Kiko, cásame
Acierto. ¿Cómo
no se les habría ocurrido antes? Si a mí me gustara Telecinco hasta el extremo
de prescindir del resto de botones del mando porque mi mando está adiestrado y
sabe que como en casa, en ningún sitio, a mí me gustaría que Telecinco me
casara. Si yo siguiera su programación, y supiera que frente a Sálvame soy uno más de la familia, y que
todo lo que hacen lo hacen pensando en mí, a mí me haría mucha ilusión que el
padrino de mi boda fuera Kiko Matamoros.
Fíjense lo que les digo, si yo viviera cada tarde pendiente de si hoy sufre Lidia Lozano o le toca a Mila Jiménez, yo daría saltos de
alegría en cuanto viera entrar al salón de mi casa a Karmele Marchante con uno de sus simpáticos modelos enseñándome una
carta porque, alégrese, señora, que su hijo ha sido elegido para casarse en Las bodas de Sálvame. ¿Cómo no se les
habría ocurrido antes? Han acertado. Le han dado a su audiencia en el gusto,
donde más disfruta, algo como el pícaro Rajoy
hizo con Francisco. A los españoles
no los conocerá mucho, pero al papa lo conoce al dedillo, supo darle lo que más
ilusión le hacía, una camiseta de la Roja. El papa no dio saltos de alegría
porque no era plan. Es el papa, coño. Pero como la audiencia de Telecinco no
tiene que fingir, y si hay que reír se ríe, y si hay que llorar se llora, la
abuela del afortunado nieto que se casará en Telecinco lloró de orgullo y
satisfacción por la suerte del nene, aunque hijo, podías haberme avisado, que
mira cómo está todo, espera, espera, que voy a quitar las cosas del perro y el
delantal, nene, que tengo el delantal puesto. Nada, todo está perdonado. La
audiencia de Telecinco conoce a Telecinco y se reconoce en esas cosas. Las
cosas son así, y así hay que mostrarlas, que entre familia no hay secretos.
Además, lo que dice una abuela no se discute.
Esto no es un plató. Es el templo del amor |
Tú ibas a llegar lejos
Que me va a
casar Kiko, mama –dígase sin tilde
en la segunda a de mamá-, hostia, tú. Pero qué Kiko, hijo, pregunta la mama
sorprendida en otra escena que no es la de la abuela y su delantal. Pues el de Sálvame, dice el cani, pero no el
Matamoros, el otro. Ay, dios mío que me da, dice la madre con los ojos
abiertos, retirándose los restos de rímel viejo y mirando ya a cámara, ya al
hijo. Si es que ya lo decía yo, dice la madre, yo sabía que tú ibas a llegar a
lejos. ¿Ven? Acierto. Del gordo. Las
bodas de Sálvame es uno de los bombazos de Sálvame, de Telecinco, de Paolo
Vasile, que ni que decir hay que degollaría a un hijo suyo si un día
llegara a casa seguido por una cámara de la tele y le dijera, papa –dígase sin
tilde en la segunda a de papá- que me casa Kiko, pero no el Matamoros, etc,
etc. Pero Paolo Vasile, ya lo dijimos aquí porque nos lo dijo el propio Vasile,
no hace la tele que a él le gusta sino la tele que le gusta a la gente. Así de
bueno es Vasile. Es tan bueno que ha tirado la casa por la ventana con cuatro
euros y se ha llevado las tardes del sábado a su corral. El corral de Las bodas de Sálvame es una, sí, lo
digo, preciosidad. Si a mí me gustara Telecinco, a mí me gustaría tener en mi
álbum de fotos del día de mi boda unas fotos así, tan chulas, con un festón de
globos de colorines rodeando la plazoleta de colorines frente a la pantalla de
colorines que preside un plató con tantos colorines. Lo digo como lo siento. Todo
sucede en un plató, como es lógico tratándose de la tele, pero plató es una
palabra que despista, casi vulgar para ceremonia tan importante. Nada de plató.
Los novios se casan en el altar de Sálvame.
¿Qué me dicen? ¿A que cambia la cosa? Es más, no entran a la nave donde todo
sucede. Una nave, una nave. Es el templo del amor. Bueno, bueno, bueno. Si a mí
me gustara Telecinco y yo escuchara a Kiko
Hernández decir que ya empieza todo, que adelante, que entremos al templo
del amor, a mí se me caen las bragas de encaje o el calzoncillo que han de
cortar mis amigotes, según haga de novia o de novio. Lo mismo me da.
Vamos, vamos, vamos. Ay, que me da. Ni en sueños podía imaginar algo así. |
El rímel derramado
El templo del
amor, el altar. Pero ahí no acaba la cosa pecaminosa y herética. Cuando el oficiante,
Kiko Hernández, dice, “yo, Kiko Hernández, presentador de Las bodas de Sálvame, y en virtud de los poderes que me confiere la
audiencia de Telecinco, os declaro unidos en matrimonio, lo que Las bodas de Sálvame ha unido que no lo
separe nadie”, a Rouco Varela le
tiene que dar un síncope. Y más. Hasta ahora, en Las bodas de Sálvame, los novios que han pasado por el altar de ese
templo no sólo han pasado de cura sino que han llegado con hijos a la fiesta.
¿Han vivido juntos, han tenido hijos, y ahora se casan en esa pantomima? Llevan
razón los obispos más obispos cuando dicen que en España el anticlericalismo es
radical, que el matrimonio se va a pique, que aquí no les hace caso ni dios. En
fin, ahora están en época de berrea –digo los obispos, que tienen que
teatralizar su martirio para conmover a las ovejas por ver si de una puta vez
marcan la casilla de su empresa-, y hay que perdonárselo todo. Pero el mal ya
está hecho. La gente que ve Telecinco ya ha olvidado lo de la iglesia, el cura,
las fotos que valen un pastón, las flores para el santo, el cristo y la virgen,
y ahora sueña con una ceremonia donde el novio puede aparecer de Elvis Presley, la novia de Marilyn, y la abuela, sin delantal,
pero cojeando, apoyada en su bastón, ante Kiko Hernández. Oh, my God. También
brujulea por el plató, perdón, por el templo, Carmen Alcaide, que habla con los amigotes sentados en las gradas,
que recibe a los invitados. Lo que se dice un monaguillo aplicado. Si a mí me
gustara Telecinco, a mí me gustaría que me casara Telecinco. Imagínense poder decirle
a los nietos que me casó Kiko Hernández y tuve de madrina a Karmele Marchante
en el templo del amor. Ay, qué sensible soy, coño. Es que no puedo aguantar. Ya
ven, ya estoy llorando. Con lo bien que da el rímel corrido en pantalla.
La guinda
La imagen
Casi lloro de
emoción. Otros irían más allá acertando en las palabras hasta dar con el verbo
potar. ¿Vieron la imagen sublime de Loli
Cospedal, no con peineta, que para eso falta un año, qué calvario, sino con
pañolón al cuello regalado por un rojo del copón, un alto mandatario del
Partido Comunista Chino? Que sí, que allí son capaces de llegar a acuerdos
aunque el de enfrente eche azufre por el rabo. Pero es un azufre tan, tan
rico.
Soy más tonto. Pues no que veo esta imagen y me pongo a llorar. Loli llega a acuerdos con Wang Jiarui, alto cargo del Partido Comunista Chino. |
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