Hacia mediados de marzo de este año, el río Genil a su paso por el
pueblo anegó choperas y sembrados, y la vega se convirtió en una laguna
encrespada por las turbulencias de la corriente. Hacía tiempo que el río
no había mostrado su potente vigor. La riada volvió a recordarnos las
de la infancia, que los años han convertido en míticas. La gente de las
calles lindantes al cauce del río cogía sus pertenencias, gallinas,
sillas, colchones, y chiquillos, y pasaban la noche en la casa de
familiares que vivían en la parte alta del pueblo, incluso los más
exagerados disponían los mulos para marcharse a los cortijos de las
afueras.
La de este año ha sido bíblica, y las
oleadas llegaban a los tabiques de las casas que dan a la vega, aunque
no hizo más destrozos que encharcar sembrados que no necesitaban tanta
agua. Ahora, cuando han pasado unos meses, no sólo el río volvió a su
cauce sino que el campo ha recobrado su pujanza animado por una
primavera que ha llegado rabiosa y explosiva, con una fuerza y belleza
que sólo consigue cuando la tierra está satisfecha y esponjada. Lo más
visible de esta vitalidad verde en el pueblo se nota en las choperas que
lo rodean.
Tengo preparada una entrega dedicada
a los efectos de la luz dentro de estos bosques con una apariencia
exterior que nada tiene que ver con las oscuridades del interior, pero
esa luz filtrada por ramas, hojas, y troncos, la veremos en unos días.
Para la entrada de hoy salí a la vega y traté de colocarme en los mismos
sitios desde los que hice las fotos de la riada para comparar la imagen
de ayer con la imagen de hoy. Las fotos se explican por sí mismas. Aquí
están.
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Esta
imagen está tomada desde la calle Mirasol, en el Barrio, es decir,
imagen tomada mirando al río. La vega ha desaparecido, y el agua entró
en las choperas. |
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Así
es como aparece hoy el mismo sitio, pero visto al revés, es decir,
desde la vega hacia el pueblo, con la calle Mirasol al fondo. |
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Sembrados, choperas, todo quedó bajo las aguas, convirtiendo la vega en una especie de laguna casi navegable. |
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Así
está hoy el mismo lugar. Cada cosa en su sitio. La tierra, sembrada. Y
con las primeras cosechas en marcha. La masa verde de los chopos,
alzándose con la elegancia y contundencia de un bosque que parece
impenetrable, y el río, al fondo, sin verse, siguiendo su cauce. |
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Aquella pared gris, seca, como de juncos grandes, reflejada en el agua, es hoy... |
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...una
invitación al misterio. Dentro, algunos terrores infantiles tuvieron
lugar. Los troncos se han llenado de vida, y entre todos han conseguido
esta otra pared que parece pedirte en silencio que la penetres para
pasar a un interior donde todo puede ser posible. |
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Las
aguas lamieron el tabique trasero de las casas que dan a la vega, y el
pueblo parecía un pueblo de la costa, o rodeado por una laguna batida
por pequeñas olas. |
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Imagen
actual. La tierra ya está preparada para ser sembrada. Y en los patios
traseros de las viviendas ya se ven pequeños huertos y árboles frutales.
Todo está en orden. |
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