Una sonrisa, por favor
Hay un batallón
de ladrones, corruptos, mala gente, criaturas siniestras, usureros a los que
les ponen medallas, bandidos que juntan sus manos en los templos pero escupen
bilis en cuanto notan discrepancias, cada día nos ahogan un poco más a ver
hasta dónde aguantamos, nos quitan derechos que creíamos inamovibles, destrozan
a conciencia, con milimétrico trazado, el futuro, machacan la educación con un
plan malévolo y perverso, denigran hasta un estado de ignominia el prestigio de
maestros y profesores, pilar básico de toda sociedad decente, digna, y
orgullosa, arrogantes autistas como José
Ignacio Wert sólo tienen orejas para fulminar una instrucción pública que
se va a poner en manos de la superchería y la ambición sin medida de una iglesia
que jamás estará conforme hasta que la claudicación política sea total y
convierta la escuela en aulas donde la fe ciega arrodille a la ciencia y la
razón, se dilapida una sanidad pública que será servida en bandeja a empresas
sin escrúpulos, y personajes siniestros y mediocres como Ana Mato son meros muñecos en manos de intereses y grupos de
presión sin piedad, tenemos a una ministra que lleva una cartera con el nombre
de Empleo escrito en letras doradas, pero Fátima
Báñez es más de la virgen del Rocío que de paparruchas para incentivar el
trabajo, en el consejo de ministros se dan codazos los polluelos bajo una moral
religiosa que es legítima hasta que da el salto y se planta en mitad de la mesa
para dirimir las trazas que afectarán a todo el pueblo, estafado, afrentado, y
degradado, estamos en manos de un presidente que se rindió desde el primer
momento y se puso al servicio de los malos, y desde Mariano Rajoy al último se inició la carrera del cinismo cruel para
pervertir el lenguaje y vender la claudicación a unos mercados asesinos y
avaros como un triunfo que nos reportará el beneficio del trabajo bien hecho. Y
sí, el trabajo es perfecto. Medido al milímetro.
Momento mítico en que Fátima Báñez agradece el capote que, dice, asegura haberle echado la Virgen, pero ojo, no una Virgen cualquiera, no, sino la Virgen del Rocío. El top de las vírgenes. |
Es una cabra loca
Cada día, viendo
televisión, tenemos razones para insistir en ese desastre programado del que
los de siempre –perdón por la simpleza- saldrán reforzados. Pero la columna de
hoy quiere mirar a otro lado, ver otras cosas, resaltar otras orillas. Y es
cierto que se pueden encontrar, porque las hay. Veamos. Seis jóvenes con discapacidad
intelectual se atreven con su primera experiencia laboral como empleados de un
hotel de lujo –vaya, que aprenda el hotel de Cabo de Gata que no dejó entrar a
otro puñado de jóvenes con síndrome de Down a sus instalaciones, por si
molestaban a los clientes, aunque luego la dirección de la cadena ZT Hoteles se
disculpó-. Son Luis, 18 años, Laura, 19, Javi, 20, Irene, 21, Hugo, 24, Gloria, 19. Decía Irene en la presentación del programa, junto a Ignacio Corrales, director de TVE, que
quieren demostrar que no tienen discapacidad sino “capacidades diferentes”.
Durante los programas, gente conocida los está visitando. David Bisbal, Íker Casillas,
y Mario Casas entre otros. En seis
semanas aprenderán el oficio –recepcionista, ayudante de cocina, botones, camarero-.
A Laura le encanta Mario Casas, y tiene la pared de su cuarto forrada con fotos
del actor, escucha canciones románticas pensando en él, dibuja corazones para
él, y habla de él con conocimiento, es delgado, dice, cachas, con tabletas, es
decir, “es el hombre de mi vida”. La madre de Laura, Pilar Andújar, dice que su hija es muy selecta, y que si el resto
de amigas ya tiene novio ella no, ella espera algo mejor, no tiene los pies en
el suelo, sentencia la madre. Javi es tímido con las chicas, pero sólo al
principio, que luego se suelta y es otra cosa. Una compañera de trabajo, que no
es Down, se mete con él, lo pone al límite, le dice que está muy bueno, que se
quiere casar con él, pero que si no, no importa, que ahora cuando estén solos
en el ascensor, se va a enterar. El chico se ríe, y dice que como es tan
tímido, la sobrelleva, y que se lo pasa bien con ella porque sabe que es de
broma, y que es la cabra loca de la cocina.
Luis, que aprenderá a trabajar como recepcionista, en un momento de la cabecera del programa, Con una sonrisa. |
Más guapo que Mario Casas
Hugo está
aprendiendo a organizar banquetes bajo la supervisión de un profesional del
hotel, de la cadena Sheraton, es decir, palabras mayores. El ambiente no sólo
es bueno. Es excelente. Mientras, Laura aprende a limpiar la habitación de los
clientes, a hacer la cama hasta que no quede una arruga, a retirar sin
contemplaciones el edredón de un blanco impoluto porque tiene algo sucio, pues
se tapa, dice Laura, no, contesta sonriente la gobernanta, se retira y se pone
otro. Por cierto, Laura, ¿quién es tu príncipe azul? Mario Casas, responde la
chica. ¿Y qué darías por ir a verle?, sigue la gobernanta. Lo que sea, responde
Laura. Pues a mí me gusta George Clooney,
pero hija, él nunca se fijará en mí porque lo hará en gente de su entorno. La
madre de Laura interviene en el montaje asegurando que ningún chico sin
síndrome Down se podrá fijar en ella “en plan pareja, y yo creo que Laura lo
sabe”, pero es muy fantasiosa. A Laura la enseñan a tocar en las habitaciones
antes de entrar. Ahora entra a una con sorpresa. Por allí anda su amor, Mario
Casas. La chica se queda paralizada, como el que ve una visión. Al final corre
hacia él, se abraza, le estampa un puñado de besos en la cara, y se sienta a su
lado. Es la escena del sofá, y Mario, natural, sabe llevar la situación. No hay
forma de despedirse de él, y cuando lo hace empujada por Rocío Arias, preparadora laboral de la Fundación Síndrome Down de
Madrid, ya en el pasillo, Laura se viene abajo y llora lo que no lloró delante
de su amor. Cuando Laura explica a Luis lo que acaba de vivir, Luis, como
cualquier pimpollo, le responde lo obvio, yo soy más guapo que Mario Casas.
Todo esto lo he visto en La 2, en Con una
sonrisa –viernes, 23´15 de la noche-. Es un programa esperanzador,
energético, vital, amable, de sentimientos nobles, de concienciación, de buena
televisión pública.
Mario Casas abraza a Laura, que se queda turulata cuando ve al actor en la habitación que ella está arreglando. |
La guinda
Chef retocados
Es lo mismo,
pero no es igual. Empezó MasterChef
en La 1con unos bríos que tiraban para atrás. Tiraba para atrás la impostura de
algunos maestros cocineros –insoportable Pepe
Rodríguez por falso, demasiado teatral, envarado en un personaje devenido
en cómico de tan hosco-, el montaje de videoclip, el corsé generalizado, y Eva González, su presentadora. Pero a MasterChef lo han retocado,
suavizándolo. Y ha remontado.
Un momento de la pasada edición de MasterChef, que ha sido remozado un poquito ganando en cercanía y buenos momemtos televisivos. |
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