Pura
envidia
A la gente del grupo, a los que no fueron de Pura envidia pero lo vivieron de cerca.
A la gente que nos vio sobre el escenario, a la gente que se habrá preguntado
alguna vez -¿lo habrán hecho?- qué fue de aquel grupo de teatro que surgió,
creció un poquito, hasta le dieron un premio –el Murcia Joven-, y desapareció.
A la gente que sin ser del grupo lo vivieron desde dentro y nos vieron crear,
avanzar, retroceder, imaginar, disfrutar, y tomarnos muy en serio lo que
hacíamos. Pura envida fue algo más
que un grupo de teatro nacido en 1991-92. Pura
envidia resultó ser con el tiempo la excusa para vernos y comer juntos en
Aljucer, para entendernos y disfrutarnos, para no dejar de vernos, para
alegrarnos como chiquillos cuando nos llamaban para actuar en Cartagena, en
Mula, en Loja, en Murcia…
Pura
envidia era ensayar en el sótano de la casa, abrir la
puerta del garaje y montar coreografías deteniéndonos con solvencia profesional
si algún vecino entraba con su coche a su casa -y como apunta el coreógrafo y bailarín Mario G. Sáez, que con Ángeles Angulo son el alma de Erre que Erre, que hoy dan la vuelta al mundo con sus espectáculos de danza, quizá aquélla fuera su primera coreografía-, era investigar nuevas maneras
de decir los siempre nuevos versos de Lorca, era creer en lo que hacíamos y
crecer sin darnos cuenta. Bueno, hay que decir que uno –yo- ya estaba más
crecido que otros –ellos-, que eran unos bebés.
¿Qué salió de todo aquello? Dos montajes. Uno, La condena del hereje. Dos, Federico, tópico atípico. El primero, La
condena del hereje, un disparate, quizá una ingenua provocación, un
divertimento visual, un desparrame. Fue empezar desde cero. Haciendo ejercicios
de voz, improvisando, ejercicios para perdernos el pudor, para gritar, para
controlar los registros de voz, tomando y descartando ideas, fijando imágenes,
caminar cada tarde por el filo de la investigación aunque en aquellos momentos
sólo era un juego. Nunca supimos a dónde queríamos llegar, pero jamás estuvimos
quietos. Nos daban las tantas ensayando, y el tiempo volaba como sólo vuela
cuando el disfrute es mucho. Sólo cuando creímos que el grupo era un grupo
iniciamos el ensayo en firme del primer montaje. Y estrenamos en el Teatro
Romea. Era el 16 de diciembre de 1992, a las 22´30 de la noche. Tengo entendido
que en las primeras escenas, una especie última cena, con una mesa larga
vestida de blanco y cuencos de colores, algunos espectadores se salieron. Quizá
para la época era excesivo empezar la función con un deseo imperativo.
-Chúpamela, decía el personaje.
-No, ahora no, contestaba otro.
-¿Por qué no?
-Porque no me apetece.
Y así hasta un desvarío de imágenes, situaciones,
paralelismo entre la realidad y la ficción, parodia de programas de televisión,
de las religiones.
El segundo montaje, Federico, tópico atípico
fue más serio, una máquina perfecta que en su hora y pico de duración repasaba
al Federico García Lorca más tópico, que el grupo hizo atípico por su forma de
exponerlo, de presentarlo sin folclores, descarnado, haciendo de los poemas un
cuerpo dramático que conformaba un mundo que nosotros quisimos que fuera su
mundo. Con el tiempo descubrimos que algunos recursos visuales –sobre todo
jugando con la iluminación de linternas que usaban los actores para enfatizar
situaciones, versos, poemas enteros- fue un recurso que también vimos en grupos
de vanguardia de primera fila en el país.
Hoy, cuando han pasado 20 años, esta entrada quiere
revivir aquel tiempo, aquella gente –algunos dedicados a lo que siempre
quisieron ser, creadores, bailarines, coreógrafos-, aquella ingenuidad
arrolladora y creativa. No, no hay melancolía paralizante. Todos seguimos en
contacto, sabiendo qué es de nuestra vida, dónde estamos. Y por qué. Hace unas
semanas quisimos volver a juntarnos. No pudo ser. Pero será. Valgan estas
palabras, estas fotos, para paliar ese primer intento fallido.
Yo me lo sigo, yo me lo como. Todos hacíamos de todo. Tomando medidas para La condena del hereje. Virginia Arróniz toma medidas a Juan Ramón Prieto. |
Saludo final de Federico, tópico atípico. De izquiera a derecha, Abraham Hurtado, Melisa García, Vanessa Fernández, Antonio Ángel Iniesta, Susana Baño, Virginia Arróniz, y Juan Ramon Prieto. |
Foto para el afiche de la función Federico, tópico atípico. La hizo el pintor Antonio Martínez Mengual |
Resultado final. Cartel para una de las actuaciones del grupo, en este caso en Cehegín. Fue el 10 de marzo de 1994 |
Cartel para La condena del hereje. Lo hizo Antonio Martínez Mengual, muy implicado con el grupo |
Uno de los guiñoles que usamos para un poema de Lorca. |
Cena en una venta después de una actuación en algún pueblo |
Memorable viaje a Dílar después de una actuación en Loja con el Federico más tópìco y más atípico gracias a Manolo Pelayo, que asesoraba la concejalía de Cultura de la ciudad granadina. |
Otro momento de aquellos días en Dílar, con un grupo desmadrado y feliz. |
Una experiencia única. Me gusta esta frase "Sólo cuando creímos que el grupo era un grupo iniciamos el ensayo en firme del primer montaje".
ResponderEliminarBesos Cipri
Besos, amigo, que la vida te sea favorable. Sí, fue una experiencia maravillosa.
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