales de La 2 –véase La vida de los grandes felinos, 5´3%, 708.000 espectadores-. Pero ahí me tienen, uno más de la manada. La relación con los programas es muy personal. A veces te quedas pillado donde menos lo esperas, y te dices ¿pero qué haces mirando esa mierda? Expedición imposible no es una mierda. Es más, es un buen programa de entretenimiento. Pero no ha enganchado como su primo Pekín Exprés. No, nada tiene que ver con sus presentadores. Jesús Vázquez le dio su toque personal. Pero aunque a Raquel Sánchez Silva se le diga que es fría, que parece de palo, y que no conecta con la audiencia, a mí me parece que no, que ni es fría, ni es de palo, y sí conecta con la audiencia. O sea, conecta conmigo. La tele es personalista. Todo se hace para ti. Como individuo. Si hay un programa que se llama Expedición imposible, y ese programa se hace no en cualquier lugar del mundo sino en Marruecos, ese programa está pensado para mí. Me hubiera dado igual qué parejas de más o menos conocidos formaran la expedición, pero ahora, asentado el programa, con la emisión de la décima etapa, ya cerquita de Marraquech, me quedo con los que están. 

 
A veces en el sur de Marruecos también se puede conseguir un desayuno así

Tal como son

      Se han ido quienes tenían que irse. No por haber perdido, que también, sino porque me producían un rechazo añadido. Cuando dejó el programa en las primeras entregas la vulgar, gritona, y ególatra Leticia Sabater –llevándose al mismo tiempo a su peluquera preferida, Raquel Mosquera, que ha pasado al Mira quién salta de Telecinco-, el aire fue más respirable. Esta patética cantamañanas creía estar en otro formato, como un Sálvame del desierto, donde había que organizar bullas, disputas, hacer mohines, gritar más que nadie. A la puta calle. Otras dos perlas con las que no pude ni siquiera tener la más mínima empatía, porque son de la escuela de la mentada, fue con las conocidas como hermanas Abradelo, María y Romy. Rescatadas de un olvido en el que deberían de haber seguido, las recauchutadas valencianas, estentóreas, vacuas, inanes, ordinarias y chillonas, también fueron puestas en su sitio gracias a la selección natural, en la calle. Me enganché al programa por ver de fondo el Marruecos del sur, el que más me gusta, pero luego empiezas a ver lo que hay delante, es decir, las parejas que se esfuerzan, la relación que se establece entre ellos, incluso te da tiempo a ir modificando opiniones de gente a la que viste en este u otro sitio. Y al contrario que la recua formada por las Abradelo, Sabater, o Mosquera, te das cuenta de que si en ¿Quien quiere casarse con mi hijo? David, un joven musculado que parecía pensar con el grifo de abajo, era sólo eso, un cretino pichabrava que babeaba en cuanto tenía delante un par de tetas más o menos desarrolladas, ahora, en un formato que no va de eso, descubres que David es fogoso, sí, que hace bromas con eso, pero ha resultado ser un sentimental, un chico noble, un niño con rabo grande que no hace trampas, que vive la carrera con mirada limpia, y que Dani, su compañero, más débil, también sacado de aquel espacio, un apocado, mimado, y protegido chaval cuya vida ha estado bajo el amparo de mamá o de la abuela, hace lo indecible por demostrar una fortaleza que no tiene, y que cuando, como ocurrió en la sétima entrega, se hace con el triunfo, es algo más que un triunfo televisivo porque el triunfo personal ha conseguido traspasar la pantalla entre lágrimas “para que mi familia, tíos, primos, mi gente, vea que no soy tan débil y puedo salir de la burbuja”.

Arreglando las murallas de Taza, al norte del país

Hay que volver. Insha´Allah

      Se ha dicho muchas veces, y lo voy a escribir otra más. La tele apenas engaña. La tele acaba mostrando tal como son. Por eso los políticos, por muy a gustito que digan estar en este u otro programa, jamás se relajan, jamás son como son en realidad, por eso su imagen es tan acartonada, tan lejana y fría, y siempre interpretando. Al contrario, desde los borricos de Mercedes Milá a los que hoy participan en Expedición imposible, en el momento en que pierden la noción de ser retratados por una cámara se produce el milagro de ser como se es. Por eso la imagen de Rafael Amargo en su aventura marroquí  es la de un tipo caprichoso, divo, la de un señor con muy mala hostia, un compañero insoportable que si está de buenas todo el mundo ha de estarlo pero si tiene el cable cruzado es hosco, maleducado, incluso maltratador. Que se lo pregunten a su compañera, Yolanda Jiménez, que además de sufrir las pruebas, estuvo casada con el menda. El artista va de payaso gracioso, pero su malafollá y bilis se parece a la de uno de esos niñatos que maneja Pedro García como Hermano mayor. Qué grima. En el resto de parejas está la ganadora. ¿Los toreros, Felipe y Noelia? ¿Tal vez Ismael e Iván, ex grandes hermanos, los que menos me gustan? ¿Y de Marruecos, qué decir de Marruecos? Pues que lo visto es una maravilla. Sus aldeas de adobe, sus fértiles valles, su gente, perpleja pero amable ante el extranjero, sus niños, sus casbas, el contraste de sus arrebatadores paisajes.  Por su culpa tendré que empezar a organizar otra escapada por aquel sur. Pero solo y sin cronómetro. Y sin la zozobra de encontrarme al bailaor Amargo. Insha´Allah.

La guinda                                                                                                  
Buena sustituta

      Las estrellas se han ido de vacaciones, pero los programas siguen, desde los sosos, banales y rellena horas, a los sesudos, rigurosos y más que necesarios. Al rojo vivo no podía ser distinto. Antonio García Ferreras ha estado toda la semana fuera. Pero en La Sexta han encontrado a una mujer con tablas, conocimiento, y soltura ante las cámaras. Cristina Pardo ha demostrado estos días que sabe hacer las cosas bien, muy bien. 
Medina de Taza, de construcción racional -francesa- pero muy deteriorada. 
 
En Asilah, a media hora de Tánger. Al fondo, las murallas que dan al Atlántico. En primer plano, veraneantes de otros lugares del país. En Asilah no hay costumbre de que las mujeres vistan así -en el resto de Marruecos tampoco es frecuente, aunque en los últimos años van en aumento-.



En este cafetín de Asilah me paso las horas muertas. Tomo té con yerbabuena, leo, miro, y escribo.  

Asi de feliz se me ve en este país. Es de hace unos meses, de mi último viaje a Marruecos.
Inseparable mi cuaderno de notas. No paro de escribir. 


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