lunes, 15 de abril de 2013

Maldeojos. Lo que opina Revilla. Domingo, 14 de abril de 2013



Lo que opina Revilla

      Si digo Revilla, a mucha gente le sonará a chorizo. Chorizo Revilla. Pero no, está claro. El titular se refiere a un humano, que suele tener opinión. Un chorizo no la tiene. Salvo que el chorizo también sea humano. Creo que me explico. El opinante del titular es una de las últimas estrellas de la televisión, Miguel Ángel Revilla, el que fuera presidente de Cantabria y acudiera a Madrid cargado de anchoas para promocionar las bondades de la gastronomía de su tierra. Es decir, alguien que ejerció la política como sustento de vida. Y supongo que por ideas. Es una estrella de la televisión llegada de la política pero aún no se ha quedado en bolas como lo ha hecho Olvido Hormigos, que dejó la política para enseñarlo todo. Todo se andará. Olvido enseño primero la puntita nada más en la piscina de Telecinco –obviando aquel vídeo casero que la aupó a esta fama cuando aún era concejala socialista de Los Yébenes, Toledo-. Ahora, será portada de una revista cuya careta es para camioneros verracos y su interior para espíritus inquietos. Miguel Ángel Revilla fue un día de invitado a La Sexta Noche, le dieron carrete, y se explayó. Gustó lo que hizo. Fíjense si gustó que enseguida se puso a la cabeza como tendencia del momento en Twitter. Un éxito. El programa, que no puede dejar escapar una, vio que como tertuliano no encajaba, pero lo que decía, y cómo lo decía, sí, y mucho, porque Revilla, sin el bozal de la prudencia del gobernante, es de los que le das mecha, y se enciende. Literal. Escuchar a Revilla es caer en el embeleso, como cae uno en el embeleso de los anuncios sin fin en las madrugadas donde vemos a un tipo que vende el milagroso artilugio que pela patatas, las hace tacos, láminas, las riza, les da formas muy atractivas, y se las come toda la familia, hecho que cautiva a la vecina, y así hasta el infinito con una verborrea encendida que recuerda a los charlatanes que vendían por los pueblos y barriadas unturas para el pelo. 

En la última edición de La Sexta Noche le hicieron un reportaje a lo grande. Lo llevaron a su pueblo, a la casa donde nació. Hacía 40 años que no entraba en ella. Y se emocionó. Obsérvese lo que Revilla lleva en la mano. Eso es, "yo he venido aquí para hablar de mi libro".


La nueva estrella

      En La Sexta Noche, Miguel Ángel Revilla no es uno más. Es la estrella. Le dan casi una hora. Una hora en horario de máxima audiencia. Solos en un apartado del plató él y el presentador, el eléctrico Iñaki López, que le va poniendo los temas de la noche en bandeja para que Revilla opine para que el mundo entienda este mundo caótico, oscuro, corrupto, y manejado por “piratas económicos”. Incluso antes de empezar su actuación estelar enchufan su reacción cuando él está sentado en la sala de espera, minutos antes de que le toque. La semana pasada abrieron el programa con la imputación de la niña menor de Juan Carlos de Borbón, y conectaron en directo para conocer la opinión de un experto en los entresijos del caso Noós, nuestro colega de Diario de Mallorca Francisco Mestre, pero el realizador pinchó el plano de Revilla para ver sus gestos, como un aviso público de que ya está aquí, de que nadie se mueva, que todo está listo y Revilla viene con la cabeza echando humo y con gana de decir la verdad, sólo la verdad, y nada más que la verdad. Es el mismo recurso que hacen los de Sálvame, o hacían, que hace tiempo que a ese teatro no me asomo, así me entere por otros lados de que siguen interesando las programadas peleas entre unos y otros, como la que tuvieron hace poco Lydia Lozano y Belén Esteban, con el cómico dramatismo de abandonar el plató muy ofendida. Comicidad que a Sánchez-Dragó le salió bien, porque abandonó ofendido por no sé qué cosa el plató de Jordi González en Telecinco y ha acabado contratado como opinante en el bando de la derecha en el plató de Iñaki López. Bien, pues ni esta ni otra estrella hacen sombra a la estrella del programa, Miguel Ángel Revilla. Insisto. Una hora para él solo. No lo presentan como político, ni economista, ni tertuliano. Revilla es Miguel Ángel Revilla, Ciudadano de España. 


Miguel Ángel Revilla es una auténtica estrella, no hay quien le tosa. Hace audiencias. Como Belén Esteban, cada vez más cerca de su derrumbe final.


La pizarra del maestrillo

      O sea, un Pepe, un Juan, un Antonio, un Manuel cualquiera. Un hombre del pueblo. Y para que el pueblo lo entienda, da sus clases ante una pizarra. Pero con tiza y todo. El momento en que alguien del equipo llega con el encerado verde sobre dos patas, y una mesita baja para que el profe ponga sus notas, la tiza, y el vaso de agua, es uno de los últimos descubrimientos televisivos. De hecho, hay puntas de audiencia durante sus actuaciones que alcanzan el 14%. Una barbaridad. A veces me arrepiento de saber tanto, dijo en su última soflama. Una de las acepciones de soflama es discurso, alocución, perorata, y recuerda la RAE que se dice soflama en tono despectivo. Quisiera quitarle ese matiz, porque no escribo la palabra en tono peyorativo. Pero hay algo en esta hora de televisión que me huele mal. De vez en cuando, el ego de Revilla es desmesurado, y además de arrepentirse de saber tanto, ha escrito un libro que “es el más vendido”, y cuando lo paran por la calle se le acerca la gente para pedirle consejo, que si dejo mi dinero en el banco, que si lo retiro, que si me ayuda como estafado de preferentes, y él, con la carga del mal sobre sus hombros, arrastra esos problemas hasta hacerlos suyos porque, como explica en su pizarra, el mundo está lleno de tiburones, de gentuza que maneja en paraísos fiscales nuestro sosiego o zozobra, felicidad o desdicha, y alguien tiene que trabajar y hacer valer al más débil. Para eso está Revilla, Miguel Ángel Revilla, un Ciudadano de España. ¿Para eso está? Aquí es donde me paro. Donde me atenaza la duda. Me da mal rollo. Es verdad que si lo escucho, me gusta lo que dice, y lo entiendo como se entiende a un maestrillo de los que explican las cosas en la pizarra, con lenguaje llano, pero no se me va de la cabeza, o mejor, se me vienen a la cabeza, un montón de nombres que micrófono en mano tenían, y tienen, la cualidad del embeleso populista. Ya salió el término. Pero me vuelvo a plantar. Tengo grandes dudas. No sé qué pensar. Solo otra cosa. ¿Por qué cuando gobernaba, el mesías lo era menos?

La escena de la pizarra es de una simpleza vergonzante, pero de eficacia visual de alta comedia.



La guinda                                                                                                   
Los muertos
Esta semana las televisiones –y otros medios, claro- han echado humo escribiendo loas, perfiles, panegíricos, y análisis profundos de tres eminentes personalidades. Y, como sabemos, cada una en su estilo. Sara Montiel, José Luis Sampedro, y Margaret Thatcher. Ninguno está ya con nosotros. Todos muertos. Ninguno de la familia. La muerte no es motivo de alegría. Pero uno se pone más triste con según qué pérdida.

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