Sobre héroes ¿Y tumbas?
Aún no le hemos
visto las ubres a Loles León en Águila roja y el héroe volvió con más de
cinco millones de espectadores. Al ver cómo se las ponen a Pepa Aniorte haciendo de gran chacha de la malísima marquesa
siempre me pregunto lo mismo. ¿Cómo se hace eso? Duro, venía a decirme la
propia Pepa, sobre todo porque al dejar tanta carne al aire es difícil colocar
el micrófono. Si es que son unos exagerados. Se las levantan tanto que casi las
suben al gaznate, con lo que eso tiene que molestar, salvo a la hoy olvidada Ana Obregón, que a saber los ensayos
caseros para sacar la pechuga, caminar, y hablar al mismo tiempo. E inventarse
el mundo. Lo cierto es que David Janer
volvió a hacer de las suyas enfundado en las telas del aguilucho que suelta
plumas. La semana pasada vimos al comisario Hernán Mejías, para mí el personaje
más conseguido de Francis Lorenzo,
buena gente, pero pésimo actor en otras series, y lamentable presentador de mil
programas que no se van de mi cabeza, tumbado en la cama de operaciones a punto
de ser trepanado por un berbiquí que pondría los pelos de punta a la mismísima Ana Mato, conocida por sus implacables
métodos sanitarios, más cercanos a un bandido de hospital que a un galeno.
Bien, incluso esta dama de lo siniestro pondría reparos a salvajada tan de
siglos pasados. Pero que nadie se alarme. Es cosa de tebeos. Ojo con los
tebeos. El resto de cadenas sabe que nada se puede hacer contra Águila roja. Han tirado la toalla. ¿Con
quién se bate Gonzalo de Montalvo? Contra el cine de Antena 3, contra el
alicaído y en retirada CSI, Las Vegas
de Telecinco, que en su vuelta apenas hizo un 9%, contra el fútbol de Cuatro, y
contra El mentalista de La Sexta, que
no pasa del 5%. El héroe de La 1 es mucho héroe. Es la escasa miel que liba Ignacio Corrales, su machacado
director.
Morfeo el cursi
Pero esa miel
tiene su hiel. Cuando escribo esto aún no se ha celebrado la gran final de
Eurovisión. Pero lo digo con la boca llena. Fracaso. Fracaso de festival, de
idea, de canción, de grupo, de televisión pública. Cada vez que he visto esta
semana los intentos de TVE por animar el cotarro, hablando de la cosa en
programas e informativos, sí, en informativos, más claro he tenido el
disparate. Hasta el nombre del grupo, El sueño de Morfeo, es de una pedantería
apenas digerible. Esa promoción con la cantante, una tal Raquel del Rosario, poniendo posturitas al tiempo que un caballo
blanco, oh, cuán y original imagen, corre al borde de la playa, que termina con
un puñado de mariposas, ay, que lloro de verdad, que se me coge aquí, a la
garganta, un nudo que me impide en plenitud ver la obra, todo eso, sumado a la
letra, es, ahí va, una payasada con mucho cuento. La letra es para analizarla
poquito a poco, pero no lo voy a hacer. Baste recordar unas líneas versadas, o
como haya que llamar a ese pastel. “Eres esa luz que a través del universo tú,
me invitas a viajar contigo hasta el final”. ¿Qué me dicen? Lo digo yo.
Pa´bernos matao. Eres esa luz que a través del universo tú. Toma. Por lo tanto,
hay que tener madera de héroe, o ansias de popularidad aunque sea mala,
para viajar al Malmö Arena de Suecia con
una canción tan estúpida y birria y creer que levantarán la espada victoriosa.
El concepto es cursi, el grupo es cursi con pretensiones, la música es mala
hasta para un festival benéfico de poetas amantes de los juegos florales, y TVE
no debería de estar pringada en estas cosas. Escribo esto antes de que ocurra
el desastre. Lo tengo claro. Es un desastre. Pero esa hiel tiene su miel. Lo
es, y hay que agradecerlo, la apuesta de TVE por la ficción diaria de calidad.
Dejó escapar con mal tino una de las series diarias que mejor ha funcionado en
este país, Amar en tiempos revueltos,
y tan buena y asentada estaba, tan fiel tenía a la audiencia, que Antena 3 no
dudó en comprar la marca. Ahora, Amar es
para siempre consigue cuotas que superan el 13% en la tarde, mirando de
frente a ese esputo popular llamado Sálvame,
que apenas consigue llegar al 16%, pero porque ese gargajo de Telecinco dura
más que la Biblia, que 258 minutos son muchos minutos tragando caca.
Pulso entre iguales
La miel por la
que al fin apostó TVE, despejando dudas y adecentando parte de la tarde, es
otro valor seguro. Hablar de Gran Reserva
son palabras mayores. Desde el lunes, el origen de las familias Cortázar y
Reverte tiene mucho que ver con la familia Miranda, un espejo pasado de lo que
la serie original nos mostró que es hoy el malvado Vicente Cortázar, que ya
apuntaba maneras. Como es habitual en las producciones de Bambú, todo está cuidado,
mimado, medido, sin estridencias, sin trazos demasiado gruesos, y desde los
actores –estupendo Víctor Clavijo
haciendo de joven Cortázar, estupendo Manuel
de Blas como Santiago Miranda, y así pasaríamos de los protagonistas a los
personajes de menor relevancia- a la fotografía, la música, siempre la música,
decorados o guión, todo eso forma un engranaje que no sólo no chirría sino que
suena bien, suena muy bien. La tarea es formidable. A los Cortázar, Reverte, y
Miranda, como personajes de ficción les queda algo parecido a los doce trabajos
de Hércules para enfrentarse, y triunfar, a leones, hidras, aves –carroñeras- y
a toda clase de fieras, siendo una de las principales la audiencia de la
cadena, alicaída, huída, aburrida, abandonada por la propia cadena, y ese un
trabajo del copón. Gran Reserva. El
origen lo tiene difícil, pero estoy convencido de que no imposible. Sus
guiones, sin perder las tramas cruzadas, o por eso, entre familias, han
potenciado en este origen la parte amorosa de la historia, algo que no sólo no
parece descabellado sino que es muy adecuado para su hora de emisión. Ojalá la,
por ahora, lógica baja audiencia, empiece a remontar hasta medirse como lo
hacen las heroínas con sus iguales. Ambas propuestas se merecen tener enfrente
lo mejor.
La guinda
Risto y el tiempo
Se veía venir.
No cuajó su concurso Money Time, es
decir, el de su productora, 60db, para las tardes de Cuatro. Aquí, sin más
ánimo que el de constatarlo, lo advertimos. Lo de Risto Mejide, con su clepsidra y su Luján Argüelles, y sus concursantes tirando a jóvenes, y sus
preguntas culturales, no está mal. Pero justo por eso. La gente miró a otro
sitio. Risto sabe de qué va esto, y por eso dice que no lloriquea por el
fracaso.
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