lunes, 22 de abril de 2013

Maldeojos. El plato y el plató. Domingo, 21 de abril de 2013



El plato y el plató

      Qué tiempo más raro nos ha tocado vivir, como supongo habrán dicho los habitantes de este planeta desde el minuto uno, desde que la energía empezó a salirse de madre y a cuchichear con la química y la física y empezó el lío de la vida mientras el universo va que te pillo en busca de una expansión que sólo parece alejarse del origen. Como Felipe González. Como Fátima Báñez, a la que no hay quien pille. Como Arias Cañete y sus fríos remedios para bajar el empalme del exceso. O como Pepe Rodríguez, el cocinero estrella de MasterChef, masterchof, mastercruel, o masterpollas, como se han desatado las redes y los comentaristas hablando del programa de La 1. El jurado de MasterChef  ha decidido que tiene que abandonar el programa..., dice con solemne impostura Rodríguez. Me parto. Si al menos diciendo esta estupidez guiñara un ojo, le tirara de los pelos a la presentadora, intentara arrancarle la cabeza al concursante, como el ex diputado del PP Sigfrid Soria se la arrancará a quien ose molestar a su hija, se comiera el rodaballo crudo, o hiciera intentos por liarse con la aspirante de más edad rebozando su amor en harina, la cosa cambiaría, pero al contrario, la cosa es peor de lo que parece contada aquí. La cosa es hasta cultural. ¿Que no lo sabía? Pues sí. Todo lo que se patrocina en TVE es cultural. Y MasterChef tiene a dos patrocinadores gordos. Así que el ministro rijoso José Ignacio Wert puede estar tranquilo. Quizá hace bien en no acudir a Salvados, aconsejado por su hijo, porque el programa de Jordi Évole es una trampa en la que caen los incautos, y Wert no lo es, y además no es un programa de cultura sino una escuela para soliviantar a ciudadanos con ganas de berrear por los escraches que hace gente como Wert. Pero MasterChef es otra cosa. No le falta de nada. Hasta presentadora tiene. 

Pepe Rodríguez, cocinero estrella de El Bohío, en Simancas, Valladolid, aunque aquí lo vemos en su interpretación de aspirante a Alberto Chicote -Pesadilla en la cocina- en la función MasterChef, en La 1.


Natural como las tetas de Yola

      A la presentadora la sacan después de conocer a los patrocinadores, que todo tiene un orden. La tensión está en saber si saldrá con el pelo planchado o con ligeros rizos que se mueven con el viento extremeño si es que la llevan, como la llevaron, a los campos de batalla de nuestro ejército. Y allí colocaron a Eva González con un chaleco como para irse a la guerra. Antibalas. Y con el pelo recogido, otra modalidad. Tan mona. A ver si me entero. Está bien que los aspirantes, como a Eva le hacen decir para nombrar a los concursantes, se fogueen –perdón por el término hablando de nuestros soldados- en fogones de cuartel, o en comidas nupciales para 80 comensales, pero convertir a nuestro ejército en cobayas de aprendiz probando sus platos en un teatro televisivo demuestra que el ministro del ramo, Pedro Morenés, no tiene un hijo tan alerta como el de Wert. A lo que vamos. Que Eva González está, pero podría no estar. Va guionizada –perdón por el palabro- hasta la punta de sus pelos. Y de ahí no sale. ¿Natural? Como las tetas de Yola Berrocal. Véase la escena del sofá de la andaluza con los expulsados del paraíso, a los que, como una Eva catódica, les arrebatan el delantal dejándolos en cueros, pero la voz de Eva habla y dice, por favor, no abandones tus sueños porque eres buen cocinero, y vas a seguir investigando en la cocina porque nuestro patrocinador te regala todos los electrodomésticos que has utilizado para que sigas investigando. Para flipar. A situación tan culta hay que añadir el ridículo esfuerzo de la gachí peli recogida, peli rizada, o peli planchada por evitar su acento andaluz. Patética. Guapísima, pero hueca. ¿Y ya está? No. Hay dos maestros cocineros más. Una cocinera, Samanta Vallejo-Nájera, estricta como una gobernanta de hotel barato, y Jordi Cruz, el más joven, el más creíble, el que parece más fresco en ese teatro tan rígido como un buñuelo demasiado frito. 
Es la presentadora, Eva González, pero podría no serlo, y no pasar nada. Aquí aparece con el pelo planchado. Habrá más sorpresas con su melena. Es la única emoción  que despierta la señora.


El escrache y las lentejas

      En este tiempo rarísimo en que vivimos, vemos cosas tremendas. Vemos a políticos que combaten la supuesta agresividad ajena con una agresividad desbocada, vemos a gente que entra en concursos para aprender a cocinar pero resulta que para entrar han de saber manejarse con recetas de alta cocina, vemos al tal Fernández de MasterChef tratando de imitar a Alberto Chicote el malote, vemos que en este tiempo de escasez, cuando miles y miles de personas no sólo no llegan a fin de mes sino que no pueden echar el día, surgen a cascoporro programas de cocina con productos frescos que son la ensoñación de miles y miles de ciudadanos, de niños que sólo comen lo que comen en el colegio, de madres que lloran en el rincón porque no saben qué poner para la cena, un tiempo en que hemos de escuchar provocaciones como la de De Cospedal convirtiendo en feroces delincuentes a ciudadanos desesperados, humillados, expulsados, un tiempo en que va en serio la apuesta de La 1 por la cultura montando en + Gente mesas de debate sobre MasterChef, y para que no quede duda de esa apuesta cuentan en la mesa de expertos con Carmen Lomana, que lo mismo se tira a la piscina de Antena 3 que diserta sobre la bondad del brócoli escarchado con espuma de arándanos, y se rifan a los cocineros, aunque algunos, como Juanma Zamorano, el Karlos Arguiñano extremeño, aunque con más pluma que Alaska y Mario juntos, ha dicho no, y ha preferido sus platos al plató. En este tiempo difícil y raro estamos subidos a una ola que confunde eso, el plato con el plató, y el plató de la tele con el plato de la mesa. Los políticos inventan frases ingeniosas no para ayudarnos sino para que encajen en el bolillo del titular, o se ponen de frente ante el atril, sabiendo que una cámara recoge su estelar actuación, y hacen de histriones sin pudor, como hizo Javier Arenas interpretando su papel de ofendido como lo haría en Aída el facha Mauricio –escraches, escraches, escraches, decía el señorito andaluz, a-co-so, ante una audiencia entregada-. Casi lo están consiguiendo. Se habla más de a-co-so que de desahucios. Se habla más de cocineros estrella que de lentejas. 

El sobre -actuado- Javier Arenas diciendo qué escrache, ni escrache, ni escrache... Hay políticos que sirven pa tó, pero en El club de la comedia serían unos linces.



El cocinero Jordi Cruz. Acabamos con él para dulcificar la imagen anterior, que hay gente muy sensible. Este hombre resulta de lo más normalito y convicente en MasterChef.




La guinda                                                                                                 
La suerte del culo
Soy Pino Colmenarejo, y han cabreado –los ricos, los que han generado la crisis- al churrero equivocado, dijo Paco Tous en el estreno de la segunda temporada de Con el culo al aire, que ha vuelto a Antena 3 la noche del jueves. ¿Vulgar? ¿Basta? Para echar un rato. Con buenos actores. Y la audiencia respondió. Se zampó con varios puntos por encima a la insufrible Hay una cosa que te quiero decir… Y me alegro.

Paco Tous en su personaje de Con el culo al aire. No me digan que la imagen no es potente... Su hábitat natural es el cámping, pero aquí está de invitado a una playa de ricos.
 

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