(Para los que no pudieron estar el 27 de marzo de 2013, y para quien sin ser del pueblo
también se siente agusto en él)
Reunión
de malenos en Villanueva
Malenia
no existe. Pero nunca algo que no existe fue más real que Malenia. Malenia es
la infancia, el mito, el reino perdido. Melenia es el mundo en común, los
olores a pan de la tahona, el frío de las calles con los charcos helados, el
barro en el invierno, aquellos sabañones, las latas con ascuas para ir a la
escuela, las latas con ascuas para ir al cine del Chato, el pica pica de las
paredes de aquella sala como relleno para mejorar el sonido, la mala leche de
los jovenzuelos tirando aquella fibra de vidrio a las parejas del final.
Malenia
es algo muy profundo que habita en el recuerdo de quienes nacimos allí en un
tiempo en que aún no sabíamos que el futuro haría de Malenia un lugar donde la
memoria se refugia y se hace niña y melancólica. Incluso viviendo hoy en
Malenia, aquella Malenia tiene un poder fascinante que la hace única,
compartida sólo por quienes, como tú, se bañaron en sus ríos, jugaron en la
plaza, corretearon por las calles, y se mojaron las manos en las acequias o en
el pilar para quitarse los churretes.
Malenia
son muchas cosas, pero sobre todo sus choperas, hoy en retirada. Malenia es el
cerro Colorao, la Cruz del Visillo, la Rueda como principio o final del pueblo,
el paseo por el puente y la vega en noches de luna llena, los bailes en el
Teleclub, las verbenas que cortaban la calle con paredes de taramas, los
intentos de colarse sin pagar una peseta, los primeros cubalibres creyéndote ya
todo un hombre, los telefunkes, el bar de Carlicos, todo un corte inglés maleno
incluso antes de conocer El Corte Inglés, la televisión en el bar de Aguayo,
los chiquillos apelmazados en las escaleras y sin rechistar para que no te
echaran mientras veíamos Viaje al fondo
del mar, las calles a punto de arder pero tú, huyendo de la siesta, camino
del gavión mientras oías la musiquilla de Bonanza,
o eso quieres recordar, o eso se lía a tu memoria confundiendo tiempos, épocas,
edades.
Malenia
es donde naciste, te criaste, comenzaste a sentir que la amistad era entera o
no era. Pero llegó un momento en que parecía pincharnos. Malenia se te quedaba
pequeña, tenías que salir, o para respirar otros aires o para buscarte la vida.
Muchos salimos. Y el pueblo, su gente, lo que viviste se fue diluyendo en tu nueva
vida, en tu nuevo lugar, en tu trabajo, y conociste a otra gente, y al pueblo
apenas volvías para decir hola y adiós, y te marchabas porque tu vida ya nada
tenía que ver con Malenia, que dejó de serlo para ser Villanueva.
Pero la
vida es cíclica. Y de golpe, cuando te descubres que de aquel jovencito que
eras apenas quedan las fotos, la energía que aún crees conservar, los recuerdos
van teniendo formas, y recuperas caras, y momentos, y añoras los juegos, los
hoyos con pan de aceite y un poco de chocolate en polvo, y te reconoces como
hijo, de nuevo de Malenia, como si no pudieras ser de otro sitio, como si no
quisieras ser de otro sitio. Eres maleno, eres de Villanueva. Y te reconoces en
los otros, en los demás malenos. Y te sientes a gusto. Y seguro. Y sabes que te
vas haciendo mayor y el ciclo se va cerrando. Y todo está en orden porque pisar
la tierra que te vio nacer te hace fuerte.
Hoy, al
cabo de los años, quizá demasiados, nos reunimos un puñado de villanoveros para
contarnos batallitas, quizá para completar detalles que quedaron sin explicar, y
nos veremos distintos pero como si no hubiera pasado el tiempo, con canas, y
arrugas, y tal vez fondones, pero sabiendo que un hilo común nos une y nos hace
cómplices.
Malenia
no existe. Pero nunca algo que no existe fue más real que Malenia. A disfrutar
la reunión, paisanos.
Foto de familia en las escalerillas de la iglesia |
La misma, pero ampliando el foco |
De paseo por el pueblo. Ahí estaba antes la plaza de Alfonsillo, al principio de la calle Harina |
Mirador en el Barrio, que está remozado. |
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