No,
Wyoming
No veo El Intermedio porque tenga que verlo
para comentar sus cosas en esta columna. Veo El Intermedio porque lo quiero ver como espectador, porque lo elijo
al margen de mi trabajo como lo elegiría cualquier ciudadano. Y disfruto con
ese informativo. Ya, ya sé que es un programa de humor, pero sus guionistas
hacen un trabajo tan excelente, su equipo disecciona la actualidad con tanta
precisión, que convierten la cita en una cita ineludible para entender algunas
cosas, las que se escapan en un informativo normal que sólo titula esa
actualidad. Sandra Sabatés maneja
ese chorreo de titulares desarrollados con soltura extraordinaria, y El Gran Wyoming les pone el contrapunto
cómico. Ese estrambótico equilibrio funciona como un reló. Es verdad que quien
ve El intermedio lo hace sabiendo en
qué terreno juega. No engañan a nadie, ni lo pretenden.
Es un
informativo satírico escorado, muy escorado, a la izquierda. No sólo es
legítimo sino que, salvo que seas masoquista y lo veas para pillar berrinches
de nivel peligroso, tus ideas se ven reflejadas en el tratamiento que hacen de
la actualidad. Por eso lo ves cada noche, si puedes. Lo de Luis Bárcenas se ha convertido en fetiche, en un símbolo que resume
muy bien la situación de una derecha tocada por una escandalera que hace aguas
por todas partes. Pero… La otra noche, la del jueves, echaron mano de unos
críos para que demostraran su grado de información sobre “Luis el cabrón” o
sobre “el puto amo”. Fue desternillante, la verdad. Me reí con esos nenes hablando
de corrupción, de cuentas en Suiza, de dinero negro, de millones robados. Pero…
De nunca me gustó el “uso” que la tele hace de los niños. Nunca me parece
ingenuo. Aquí tampoco.
Pantallazo casero de la web de programa. Anoche, presentando El objetivo de Ana Pastor, que La Sexta estrena el domingo por la noche. |
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