La
caza
Lo tenemos, la
caza ha terminado, dijo la policía cuando fue capturado en Boston Dzhokhar Tsarnaev , el joven checheno al que se le atribuye, junto a su
hermano Tamerlan, el atentado del
pasado lunes en la línea de meta del maratón de aquella ciudad estadounidense.
La caza ha terminado. Será que soy más sensible que un pollito, o que Marujita Díaz homenajeando a Sara Montiel con una de sus canciones
en riguroso directo, sin orquesta, a viva voz, para derrumbarse luego en un
lloriqueo de anciana que aún sabe lo que hace, azuzada por los expertos
cazadores de Sálvame de Luxe, que
participaron en la comedia, sin respeto por Sara ni por Marujita. Lo tenemos,
la caza ha terminado, dijo la policía. Que la policía de aquel país hable de
caza para referirse a una persona es hasta normal, pero aquí, creo, llama la
atención.
Me la llamó desde el momento en que comenzó la batida por Watertown, el suburbio donde vivía el “cazado”. Sin entrecomillar, sin hablar por boca de, sin mencionar que el verbo cazar lo usaba la policía, los reporteros que cubrían la noticia para TVE hicieron suya la palabra, y hablaron con naturalidad de caza. Tal vez alguien diga que esa es una minucia dentro del dolor que la generó. Son cosas distintas. Una es el hecho, otra la forma periodística de contarlo. Tampoco es momento de establecer el valor que tienen los muertos y los hechos en según qué parte del mundo sucedan. No es un debate nuevo, pero da igual, no sirve de nada. Aún así deberíamos de no rendirnos ni claudicar ante las “minucias”, sobre todo la televisión pública. No es lo mismo cazar –relacionado con animales- que capturar –aprehender a alguien que es o se reputa delincuente-.
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