Retoquitos
de orfebre
(Artículo publicado el domingo, 24 de setiembre, en diarios de EPI PRESS)
Soy el fuego que arde tu
piel, soy el agua que mata tu sed, el castillo, la torre, yo soy la espada que
guarda el caudal, tú el aire que respiro yo, y la luz de la luna en el mar, la
garganta que ansío mojar, que temo ahogar de amor. Lo que acaban de leer –quizá
hasta le suene- es la letra de la sintonía de una de las series más violentas y
sanguinarias, con visos de realidad, que se han visto y se siguen viendo. Es Narcos. Una delicia de música y letra
original de Rodrigo Amarante,
cantante brasileño, con el que se abre el telón del infierno, de las
despiadadas venganzas, de la muerte como moneda de cambio, del crimen como
herramienta de gigantescas fortunas. No me canso de escuchar esa dulce melodía,
ese compás lento, esa voz sugerente que habla de la pasión en susurros. Ni
todas las nuevas voces, ni ese ciego apoyo a la música que pretende hacernos
colar de nuevo TVE con la inminente apertura de la academia de Operación Triunfo, donde el galán de la
testosterona a borbotones Carlos Lozano
da paso a Roberto Leal, sabrán
emocionar una milésima parte de lo que consigue la voz mecida de Amarante en la
sintonía de Narcos. Todavía no ha
comenzado OT y ya tengo empacho. Es
lo que nos pasa a muchos con Francisco
Marhuenda, que rechazamos el original y amamos la copia que ha creado el
humorista Raúl Pérez. Nos lo
encontramos a todas horas y en todas las cadenas, y aún así va el tipo y se
cabrea porque lo han echado de 13tv. Si la música de Narcos te engatusa y engaña porque jamás imaginarías que abre las
puertas del apocalipsis, saber que la nueva temporada de La mañana de La 1, cuyas novedades se presentaron la semana pasada,
incluye “estar muy pendiente de los `realities´ de la casa, Masterchef y Operación Triunfo”, te da un bajón del quince por mucho que lo diga
María Casado, o justo porque lo dice
ella, que volvió el lunes. Al fin.
Periodismo de hienas
Lo digo porque la imagen de Silvia Jato dominando la escena en el
plató del programa ha sido tan dura como un balazo de los criminales. La señora
presenta de pie, estricta, agria, con ese puntito de altivo desprecio y
evidente arrogancia, con gesto de hacer ver que aquí mando yo, quizá ayudada
por ese pelo trenzado en moño alto que deja la nuca al aire como una cigüeña
malhumorada. No me gusta, ya lo he escrito otras veces, sigue sin gustarme
cuando la vi el otro día hablando de pamplinas impropias de una tele pública
malgastando un tiempo de oro con una solemnidad insultante. Me resulta más
repelente que otras caras del universo de las estiradas, y las hay que me
desestabilizan. Soy así de vulnerable, amores. Toc, toc, llama Ana Rosa Quintana. Ella sabrá si por estirada o fatua, solemne o doña de
corral. No sé ustedes, si es que la ven por la mañana en Telecinco dejando que el
broncas Eduardo Inda –periodismo de
hienas-se apodere del tiempo excretando sonidos para impedir que se escuche la
opinión ajena, no sé si ustedes se han dado cuenta de que algo ha pasado en la
cara de Ana Rosa. Es como si vemos a la reina de verdad, a Letizia Ortiz. Parece la de antes, la que salía en TVE con el
manipulador Alfredo Urdaci
–fastidia, señora mía, que ni una reina pueda borrar vídeos, wikipedias, fotos,
en fin, el pasado para que no quede constancia tan chunga-, pero no es la
misma. La cara de hoy ha pasado por todos los talleres para que los orfebres
hayan dado con la imagen actual. Pues con Ana Rosa, igual. Es la misma, pero con
las mejillas infladas, el acordeón arrugado de su cuello como estirado, y sus
ojeras como si no le diera vergüenza hablar de la nueva edición de Gran Hermano. Y sin dejar de hablar de
caras, y de jetas, se confirma que Fátima
Báñez está hasta su higo chumbo de que la confunda con Millán Salcedo, Martes y 13, hasta el iPhone nuevo, ese de
reconocimiento facial, siendo ella la que posee melena con denominación de
origen y la que de verdad agradece a las vírgenes lo bien que va su ministerio.
Grotesca homofobia
En Mediaset apenas han pasado
por el taller del orfebre no sólo la presente edición de Gran Marrano por mucho que hablen, también con pompa pero sin
sustancia, de GH revolution sino a ¿Quién quiere casarse con mi hijo? En Gran Hermano no hay más revolución que
la de saber cuándo se tirará el primer cuesco alguno de los exiliados del país
de Rajoy o del país de Puigdemont. Lo demás, hastío, frío y
sed, tele de abuela, inventos, guionistas en acción, cadena antigua. En ¿Quién quiere casarse con mi hijo?,
Cuatro, la novedad la pone el vestuario de la alcahueta Luján Argüelles. Lo demás, guionistas desatados, friquis de manual,
ansia de foco, perfiles intercambiables con Firts
dates, el propio GH, o los
vecinos majaras de Ella es tu padre,
donde por sacar cosa vista, leña quemada, pareja insoportable, sacan a Alaska y a su liendre, Mario Plomizo Vaquerizo. No veo la
serie, y eso que Carlos Santos está
inmenso como señora a lo Doubtfire, no porque Rubén Cortada apenas sirva como cosa decorativa fruto de orfebrería cara sino por si, en un
descuido, sale Vaquerizo con su boca torcida. Los que no tienen arreglo ni en el
mejor de los atelier son los de Intereconomía, que no saben qué hacer para
llamar la atención. El ridículo Eduardo
García Serrano, el tipo que llamó zorra y guarra a una consejera catalana,
participa en un gag que pretende ser cómico y sólo es patético haciendo el
saludo fascista y dando pasos marciales por el plató para demostrar que es
español porque no es marica y le gustan los toros, o algo así. Grotesco, de
verdad. La vida, como la tele, iba en serio, venía a decir Jaime Gil de Biedma. Esta peña cutre, facha y delirante, vive en su
mundo protegido por la libertad de expresión –Podemos los ha denunciado-. Que
la tele va en serio, volviendo a Narcos,
lo ha sabido muy bien Carlos Muñoz,
que localizaba escenarios para la serie, al perder su vida a manos de sicarios
en Méjico. Su cabeza agujereada por los disparos no podrá ser remendada por
ningún orfebre aunque su vida sí podrá ser recordada cada vez que se oiga la
dulce voz de Rodrigo Amarante en la sintonía de Narcos.
La guinda
Celebridades
Queda dicho en esta página. El martes se
estrenaron dos bombazos. Gran hermano
en la cadena añeja, Telecinco, y Masterchef
celebrity, en La 1 –que ganó la noche-. Por allí andaba Bibiana Fernández. Qué putada. Qué
pena, hablando de orfebres de la cara, lo que le han hecho a esta señora por el
afán de la misma de luchar contra el tiempo, con lo guapa que era. Está claro
que en esa lucha ha perdido. Qué fea la dejó el bisturí, coño.
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