La última nave
Cuando hace más
de 20 años me llamó Valentín Contreras
a su despacho en la Trapería de Murcia, creo que ni nos conocíamos en persona.
Yo sabía que había sido jefe de informativos en Radio Murcia –cadena SER-, y
que el Gobierno autonómico, que entonces presidía el socialista Carlos Collado, le había encargado que
pusiera en marcha la radio autonómica. Por entonces, yo formaba parte de la
redacción de La Opinión de Murcia, que dirigía con espléndida y fructífera
imaginación Ramón Ferrando. Pensé
que la llamada de Valentín tenía que ver con alguna información sobre la
emisora en ciernes. Pero no. Empezaba el verano, y me dijo que a ver si en
setiembre le llevaba un proyecto para un programa en la radio, un programa
nocturno. Pero si no he hecho radio en mi vida, le dije. Por eso, me contestó. No
quiero un hombre de radio sino un hombre que escriba como tú, que tenga tu
sensibilidad. Tendrías dos horas cada noche, me dijo aquel hombre sereno,
educado y amable, distribuye el tiempo como quieras, y búscale un nombre que suene
bien.
Salí de allí con
la convicción de contestarle que no al día siguiente, por teléfono, miedoso y
cobarde. Pero aquella noche no pude dormir y empecé a pensar en la radio, en lo
que supondría para mi vida cambiar el ritmo de trabajo, de sueño, de alimentar
cada día una criatura de dos horas a la que le dedicas mucho tiempo, a la que
pares a las doce de la noche, y que muere sin remisión a las dos de la
madrugada. Y así un día, y otro, y el siguiente, de lunes a viernes. Me dijo
Valentín que no pensara en el primer programa sino en el programa cien, es
decir, un programa con un esquema que se pudiera mantener, que fuera
reconocible, que tuviera el sello personal de quien lo hacía, y que pudiera
manejarlo pasados cinco, seis, siete meses.
Y nació el
nombre. La última nave. Y la sintonía, que la puso Jean Michel Jarre, el quinto corte de su obra maestra Los campos magnéticos. Y un
esquema. En la primera hora, una entrevista. La segunda, más creativa. A la
vuelta del verano nos volvimos a ver. Le conté lo que podía hacer, y arrancamos,
como el resto de programas de Onda Regional de Murcia. El día que se estrenó el
programa lo hicimos con una entrevista grabada a la sepulturera de Mula.
Después, casi todo el mundo pasó por La
última nave. Desde los presidentes –Carlos Collado, María Antonia Martínez, y Ramón
Luis Valcárcel- a albañiles, mendigos, conductores de autobús, cirujanos,
agricultores, artistas, políticos, pensadores, banqueros, artesanos, músicos
callejeros, pescadores… Jamás hubo indicaciones desde la dirección sobre la
conveniencia o no de invitar a alguien o no hacerlo, dijera lo que dijera, y
eso que, pasados los años, cuando ya ni estuve vinculado a la emisora, supe que
Valentín Contreras recibió presiones, algunas enconadas, sobre el rumbo del
programa.
Grabando material para La última nave. Era el año 1990 |
Coincidiendo con
el cambio de Gobierno, después de las legislaturas socialistas, con la llegada
al poder del PP con Ramón Luis Valcárcel, yo empecé a flaquear, a estar
cansando, a no creerme el programa, a verlo como una fórmula, rutinario, sin
empuje, y con verdaderas dificultades para invitar a gente porque La última nave no era un programa de
actualidad, e invitado que pasaba una vez, sobre todo si era político, no
pasaba más porque en esas conversaciones se hablaba con la persona, no con el
cargo, es decir, no me valía como material radiofónico porque todo estaba dicho.
Decidí hablar con el nuevo director, con Juan
Máiquez, para comentarle mi cansancio, mi falta de empuje. Pero Juan me
pidió que no dejara el programa coincidiendo con su llegada por si alguien
pudiera pensar que se trataba de una purga ideológica. Lo entendí. Y acepté con
la condición de revisar mi salida en un futuro. La última nave duró dos temporadas más. En ese tiempo, tengo que
decirlo, tampoco hubo algo parecido a un intento de injerencia en los
contenidos del programa. Total libertad, como siempre tuve.
¿Digital? ¿Eso qué es? Ni falta que hacía. Los técnicos hacían virguerías para hacer realidad unos guiones que algunas noches eran muy complejos. |
Las noches de La última nave eran noches de una
intensidad que no conocía. En la redacción apenas quedaba nadie, sólo el
técnico de sonido y los redactores de noche, que hacían boletines cada hora y
estaban al tanto de lo que pasaba en la región, en el país, en el mundo. Era un
ambiente propicio para un programa íntimo, dirigido casi a cada oyente, sin
aspavientos, contando historias quizá sacadas de la actualidad pero
retorciéndolas hasta convertirlas en relatos sin tiempo. La última nave era, como tiene que ser cualquier programa de radio,
un mundo de complicidades. Las había. Primero con los oyentes. Y luego con los
compañeros. Sin el trabajo en la producción de Abraham Hurtado, y sin la seguridad de tener enfrente, detrás de
los cristales, en el control de sonido, a gente entregada, hábil, imaginativa,
que entendía el tono de esas dos horas de radio, a gente que se tomaba muy en
serio lo que hacía, a gente capaz de solucionar complejos guiones –con entradas
de música, con efectos especiales, con silencios, con ecos y efectos de voz-
siguiendo las cuartillas que les entregaba antes de iniciar la emisión, y todo
en directo, saltando juntos a un vacío que ahora, visto en la distancia, da
vértigo, si todo eso no se hubiera dado, La
última nave no hubiera sido posible. Éramos una pequeña familia.
La redacción, de noche. |
Una de aquellas
noches, cuando estábamos a punto de recoger porque habíamos llegado al final
del programa, llegó el redactor de noche haciendo señas a través del cristal.
Por los auriculares, mediante el sonido interno, el control de sonido me dijo
que había empezado la guerra. La Guerra del Golfo, es decir, la coalición
internacional, liderada por EEUU, estando en el poder George H. W. Bush, que atacaba Irak por haber invadido Kuwait. Fue
una noche de radio en acción. Por supuesto, nadie se movió de su sitio. La
radio autonómica se convirtió en la única emisora de la región que emitió en
directo, minuto a minuto, con conexiones con los corresponsales
internacionales, que estaba haciendo lo que tenía que hacer y se esperaba de
ella, servir al público, es decir, servir a los dueños de la emisora. Aquella
madrugada, La última nave duró casi
hasta las siete de la mañana, cuando la redacción empezó a hervir con la
llegada de los compañeros.
Onda Regional de
Murcia fue mi casa, y cuando la abandoné sentí un pellizco, mezcla de dolor y
alivio, y un sentimiento de honestidad para el programa en sí y para la gente
que lo seguía porque no quería que aquello se convirtiera en una parodia de lo
que fue. Dejé a mucha gente querida y de la que aprendí muchas cosas, a gente
trabajadora que siempre luchó por hacer las cosas como la audiencia merece,
dedicando esfuerzos para sacar adelante una programación variada, desde lo más
popular a lo más específico. Y ahí siguió. Onda Regional de Murcia es un
referente de trabajo bien hecho –claro que tiene sus sombras, y sus faltas, y
habría que hacerle algunos reproches, lo sé-, una emisora capaz de hacer un
retrato fiel, y al instante, de la región para la que trabaja, un conjunto de
profesionales que se desviven por lo que hacen, que creen en lo que hacen…
Uno de los programas en directo fuera de la emisora. Con el profesor y filósofo Francisco Jarauta, con el poeta Francisco Brines, y con el pintor Antonio Martínez Mengual. |
Pues bien,
ahora, como vamos sabiendo, el no tan soterrado desmantelamiento de Onda
Regional de Murcia se está urdiendo en despachos donde se dilapida lo creado
sin otro norte que el que revela la propia ineptitud y ceguera de quienes lo
están diseñando. Un ERE tan brutal como el planificado es un navajazo en el
corazón del sistema. Lo malo, lo peor, es que los culpables del disparate
seguirán en sus puestos. Los mismos que en un su día, catetos, ególatras,
fanfarrones, decidieron montar un juguete visual no para servir al público sino
“para servirme a mí”, y ahora, cuando hay fuegos fatuos insostenibles, el fuego
lo devora todo, caiga quien caiga. Menos esos mediocres, empalidecidos por las
cuevas del poder, que ya no pueden pagar su divertimento y no les tiembla ni el
pulso ni la dignidad ni la decencia culpando de sus delirios a los
trabajadores.
Ánimo, compañeros.
Aquí os dejo el enlace de la sintonía de La última nave.
Pues sí, se me encoge el corazón.
https://www.youtube.com/watch?v=q3CdmA5bsxw
Palabras certeras de Cipriano Torres "....y ahora, cuando hay fuegos fatuos insostenibles, el fuego lo devora todo, caiga quien caiga. Menos esos mediocres, empalidecidos por las cuevas del poder, que ya no pueden pagar su divertimento y no les tiembla ni el pulso ni la dignidad ni la decencia culpando de sus delirios a los trabajadores." Así es.
ResponderEliminarGracias, Matilde.
EliminarEsta todo dicho."Buenas noches y buena suerte"
ResponderEliminarGracias, Thader, que tengas también buenas noches y buena suerte.
EliminarAqui teneis el tema que utilice en la lectura de mi relato https://www.youtube.com/watch?v=lx-GBzJGiuM&list=PLBF768DCB7C40C2E6
ResponderEliminarPD: ¿Podemos darle marcha en el pájaro a este artículo?
No lo dudéis. Adelante.
EliminarCuánto te echamos de menos. Gracias siempre
ResponderEliminarGracias, Ana, muchas gracias. Espero que gotita a gotita, los que manejan el vaso se den cuenta y no acaben derramándolo del todo.
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