Ese
taxi no es mío
A la hora en que
La Sexta emite Taxi, es decir, sobre
las 15´30 de la tarde, servidor está luchando contra un sopor de bebé, y tirado
en el sillón ni hace esfuerzos por abrir el ojo. Tan sólo me espabilo si escucho
algún nuevo chiste de los muchos que en los últimos días se le escapan a La 1,
seguro que sin querer, que eso de que las adolescentes han de ir recatadas para
no provocar no es un chiste, es la mano de una moral que se ha hecho fuerte en
la redacción y tanto jugo está soltando. Luego sigo con la modorra como si tal
cosa. A la misma hora de la siesta arranca el coche de La Sexta, un día un
conductor la mar de divertido, Miki Nadal, al siguiente otro conductor
también la mar de divertido, Manolo
Sarria. El segundo es un taxista con experiencia en eso de conducir taxi al
tiempo que concurso, porque Taxi es
un concurso de televisión, por si no lo sabía. Miki no tiene tanta experiencia,
pero caramba, parece que lo haya hecho siempre.
La cosa es que
usted va por su ciudad, para un taxi, se mete en él, y de golpe, toma, en la
cara. El interior se enciende como una discoteca, el conductor te saluda con
una jovialidad de viejo conocido, usted se pasma, se pasma más cuando reconoce
al chófer, y mucho más cuando le dice que si quiere puede participar en un
concurso para la tele y sin salir del coche, es decir, que la tele viaja con
usted. Si dice sí, pasa lo que tiene que pasar, que si acierta gana. No se
preocupe, son preguntas chorras del tipo, ¿qué cantante quiere un camión para
ser feliz? Lo malo de este tonto concurso es que uno hace otras preguntas. ¿Va
el conductor pendiente del volante al cien por cien, o reparte su atención
entre la conducción y el o los concursantes, a los que no deja de mirar por el
espejo? ¿Es correcto que haga palmas? Si lo digo por decir algo. Total, ese
taxi no es para mí.
Presentadores alternos, como la corriente. Ahora le toca el turno a Miki Nadal, un hacha. Conduce, charla, palmea, mira a los concursantes, maneja botones, hace chistes... buah, la bomba. |
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