Ley mata gais
Hace unos días
vimos en los informativos a decenas de personas lanzando piedras ante la
Asamblea Nacional francesa para protestar por lo que el parlamento del país
vecino acababa de aprobar, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Eso que
los obispos católicos, que no se casan por ley, dicen que acabará con el
matrimonio que ellos no practican. Pueden protestar y protestan, pero la ley
seguirá su curso, y el derecho del que lo desee se hará carne de costumbre.
Aquí lo sabemos desde que a Zapatero
se le fue la olla y con su Gobierno promovió lo que hoy se vive con una
normalidad que pone las sotanas de punta. Recuerdo las burradas que decían los
medios de la derecha garrula pronosticando el fin de todo, incluida la
humanidad, y fíjense, sólo falta que el cura laico Kiko Hernández y Telecinco le monten la boda al niño de la Paqui
que se casa con el hijo de la Pepa.
¿Quién no tiene hoy un maricón al lado casado con su novio? El asunto, al
margen de los renovados intentos del machacandero –véase almirez, mortero- del
lobby a la derecha del padre, es de una aceptación que aburre. Paréntesis. En
cuanto que el lobby vaticano vea que la guerra la ha perdido, y con ella a
miles de clientes, aquí queda escrito, casarán a tíos con tíos, tías con tías, y
a narcotraficantes con presidentas de comunidad venidas a menos. Los dogmas son
como los programas de la tele, se van quitando o poniendo según convenga. Se
cierra paréntesis. En nuestras sociedades hay asuntos que se viven con cierta
relajación, con indiferencia, tanto que alguien tiene que venir a recordarte
–aunque sólo sea para informarte como se informa del deshielo en los círculos
polares- que en otros países, en otras sociedades, sería obsceno hablar de la
homosexualidad en términos tan frívolos y banales.
Recuperen el reportaje
Es lo que hizo Jon Sistiaga en un reportaje firmado
para Canal + y que no pude ver en su día pero ahora retomo, “Caza al homosexual
en Uganda”. La campaña mediática, política, y religiosa es una tormenta
perfecta en Uganda contra la homosexualidad, que han subido al cielo de lo
criminal. Sin matices. El reportero le pregunta al activista John
Wambere, que se juega la vida luchando por sus derechos, qué pasaría si los
vieran cogidos de la mano. La respuesta pone los pelos de punta. Nos matarían,
dice. Además de los obvios, es decir, zumbados católicos, musulmanes, o
protestantes, han irrumpido con fuerza las iglesias evangelistas y
pentecostales, que se han puesto en cabeza de la persecución. Pero qué perra
tienen los charlatanes religiosos de todo el mundo con el sexo. Para una
población en su mayoría analfabeta, la influencia de predicadores mesiánicos y
políticos mediocres es tremenda. Denis
Wamala y otros han montado casas de acogida para proteger a jóvenes que
fueron expulsados de la casa familiar cuando decidieron salir del armario.
Sistiaga se preguntaba qué le había pasado a Uganda, uno de los países más
mimados de la comunidad internacional, paraíso de turistas, la perla de África
donde nace el Nilo Blanco, para que sus diputados crean que, por encima de
acabar con la pobreza, el sida, o la malaria, sea prioritario poder ejecutar al
que se declare homosexual. Los analistas coinciden en que la llegada masiva de
predicadores ha modificado los principios de convivencia, así, Uganda, se ha
convertido en la nueva tierra de promisión para algunas iglesias evangelistas
norteamericanas. El obispo anglicano Christopher
Senyonjo fue expulsado de su iglesia por defender a los perseguidos. Este
hombre habla de un dios del amor y no del castigo. Si entre hombres el sexo en
Uganda es peligroso, ser lesbiana es una temeridad. En la actualidad, el
Parlamento ugandés debate un proyecto de ley que contempla la cadena perpetua o
la pena de muerte para los homosexuales. Se le conoce como lo que es, la ley
mata gais.
Una de palomos cojos
A unos cuantos
miles de kilómetros de Uganda, en Badajoz, este fin de semana tiene lugar todo
lo contrario. Una celebración de reafirmación homosexual. Eso de, sí, soy
maricón, y qué. No sólo nadie se esconde sino que todo el mundo, incluso los
que no lo son, viven el momento como una fiesta. La caravana de palomos –los
insultitos dejan de serlo, y se retuercen contra quienes intentan vejar, en
cuanto se les da la vuelta y los tomas como bandera- la organiza un año más El intermedio, que tomó la expresión del
entonces alcalde, el popular Miguel
Cerdán, al afirmar que en Badajoz no hay palomos cojos, pero que si hubiera
los echarían. Qué tonto. Se le llenó la ciudad de maricones y tortilleras, y de
heterosexuales con gana de farra que, sin entender, vieja expresión,
comprenden. El Gran Wyoming y su
equipo ha hecho bandera defendiendo lo que no tendría que defenderse porque a
nadie le ha de importar un pijo a quién ames o con quién retoces, y lo ha hecho
desde el humor y no desde el victimismo –dientes, dientes, decía la iluminada Isabel Pantoja, que es lo que más les
jode-. De hecho es ya mítico el amor marica que Wyoming siente por un tiazo
como Zapatero. En el ajo del
cachondeo está todo el equipo, que ha hecho del programa un referente de
respeto normalizado. Todo el equipo, y toda la audiencia, que ha entendido
desde la complicidad de qué va esto. Y que se chinche quien tenga que
chincharse –pobres doctorcitos, o religiosos, o busca euros que de vez en
cuando aletean desde su consciente iniquidad hablando de curaciones de esta
“grave enfermedad”-. Al club de los palomos se ha sumado en público esta semana
Jason Collins –soy jugador de la
NBA, soy negro, y soy gay, dijo el tiarrón en una revista-. En Ruanda, como en
otros países, este alarde es imposible sin costes. No está mal que Jon Sistiaga
y su equipo –investiga, matiza, contrasta, se esmera en el lenguaje- deje
constancia de la otra cara de la realidad.
Pío, pío, que
llegan los palomos.
La guinda
José Mota, ni acordarme
Creo que he
visto a José Mota en Telecinco una
noche, la del estreno de la temporada, recién llegado a la cadena infame por
ver si había novedades. Ahora que termina, he caído en que no ha sido
intencionada esa desafección. Es la falta de costumbre de no ver casi nada de
esa pantalla. En Mediaset evaluaron la otra cara, que a su audiencia natural le
chirriaría el humorista. Y así ha sido. Nada que ver con los datos que hacía en
TVE.
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